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Marité, esa Bette Davis de brasero
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Marité, esa Bette Davis de brasero

Corría el año 1962. Bette Davis acababa de terminar el rodaje de ¿Qué fue de Baby Jane?, una muy estimable película de Robert Aldrich. Pero el

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Marité, esa Bette Davis de brasero

Corría el año 1962. Bette Davis acababa de terminar el rodaje de ¿Qué fue de Baby Jane?, una muy estimable película de Robert Aldrich. Pero el melodrama ya estaba de capa caída en Hollywood. Los tiempos cambiaban, las actrices también. Así que a Davis, siempre irónica y mordaz, se le ocurrió la brillante idea de pagar un anuncio por palabras en Variety, hoy ya mítico, que rezaba: “Madre de tres hijos. Divorciada. Americana. Treinta años de experiencia en el cine. Capaz aún de moverse y más afable de lo que se rumorea. Desea empleo estable en Hollywood (estuvo ya en Broadway). Bette Davis”.

El lunes, pasó algo similar en Sálvame, que es lo más parecido que tenemos en España a una industria del entretenimiento; una especie de Hollywood cañí. Visitaba la meca del cátodo María Teresa Campos, otrora caballo ganador de todas las carreras; hoy, yegua coja. “Periodista, con Ondas, con dos, busca complementar lo que hace, que está muy contenta con ello, con el debate informativo que ha hecho siempre”, dijo. "He venido aquí a buscar trabajo", añadió.

Es del todo asumible, es hasta respetable, que viejas glorias del carnaval reivindiquen de nuevo su correspondiente lugar en el Olimpo de la desmesura. Hay derechos inalienables. Y el derecho a hacer el ridículo es quizá el más inalienable de todos ellos. Pero duele en lo más profundo del alma ver a Marité, mujer de brasero, compararse con la Margo Channing de Eva al Desnudo, la Charlotte Vale de La extraña pasajera o la Julie Marsden de Jezabel. Campos matizó: "Salvando las enormes distancias con Bette Davis, no vaya a venir ahora un hijo de su madre a decir que me he comparado con ella". Pero siempre hay algún hijo de su madre por ahí suelto.

Sin embargo, hay algo peor que esa (no) comparación. Al fin y al cabo, Bette Davis lleva muerta más de veinte años. Se retorcerá en su tumba un par de días, pero lo superará. Lo realmente peligroso es que María Teresa Campos esté mendigando a estas alturas un alto cargo como moderadora de una tertulia política, después de haber hundido sin remisión La mirada crítica, a la que quiso reconvertir en un híbrido imposible entre La clave y Con las manos en la masa.

En realidad, Bette Davis jamás dejó de hacer buenas películas -hizo también otras regulares-. Con el mismo grado de coherencia, Marité siempre ha hecho malos programas. Como homenaje a ambas, cortadas desde luego por el mismo patrón, ahí va un anuncio por palabras:

Crítico de televisión. Hijo de su madre. Sin Oscar ni Ondas ni ganas. Recomienda a presentadora estrella claudicar en su irreflexivo intento de volver a la tertulia política. Vuelva al corrillo. Será lo mejor para todos.

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Corría el año 1962. Bette Davis acababa de terminar el rodaje de ¿Qué fue de Baby Jane?, una muy estimable película de Robert Aldrich. Pero el melodrama ya estaba de capa caída en Hollywood. Los tiempos cambiaban, las actrices también. Así que a Davis, siempre irónica y mordaz, se le ocurrió la brillante idea de pagar un anuncio por palabras en Variety, hoy ya mítico, que rezaba: “Madre de tres hijos. Divorciada. Americana. Treinta años de experiencia en el cine. Capaz aún de moverse y más afable de lo que se rumorea. Desea empleo estable en Hollywood (estuvo ya en Broadway). Bette Davis”.

María Teresa Campos