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Sardá 'asesina' a varios presentadores, a alguna emisora y a toda la curia... en su nueva novela
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Sardá 'asesina' a varios presentadores, a alguna emisora y a toda la curia... en su nueva novela

Miércoles de la semana pasada. Madrid. Sardá, Javier Sardá, el otrora presentador de presentadores, oráculo televisivo, padre del show ulterior, sienta cátedra en una mesa repleta de

Foto: Sardá 'asesina' a varios presentadores, a alguna emisora y a toda la curia... en su nueva novela
Sardá 'asesina' a varios presentadores, a alguna emisora y a toda la curia... en su nueva novela

Miércoles de la semana pasada. Madrid. Sardá, Javier Sardá, el otrora presentador de presentadores, oráculo televisivo, padre del show ulterior, sienta cátedra en una mesa repleta de rostros conocidos. Sus anécdotas de viejo diablo y sus observaciones acerca de la orientación sexual de la curia vaticana son aplaudidas por celebérrimos como Concha García Campoy (Cuatro), Ana García-Siñeriz (Cuatro), Lourdes Maldonado (Antena 3) o Boris Izaguirre, su ayo fiel en las difuntas Crónicas Marcianas.

Sardá estrena novela. La segunda: El asesino de presentadores (Planeta). Y, ante la naturaleza y profesión de su público más cercano y entregado en el almuerzo, se justifica: “En realidad no tengo nada contra ningún presentador de ningún informativo. En la novela van muriendo, pero prometo que jamás les puse rostro”, añade. “Era una simple excusa para escribir una novela negra”.

Una novela “negra y mala”, en palabras del propio autor en el preámbulo del libro. Y tras el preámbulo, unas doscientas cincuenta páginas de misterios sin resolver y diatribas reflexivas sobre lo humano y lo divino, sobre todo lo divino. ¿Una novela? Más o menos, porque muchos de los párrafos que la componen han sido escritos como si tratara más bien de un ensayo, en el que Sardá salda viejas cuentas pendientes con algún que otro locutor de radio (el libro fue escrito hace aproximadamente un año).

-Quita esta emisora, joder, esto ya huele mal de por sí.

Llanes no soportaba la emisora ultraderechista de los obispos. El locutor le resultaba además de una fealdad paradójicamente femenina. Andaba esa mañana sacando mierda por la boca sobre el asesinato del presentador del telediario. Culpa del Gobierno, naturalmente. Aquí los designios de Dios, sólo se argumentaban cuando caía un gobierno socialista.

-A éste sí le hacía yo una autopsia a gusto. (Pág. 18)

 

Lo cierto es que “la emisora de los obispos”, como Sardá la llama en la novela, tiene una presencia verdaderamente notoria en el texto. También las opiniones que los diferentes personajes o incluso el narrador omnisciente tienen sobre la religión o la Iglesia. Como muestra de lo expuesto, este extracto de los primeros compases de la obra, en el que un sacerdote lee el pasaje de la resurrección de Lázaro en el oficio de un funeral.

 

Los pasajes bíblicos tienen el inconveniente de que el auditorio conoce el final de las historias. La falta de atención era manifiesta. Todo el mundo sabía que Lázaro iba a andar y punto. Además, no se puede preguntar nada. Entre los presentes, la flor y nata del periodismo español, sin poder hacer preguntas. Debería imponerse el oficio religioso-rueda de prensa:

-Oiga, ¿qué pasa?, ¿qué Jesús sólo resucitaba a sus amigos?

-¿Cómo se sabe que no era catalepsia?

-¿Podrá resucitar a Franco? (los de la emisora obispal)…

-La resurrección, ¿no es una falta de respeto de Jesús a su padre Dios, que había decidido que Lázaro pasase a mejor vida? (Pág. 29)

Pero de Javier Sardá uno se puede esperar casi cualquier cosa. Desde vomitonas valorativas en medio de una novela policiaca,  a comentarios quizá algo impostados sobre muy diversos temas. ¿Cuánto de impostados? Pregunta de difícil respuesta. Sardá sigue siendo un provocador, un showman. Sólo cabría explicar así que, después de arremeter en su obra duramente contra el gremio de los fumadores, a los que tilda como “un grupo humeante, compulsivo y vergonzante”, él mismo se fumase varios cigarrillos durante la rueda de prensa.

A modo de breve reseña:

El asesino de presentadores

Javier Sardá

Editorial Planeta

El asesino de presentadores es una novela hecha por y para Sardá; para el lucimiento de su erudición de corte progresista y libertina. Una novela que en realidad no lo es tanto, porque jamás hablan los personajes, títeres literarios de un alter ego superior que les utiliza para plasmar en el papel sus reflexiones sobre muy diferentes asuntos, que le son externos a la trama, que la paralizan, que la impiden avanzar hacia su desenlace. No hay tensión dramática, más allá de la que se ancla en la ironía y la mofa de ciertos estereotipos o conceptos. Y hasta en esto Sardá fracasa estrepitosamente, porque la historia de la literatura ha demostrado que resulta casi imposible trasladar el lenguaje de la calle a las páginas de una novela en pos de rebajar la contundencia o trascendentalidad del contenido. Los diálogos de El asesino de presentadores parecen formar parte más de un guión para el cine que de un libro policíaco. A medida que avanza la narración, el autor asesina a varios presentadores de informativos, pero sobre todo se va asesinando poco a poco a sí mismo.

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Miércoles de la semana pasada. Madrid. Sardá, Javier Sardá, el otrora presentador de presentadores, oráculo televisivo, padre del show ulterior, sienta cátedra en una mesa repleta de rostros conocidos. Sus anécdotas de viejo diablo y sus observaciones acerca de la orientación sexual de la curia vaticana son aplaudidas por celebérrimos como Concha García Campoy (Cuatro), Ana García-Siñeriz (Cuatro), Lourdes Maldonado (Antena 3) o Boris Izaguirre, su ayo fiel en las difuntas Crónicas Marcianas.

Javier Sardá