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La deriva fucsia de Buenafuente
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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La deriva fucsia de Buenafuente

El mejor desprecio, dicen, es no hacer aprecio. Por eso es difícil entender la deriva fucsia que le ha entrado al bueno de Buenafuente. Ahora, los

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La deriva fucsia de Buenafuente

El mejor desprecio, dicen, es no hacer aprecio. Por eso es difícil entender la deriva fucsia que le ha entrado al bueno de Buenafuente. Ahora, los lunes los dedica a ‘reventar’ exclusivas a la Patiño y su superpandi de chafarderos; una forma sutil de llamarles apestados. Trabajo inane, por otro lado, porque ese adjetivo es para ellos un epíteto. Pura redundancia.

La semana pasada, el humorista entrevistó a la Baronesa Thyssen. Un gag de los suyos como otro cualquiera. Naufragó Buenafuente entre óleos de Caravaggio y Monet. Le mareó el olor a pintura; le pudo el miedo a que sus preguntas pudieran incomodar a tan ilustre invitada. Y no hay peor entrevista que la que escribe el encuestado, de forma directa o indirecta.

Este lunes les toca el turno a Juan Ribó y Pastora Vega. Quizá no les conozcan de nada, y no me extraña, pero después de la señora Pantoja, probablemente la suya es la entrevista por la que mojan más las calzas (y mojarían las carteras) los buitres de la periferia periodística.

Les hablo a priori de esta no entrevista, porque a posteriori no tendrá el más mínimo interés. Víctima de esa dignidad autoimpuesta –en este caso quizá mal entendida- y deudor de tan rigurosa exclusiva, se verá obligado Buenafuente a regalar a sus invitados rosas sin espinas.

No creo, sinceramente, que su audiencia se lo agradezca. No lo hizo desde luego en el caso de Tita Cervera. El suyo no es el público que demanda morbo por defecto. Tampoco creo que le interese demasiado el discurso de Ribó y Vega como insignes actores de teatro. Así que cabe entender esta tertulia de patio de vecinas como un homenaje de Buenafuente a Buenafuente; con un mensaje claro: “Patiño, soy mejor que tú”. Sin embargo, el mejor desprecio, dicen, es no hacer aprecio.

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El mejor desprecio, dicen, es no hacer aprecio. Por eso es difícil entender la deriva fucsia que le ha entrado al bueno de Buenafuente. Ahora, los lunes los dedica a ‘reventar’ exclusivas a la Patiño y su superpandi de chafarderos; una forma sutil de llamarles apestados. Trabajo inane, por otro lado, porque ese adjetivo es para ellos un epíteto. Pura redundancia.

Andreu Buenafuente