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La elección de la tecnología también importa en la lucha contra la sequía
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La elección de la tecnología también importa en la lucha contra la sequía

En la actualidad, el debate ya no es tanto si una tecnología es buena o mala: se trata de dónde y para qué es necesaria. En la complementariedad está el éxito, pues al fin y al cabo se trata de alcanzar mayores cotas de eficiencia

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Fuente: iStock.

Nos encontramos ante un reto mayúsculo. España sufre desde hace años una situación crítica debido a la falta de lluvias. Las reservas de agua están lejos de la media de los últimos cinco años y, además, no se espera que la situación pueda revertirse en los próximos años.

Así que el control y la correcta gestión del uso del agua en España es un desafío en el que las distintas administraciones deben trabajar de manera coordinada. Entre los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (los llamados Perte) existe uno para la digitalización del ciclo integral del agua que va a movilizar más de 3.000 millones de euros en inversiones públicas y privadas para mejorar la gestión, aumentar la eficiencia, reducir las pérdidas en las redes de suministro y avanzar en el cumplimiento de los objetivos ambientales marcados por la planificación hidrológica y las normativas internacionales.

La elección de los proyectos que recibirán ayudas para esta digitalización del ciclo del agua debe tener en cuenta, según mi opinión, un principio básico: alcanzar la mayor eficiencia posible.

"Las herramientas para conocer la cantidad mínima de agua necesaria para regar la tierra también muestra datos sobre posibles fugas"

Por partes. Todo proceso de digitalización de infraestructuras se compone, a grandes rasgos, de tres bloques bien diferenciados: la captación de datos a través de sensores, la transferencia de información a través de sistemas de telecomunicaciones y la gestión de esa información en plataformas de tratamiento y análisis de datos.

La percepción general sobre el beneficio que ofrece la captación, procesamiento y gestión de datos en esta lucha contra la sequía es más obvia: el consumo de agua para riego agrícola en España supone más del 70% del consumo total de agua. Así que las herramientas para conocer cuál es la cantidad mínima de agua necesaria en cada momento para regar la tierra ayuda no sólo a controlar el consumo de agua, optimizando y rentabilizando el uso de cada gota en tiempo real, también muestra datos sobre posibles fugas en las infraestructuras, localizando rápidamente las averías. Es solo un ejemplo.

Sin embargo, la importancia del papel que puede jugar la tecnología en materia de transferencia de información pasa más desapercibida. Y lo cierto es que, en un momento como el actual, la elección de los sistemas de telecomunicaciones para alcanzar la mayor eficiencia posible y mejorar la gestión integral del agua, adquiere relevancia. Me gustaría centrarme en este aspecto.

Tecnología: dónde y para qué

En la actualidad, el debate ya no es tanto si una tecnología es buena o mala, sino que se trata de dónde y para qué una tecnología, y dónde y para qué la otra. En la complementariedad seguramente está el éxito, pues al fin y al cabo se trata de alcanzar mayores cotas de eficiencia.

Sigamos este principio para el tema que nos ocupa. Todos los elementos mencionados antes en materia de la gestión del agua (contadores, sensores IoT…), por la naturaleza del recurso que trabajan o su emplazamiento alejado de conexión eléctrica, están condicionados, y su operativa depende de componentes como las baterías, de las que se espera que aporten el máximo servicio posible con el menor dimensionamiento y coste.

Este es uno de los grandes frenos actuales de los proyectos de sensorización IoT. Por este motivo, a la hora de elegir la tecnología de implantación en el sector del agua es importante tener en consideración este aspecto y conjugar las distintas tecnologías para aumentar la competitividad y la eficiencia.

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Fuente: iStock.

Redes públicas LoRaWAN

Cierto es que cada tecnología tiene sus propios condicionantes y ventajas. En este sentido, antes podía parecer más sencillo contar con aquellas que aprovechaban infraestructuras ya existentes, como la de telefonía móvil, para evitar inversiones iniciales. Esto frenaba el despliegue de otras tecnologías como LoRaWAN. Sin embargo, la posibilidad de disponer de conectividad LoRaWAN ha cambiado: existen propuestas a través de redes públicas que dejan la inversión necesaria para su generación y gestión a las empresas especializadas; y la generación de ofertas a través de redes públicas no solo mantiene viva la opción de desplegar redes privadas, sino que habilita otro formato de implantación: las redes público-privadas. Las administraciones, beneficiarias de subvenciones europeas para la puesta en marcha de procesos de digitalización del agua, podrán abordar la inversión en la infraestructura, delegando o contratando la operativa de red en operadores profesionales.

El despliegue de redes públicas LoRaWAN tiene aplicaciones más allá de la digitalización del agua. Y este es otro factor para tener en cuenta. La tecnología incrementará la competitividad de los territorios (otro de los aspectos imprescindibles del proceso: la vertebración territorial), ya que supondrá un aumento en la oferta de conectividad en un determinado territorio, beneficiándose de ello las administraciones públicas, las empresas que prestan servicios públicos, empresas del entorno y los ciudadanos en general.

A la vez, el despliegue de la tecnología amplía las posibilidades de desarrollo de nuevos proyectos IoT públicos o privados que aporten eficiencia y conocimiento en los procesos y actividades locales, más allá de la gestión del agua.

En definitiva, el despliegue de LoRaWAN aumentará la eficiencia de sectores como el del agua en ciudades y en poblaciones rurales, permitirá el despliegue de proyectos IoT y mejorará la competitividad territorial. Todo en línea con la estrategia que ha marcado Europa para el futuro del continente y, en particular, de España.

*Alex Bryszkowski es Country Manager de Netmore.

Nos encontramos ante un reto mayúsculo. España sufre desde hace años una situación crítica debido a la falta de lluvias. Las reservas de agua están lejos de la media de los últimos cinco años y, además, no se espera que la situación pueda revertirse en los próximos años.

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