La soberanía digital debe centrarse en resultados, no en ideales teóricos
La verdadera carrera no está en quién posee más servidores, sino en quién desarrolla y controla el software y las aplicaciones de inteligencia artificial, asegura el máximo responsable de la mayor empresa europea de software
Henna Virkkunen, comisaria europea de soberanía tecnológica, seguridad y democracia. (Reuters)
El debate en torno a la soberanía digital sigue cobrando fuerza en todo el mundo. En el clima actual de incertidumbre geopolítica y competencia tecnológica, es natural y necesario que las naciones busquen un mayor control sobre su futuro digital. Sin embargo, la verdadera cuestión no es si los países deben perseguir la soberanía en sectores críticos, sino cuál es la mejor manera de lograrla.
Muchas naciones están respondiendo a ese nuevo entorno global con grandes inversiones en centros de datos, partiendo de la premisa de que poseer la infraestructura física para la nube, los datos y la inteligencia artificial garantizará su independencia. No obstante, al equiparar servidores y procesadores con la soberanía se está pasando por alto la interdependencia tecnológica mundial e, incluso, se puede obviar las propias fortalezas digitales de un país.
Incluso en aquellos casos en los que un centro de datos es gestionado por un proveedor local en territorio nacional, sus componentes clave —procesadores, equipos de red, los modelos de IA que se ejecutan en él— están casi siempre diseñados o fabricados en el extranjero. Alcanzar la autosuficiencia tecnológica completa significaría excluir todo el hardware extranjero y, por extensión, el software foráneo que está profundamente integrado tanto en las empresas como en la administración pública. Una estrategia de este tipo no es práctica ni económicamente viable, ya que aislaría a cualquier nación que la adoptara del flujo constante de innovación procedente de otras partes del mundo.
En lugar de llevar la autosuficiencia a un extremo contraproducente, los países deberían invertir estratégicamente y establecer regulaciones pragmáticas que se centren en los resultados más que en ideales teóricos. La verdadera soberanía digital consiste en mantener el control sobre los datos y activos críticos, mientras se aprovechan las mejores tecnologías disponibles en consonancia con los intereses nacionales.
Partiendo de esta idea, se hacen evidentes varias prioridades.
En primer lugar, los gobiernos deberían invertir sus limitados recursos allí donde generen mayor impacto. La verdadera carrera no está en quién posee más servidores, sino en quién desarrolla y controla el software y las aplicaciones de inteligencia artificial que impulsan el futuro de la industria. Este es el terreno en el que realmente se definen la soberanía y la competitividad a largo plazo, y en el que las inversiones públicas generan los mayores retornos. Los gobiernos que fomentan la adopción de software e inteligencia artificial en la industria y el sector público también impulsan la demanda natural de centros de datos y chips, logrando así ambos objetivos a la vez.
En segundo lugar, no todos los datos requieren el mismo nivel de soberanía digital, y unos niveles de soberanía más altos implican naturalmente unos costes más elevados en términos de tiempo y dinero. Para obtener el máximo efecto, las naciones deberían ajustar los niveles de protección a la criticidad de los datos correspondientes.
Un enorme centro de datos de Amazon Web Services en Virginia, EEUU. (Reuters)
La información esencial para la seguridad nacional o la seguridad pública, por ejemplo, requiere los niveles más altos de control, con operaciones gestionadas bajo la autoridad nacional, por personal con autorización de seguridad y dentro de entornos regulados. En otros casos, puede ser adecuado un enfoque que defienda la soberanía mediante la localización de datos, por ejemplo, en sectores regulados como el de la sanidad. Por último, los datos menos sensibles y las aplicaciones empresariales estándar pueden ejecutarse de forma segura y rentable en entornos de nube de confianza, siempre que cumplan con estándares de ciberseguridad reconocidos.
En tercer lugar, los gobiernos deberían adoptar normas internacionales de soberanía (como ISO, IEC, etc.) en lugar de desarrollar las suyas propias. Las normas compartidas permiten que más proveedores entren en el mercado y se logren economías de escala. También hacen posible que gobiernos y empresas utilicen soluciones soberanas alojadas en países vecinos que se rigen por los mismos estándares. Esto dará lugar a una oferta más amplia de soluciones de nube soberana, con menores costes y una implementación más rápida tanto en el sector público como en el privado.
"El futuro digital de una nación no se decidirá en las salas de servidores"
En cuarto lugar, es aconsejable que los países inviertan en educación, formación e investigación a nivel nacional en los campos de la nube, los datos y la IA aplicada. De este modo, podrán dotar sistemáticamente a su población de las capacidades, los conocimientos y las habilidades necesarios para tomar las riendas del destino digital de su país. En este sentido, la soberanía también va mucho más allá de la compra y la propiedad de hardware.
En definitiva, todo se reduce a un entendimiento común de que el futuro digital de una nación no se decidirá en las salas de servidores. Lo moldearán sus empresas e instituciones públicas tomando decisiones inteligentes y pragmáticas sobre su soberanía digital y su competitividad, centrándose en los resultados más que en los ideales teóricos y aplicando las mejores tecnologías disponibles para generar valor que perdure.
Christian Klein es el CEO mundial de SAP, la mayor empresa tecnológica de Europa por capitalización bursátil.
El debate en torno a la soberanía digital sigue cobrando fuerza en todo el mundo. En el clima actual de incertidumbre geopolítica y competencia tecnológica, es natural y necesario que las naciones busquen un mayor control sobre su futuro digital. Sin embargo, la verdadera cuestión no es si los países deben perseguir la soberanía en sectores críticos, sino cuál es la mejor manera de lograrla.