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Se buscan científicas y tecnólogas para salvar el mundo
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Se buscan científicas y tecnólogas para salvar el mundo

El Instituto Europeo de la Igualdad de Género ha estimado que equiparar la presencia de hombres y mujeres en los sectores científico-tecnológicos en la UE para 2050 podría aumentar el PIB per cápita en un 3%

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Cuando Martina tenía cinco años, a la pregunta de qué quería ser de mayor, respondía con rotundidad: profesora. Su prima Emma, de la misma edad, se debatía entre ser veterinaria o doctora. Nada que ver con lo que decían sus compañeros de la escuela, Mateo y Hugo, que querían ser policías o futbolistas. Han pasado diez años. Ellos, que dedican la mayor parte de su tiempo libre a los videojuegos, han cambiado de opinión: quieren ser informáticos. Emma ha reforzado su vocación médica tras la pandemia. Y Martina quiere ser ingeniera desde que ganó junto a otras compañeras del instituto un concurso de ciencia y tecnología por un proyecto para eliminar los microplásticos de mares y ríos.

Martina, Emma, Hugo y Mateo son casos ficticios, pero me sirven para ilustrar la realidad que el informe PISA, la encuesta de Adecco y otros estudios dibujan sobre las aspiraciones profesionales de la infancia. Informes que hoy, 11 de febrero, Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, nos ayudan a entender por qué persiste la brecha de género en los ámbitos STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) y qué podemos hacer para eliminarla.

Estos estudios concluyen que niños y niñas deciden qué quieren ser de mayores en función de sus creencias sobre el género, los estereotipos y expectativas sociales, así como los referentes que encuentran en su familia, su centro educativo, los medios de comunicación, las redes sociales y la cultura. Nos dicen que las chicas siguen escogiendo mayoritariamente profesiones vinculadas a los cuidados y que aquellas que tienen a científicas, tecnólogas o ingenieras como modelos femeninos en su entorno más cercano muestran mayor interés en materias STEM que las que no tienen ninguno.

"En la universidad, las mujeres solo representan el 25,7% del alumnado en las Ingenierías y Arquitectura y el 20% en las TIC"

De este modo, vemos que solo el 14% de las alumnas de 15 años, que destacan en ciencias y matemáticas, desea trabajar en ciencia o ingeniería y no llega al 1% las que quieren dedicarse a la tecnología. Ya en los campus universitarios, según el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, las mujeres copan Ciencias de la Salud, donde suponen el 71,4% del alumnado, pero solo representan el 25,7% en las Ingenierías y Arquitectura y el 20% en las TIC.

Esto explica la persistente masculinización de las empresas de los sectores científicos y tecnológicos, que son precisamente los más relevantes en el marco de la Cuarta Revolución Industrial. Y también esenciales en las dos mayores transformaciones mundiales en curso, la ecológica y la digital. Tampoco hay que olvidar que generarán hasta el 75% de los empleos del futuro, según datos del Instituto de Estadística de la Unesco.

Muchas compañías estamos implementando medidas para romper la brecha actual, incorporando más ingenieras y tecnólogas en nuestras plantillas, con planes formativos y de promoción, además de con las mejores condiciones laborales de estabilidad, flexibilidad, conciliación y corresponsabilidad para que puedan desarrollar exitosamente su carrera.

"Una fórmula para lograr despertar su interés puede ser sumar a las STEM el componente de las Artes y las Humanidades"

Sin embargo, es necesario ir a la raíz del problema y trabajar desde edades tempranas para despertar vocaciones STEM. Una fórmula para lograrlo puede ser sumar a estas áreas tradicionales el componente de las Artes y las Humanidades. Esto es, pasar de STEM a STEAM, al entender que la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas requieren del arte, de una visión humanista, de un comportamiento ético, de cultura y de grandes dosis de creatividad, cuestiones que atraen a las niñas.

Otra fórmula es la de ofrecer referentes actuales de mujeres científicas y tecnólogas talentosas. Seamos realistas: ¿qué joven quiere parecerse a Marie Curie, con esa imagen de triste y seria que se suele trasladar de ella, por muy valiosos que fueran sus descubrimientos?, ¿o qué chica puede identificarse con Elon Musk? Ninguna. Por eso es primordial visibilizar a mujeres virtuosas, como la bióloga molecular y astronauta de reserva Sara García; la inventora del exoesqueleto pediátrico Elena García o la ingeniera aeronáutica Verónica Pascual. Porque en su espejo sí pueden mirarse las niñas.

"La tecnología o la investigación 'per se' pueden no despertar su interés, pero sí lo que lograrían gracias a ellas"

Asimismo, se puede transmitir a las jóvenes que gracias a las STEAM (añadiendo esa 'a' relativa a las Artes) podrán mejorar el mundo, respondiendo a los grandes retos del desarrollo sostenible. Las chicas persiguen una finalidad más social a la hora de escoger su futuro profesional y, por ende, la carrera que van a estudiar. La tecnología o la investigación per se pueden no despertar su interés, pero sí lo que lograrían gracias a ellas, un propósito, como mejorar la salud y la calidad de vida de las personas, salvar nuestros mares, erradicar el hambre o crear ciudades más amigables y libres de contaminación.

Romper la brecha de género en la ciencia y la tecnología solo nos dará beneficios. Traerá grandes oportunidades laborales para las mujeres, solucionará el problema que las empresas ya estamos teniendo a la hora de encontrar profesionales cualificados para estos puestos, creará entornos de trabajo más diversos y redundará en soluciones, productos y servicios sin sesgos de género, creados por y para el 100% de la población. Y será un motor de competitividad: el Instituto Europeo de la Igualdad de Género ha estimado que equiparar la presencia de hombres y mujeres en los sectores científico-tecnológicos en la Unión Europea para 2050 podría aumentar el PIB per cápita en un 3%. Queridas niñas, la ciencia, la tecnología y el mundo os estamos esperando.

*Beatriz Corredor es la presidenta de Redeia.

Cuando Martina tenía cinco años, a la pregunta de qué quería ser de mayor, respondía con rotundidad: profesora. Su prima Emma, de la misma edad, se debatía entre ser veterinaria o doctora. Nada que ver con lo que decían sus compañeros de la escuela, Mateo y Hugo, que querían ser policías o futbolistas. Han pasado diez años. Ellos, que dedican la mayor parte de su tiempo libre a los videojuegos, han cambiado de opinión: quieren ser informáticos. Emma ha reforzado su vocación médica tras la pandemia. Y Martina quiere ser ingeniera desde que ganó junto a otras compañeras del instituto un concurso de ciencia y tecnología por un proyecto para eliminar los microplásticos de mares y ríos.

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