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El 'telepecado' original de doña Cuaresma
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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El 'telepecado' original de doña Cuaresma

De rojo y radiante iba la Doña. Maquillaje en exceso. El tocado, recién salido del horno. Y un broche en la solapa tamaño maxi, que le

Foto: El 'telepecado' original de doña Cuaresma
El 'telepecado' original de doña Cuaresma

De rojo y radiante iba la Doña. Maquillaje en exceso. El tocado, recién salido del horno. Y un broche en la solapa tamaño maxi, que le hacía juego de brillos con la enigmática mirada que se había llevado ensayada de casa, más propia de la mujer fatal de un film noir de serie B. A los diez minutos de entrevista, en un claro guiño al género de donde se había escapado anoche, ‘Espe’ llenó de humo el plató de 59”, a pesar de que -extraña paradoja- allí no estaba fumando ni el Tato. El humo salía de sus labios, en forma de verborrea ambivalente, opaca y meticulosamente preconcebida. El humo salía de las orejas de la presentadora del evento, una 'sufrida' Ana Pastor, y de las de los altos representantes del cuarto poder congregados anoche, en plan aquelarre macarra, para presenciar lo que debía haber sido -y no fue- una declaración de guerra en toda regla.

Transcurridos un par de minutos de entrevista, el bueno de Luis Fernández, que había vendido el evento como la madre de todas las exclusivas y que, de hecho, había adelantado el programa al horario de máxima audiencia, ya debía estar convencido, nos pasó a todos, de que Doña Cuaresma se la había jugado bien jugada. De lo suyo, Esperanza no dijo ni mú. Así que aquello estaba llamado a ser un publireportaje de hora y media financiado por todos los españoles, para especial regocijo de Ruiz-Gallardón, que se debió meter ayer en la cama con una úlcera estomacal del tamaño del agujero de la capa de ozono.

¡Quién te ha visto y quién te ve, Esperanza! En su momento, carne de Caiga quien caiga, mofa sempiterna de Wyoming y, ahora, gran dama de la interpretación, mujer que ha pasado de tropezar con Saramago a citar sin anotaciones de por medio frases de Vargas Llosa. De todos modos, no aprovechó bien Aguirre los noventa minutos de metraje que protagonizó ayer en La 1. No es precisamente un personaje que goce de una excesiva telegenia. A lo que no ayudan mucho su eterna sonrisilla de medio lado ni sus gestos algo impostados, que de vez en cuando dificultan la diferencia entre su persona y su guiñol.

Además, el disfraz de cordero que llevaba puesto anoche le duró bastante poco. El programa llevó a buenos esquiladores. Lo mejor de cada casa -periodística, se entiende-. Los Sorpenas, Lasfuentes, Expósitios, Escolares y Cachimiros (enumerados aquí en clave Anido) se lanzaron al cuello de la posible candidata como vampiros en busca de un titular que llevar hoy a la portada de sus diarios. Pero lo cierto es que pincharon en hueso. Uno tras otro. Se dieron de bruces contra la contradicción hecha discurso: una Esperanza Aguirre con menos cintura dialéctica que de costumbre. Fue tan aburrido y tan contradictorio el debate en sí mismo, mareó la Doña tanto la perdiz, que los periodistas allí presentes, ya finalizando el acto, le tuvieron que solicitar consejo para titular sus crónicas. Y ella, ni corta ni perezosa, les pidió por favor que aplazaran el final de la película todavía un tiempo, para cuando se haya decidido a terminar de morder esa manzana pecaminosa -¿‘hambre’ de poder?- a la que lleva intentando hincar el diente desde que vio de cerca La Moncloa.

De rojo y radiante iba la Doña. Maquillaje en exceso. El tocado, recién salido del horno. Y un broche en la solapa tamaño maxi, que le hacía juego de brillos con la enigmática mirada que se había llevado ensayada de casa, más propia de la mujer fatal de un film noir de serie B. A los diez minutos de entrevista, en un claro guiño al género de donde se había escapado anoche, ‘Espe’ llenó de humo el plató de 59”, a pesar de que -extraña paradoja- allí no estaba fumando ni el Tato. El humo salía de sus labios, en forma de verborrea ambivalente, opaca y meticulosamente preconcebida. El humo salía de las orejas de la presentadora del evento, una 'sufrida' Ana Pastor, y de las de los altos representantes del cuarto poder congregados anoche, en plan aquelarre macarra, para presenciar lo que debía haber sido -y no fue- una declaración de guerra en toda regla.