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El fin de un ciclo y Telecinco en calzoncillos
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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El fin de un ciclo y Telecinco en calzoncillos

Mientras Pilar Rubio vomitaba en Facebook aforismos bíblicos sobre buenos y malos que no entiende nadie, pues sin pinganillo vive la pobre en la más absoluta

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El fin de un ciclo y Telecinco en calzoncillos

Mientras Pilar Rubio vomitaba en Facebook aforismos bíblicos sobre buenos y malos que no entiende nadie, pues sin pinganillo vive la pobre en la más absoluta imposibilidad de comunicación, Telecinco elegía en cónclave secular a su sustituto al frente del bucle infinito de telebazofia, a lo que ellos, en su indudable compromiso con el decoro del lenguaje, denominan eufemísticamente telerrealidad.

La cadena de Vasile cerrará la decimosegunda edición de Gran Hermano (ya ni los dedos de la mano nos dan para contarlas) y abrirá, sin solución de continuidad, no se van a ir siquiera a publicidad, otra revolucionaria forma de reality: un all stars sin Kobe Bryant ni Gasol, pero con las mejores pieles que han pasado por todos los espacios de este tipo que ha emitido la cadena a lo largo de su refulgente historia (lean la noticia en Vertele). Al parecer, no lo presentará Mercedes Milá, esa mujer tan orgullosa de sí misma, de su involución profesional y hasta de mear en la ducha, sino su fiel escudero y segundo de a bordo en esto de tratar con vagos y maleantes, Jordi González. 

Hotel Glam, Supervivientes, Las joyas de la corona, La casa de tu vida, Gran Hermano, Esta cocina es un infiernoTodo pasará por la batidora de unos programadores abocados irremediablemente al fornicio. Originalísima idea, si se percatan. Como ahora en televisión sólo funcionan masivamente la violencia y lo retrospectivo, mezclar ambos conceptos es la mejor opción para que la cadena no se les venga abajo. No les extrañe, por tanto, que en un abandono voluntario del sentido del ridículo, van ya unos cuantos, Jordi presente el espacio disfrazado de Águila Roja desde el castillo de Loarre. Todo por el share.

Reciclado monstruos

No deja de ser sintomático que, tras estar diez años consecutivos fabricando monstruos en cadena a lo Henry Ford, Telecinco tenga que recurrir a los más contrahechos de sus adefesios para retrasar la que será la crisis más aguda de su historia. Las veinticuatro horas de programación de esta cadena están confeccionadas con una lógica aplastante y dirigidas a un perfil concreto, muy definido, que apenas tiene que cambiar de canal a lo largo de toda la jornada. Del informativo matinal, ahora en manos de Concha García Campoy, antes lo estuvo incluso en las de María Teresa Campos, al vodevil de Ana Rosa Quintana. De ahí a Mujeres hombres y lo que se tercie que, con el interludio de un informativo narrado en clave de suceso, da paso a cuatro horas de Sálvame.

Todos esos programas se aprovechan de las sinergias del reality de turno. La franja en la que Ana Rosa ha machacado históricamente a Susanna Griso es la dedicada a dialogar sobre Gran Hermano; algunos tronistas de Mujeres y Hombres han salido también del programa de Milá; muchos de los colaboradores de Sálvame, La Noria o Enemigos íntimos han pasado por alguno de estos concursos. El informativo es, de momento, de todo el day time de la cadena, el único espacio que no ha recurrido a la cantera de homeless, pero si alguna de las ex de alguno de los realities se lía con Casillas, acabará probablemente presentando los Deportes.

Operación Triunfo, sin embargo, tenía más sesgo teenager que una piruleta con forma de corazón. Era un producto hecho por y para piolines que, al margen de su archiconocido fracaso de audiencia, no generaba retroalimentación por ninguna parte. Y el reality de turno debe ser siempre la pieza central, la clave maestra, del diseño de la programación de Telecinco. Por eso están en la cadena que se muerden las uñas. Ha caído OT, pero ellos temen que detrás vayan formatos más estratégicos como Más que baile, Supervivientes y, en última estancia, Gran Hermano. De momento negocian a marchas forzadas con Jesulín de Ubrique para que participe en alguno de estos espacios y dé de comer a toda la troupe durante tres meses. Puede que, con golpes de efecto como estos, sostengan el invento un tiempo, pero lo cierto es que la TDT amenaza con cerrar un ciclo y a Telecinco la buena nueva (para nosotros, que no para ellos) les pilla en calzoncillos.

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Mientras Pilar Rubio vomitaba en Facebook aforismos bíblicos sobre buenos y malos que no entiende nadie, pues sin pinganillo vive la pobre en la más absoluta imposibilidad de comunicación, Telecinco elegía en cónclave secular a su sustituto al frente del bucle infinito de telebazofia, a lo que ellos, en su indudable compromiso con el decoro del lenguaje, denominan eufemísticamente telerrealidad.