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¡Mira quién se lo lleva muerto!
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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¡Mira quién se lo lleva muerto!

Un servidor de ustedes, analfabeto económico vocacional, lee todos los días éste el periódico en el que trabaja, abonado desde hace tiempo a un lenguaje apocalíptico que

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¡Mira quién se lo lleva muerto!

Un servidor de ustedes, analfabeto económico vocacional, lee todos los días éste el periódico en el que trabaja, abonado desde hace tiempo a un lenguaje apocalíptico que acojona, sinceramente, y se tiene que agarrar los machos para que no se le caigan. Pero lo cierto es que al llegar a casa y encender el televisor uno se queda mucho más tranquilo. Pienso: si los tesoreros de la televisión pública, de los que se supone que son gente limpia, arregladita, maja… íntegra, han pasado por caja la Visa gubernamental para contratar los servicios -servicios de baile, aclaro- de la Obregón y la Terelu, entonces las cosas no pueden ir tan mal como se dice en El Confidencial, supongo.

Y supongo bien, porque las crisis son, además de cíclicas, muy clasistas y muy puñeteras. Eso no lo dijo Keynes, creo, pero mi tía abuela la del pueblo, que es también muy espabilada, lo comenta todos los días. Mientras unos se comen el chóped… en fin, algunos frascos siempre han servido para que chupase mucha gente. En tiempos de bonanza o de crisis es indiferente. Y la televisión pública es un porrón con una boca del diámetro de la plaza de las Ventas.

Que tengamos que financiar entre todos las reconstrucciones maxi y mixilofaciales de la Obregón y el colegio pijipúblico de los hijos de la hija de la Campos me produce un desmedido dolor de ovarios, y eso que creo que no los tengo. Si la nieta de Franco cobraba, años ha, la friolera de 48.000 metales por programa, no quiero ni imaginar la cantidad de bancos cabrones que se ‘rescatarían’ en un momento dado con el jornal conjunto de Obregón, Terelu y Ortega Cano, que también anda merodeando la boca del porrón, al runrún del agua que emana del jarro.

Hablemos un poco de Ortega Cano, maestro sin pupitre reconvertido por obra y gracia del bailongueo chungo en la enlutada de España con la mejor pensión de viudedad. Ortega se ha mimetizado con su Rocío -se pone en los ensayos camisetas con su foto. Ejem, ejem…- y ha cambiado el capote por el traje de faralaes. Todo por el bien de la humanidad y también del Inserso. Me mondo. Y allí anda el hombre, que ha pasado por voluntad propia de matador a matado. El lunes ganó el programa a ritmo de chachachá y agarrado a una moza de metro noventa. No se había visto el tío en otra igual. Daba vueltas al plató pinocho perdido, no sé sabe muy bien si por el meneíto y el roce del bailoteo o por la sensación orgásmica que debe producir el saber lo bien pagado que está el kilo de pirueta cuando se vende en plaza pública.

Lo saben él y también el resto de los altos representantes de la nueva fauna ibérica que se lo están llevando muerto gracias a ese reducto sifilítico del falso buenrollismo llamado ¡Mira quién baila! Si Rodríguez de la Fuente levantara la cabeza y viese por un momento en lo que se ha convertido su bosque…

Y nosotros capitalizándolo. ¡Ay!

Un servidor de ustedes, analfabeto económico vocacional, lee todos los días éste el periódico en el que trabaja, abonado desde hace tiempo a un lenguaje apocalíptico que acojona, sinceramente, y se tiene que agarrar los machos para que no se le caigan. Pero lo cierto es que al llegar a casa y encender el televisor uno se queda mucho más tranquilo. Pienso: si los tesoreros de la televisión pública, de los que se supone que son gente limpia, arregladita, maja… íntegra, han pasado por caja la Visa gubernamental para contratar los servicios -servicios de baile, aclaro- de la Obregón y la Terelu, entonces las cosas no pueden ir tan mal como se dice en El Confidencial, supongo.