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El caso Asunta o necrofilia con tostadas
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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El caso Asunta o necrofilia con tostadas

Nacho Abad Susanna Griso Chicote Top Chef

Foto: Nacho Abad junto a Susanna Griso en la presentación de la nueva temporada de Espejo Público
Nacho Abad junto a Susanna Griso en la presentación de la nueva temporada de Espejo Público

No hay nada como levantarse de buena mañana y encender el televisor para comprobar con alivio que, por muy mal que se te dé lo de sobrevivir, siempre hay alguien al que la vida le va bastante peor que a ti. A esa hora, el trío lalalá inyecta, vía catódica, la dosis de horror necesaria para que toda ama de casa infiera -por comparación- que su vida merece la pena lo suficiente como para seguir bajando a comprar el pan cada mañana, pero no tanto -por extensión- como para dejar de conectar con esa oda diaria a la muerte que le paga los Vuitton a todas las divas del magacineo mañanero. Lo cierto es que desayunar todos los días acompañados del asesino de El Salobral y sus homólogos, el de la catana, el de la corbata o el de la cuchara, acaba resultando parcialmente incómodo. Se te acaba atravesando el sobao. Pero, como diría el desaparecido Luis Mariñas, “así son las cosas”. O, mejor dicho, así están.

Ahora la pauta la marca la pequeña Asunta, cuyo caso abría este miércoles, incluso, y de forma inexplicable, las revistas del corazón. El morbo es eso que puede llegar a provocar que un parricidio comparta portada con los pechos siliconados de la bien pagá de turno que confiesa divorcio prematuro. Hay más buitres por centímetro cuadrado de papel prensa que parados de larga duración en esta España de esquela y velatorio. Y en televisión la cosa se agudiza. Sesión continua de El hombre y la tierra. Antes de que se dibuje la silueta de un cadáver se produce un cónclave de reinas rapaces de la mañana al olorcillo de la tiza en su roce con el asfalto, todas ellas vestidas con gabardina 'Colombo' y sombrero de ala. Inexplicablemente, los reporteros de los magacines se personan en el escenario del crimen antes que la víctima. Y entonces el share se dispara con la misma facilidad que la escopeta de Froilán.

En el empeño de aglutinar en plantilla las mejores especies de rapiña, Susanna Griso, que es una versión 'remasterizada' de Félix Rodríguez de la Fuente vestido por Chanel, se hizo con los servicios de Nacho Abad para esta nueva temporada de caza. Aun con la baja del sepulturero, Ana Rosa sigue cortando el bacalao en la funeraria y los enfrentamientos a pie de calle entre reporteros por sonsacar al vecino del quinto o las malas artes para conseguir falsas exclusivas se suceden, mientras la Asociación de la Prensa discute en cónclave a quién entregar este año el Premio de Honor.

El espacio se resume en una batería de desgracias narradas en tono solemne, fúnebre, a ritmo de saeta, de verso de Jorge Manrique. Fast food para necrófagos

El asesinato de Asunta Basterra es la gota que ha colmado el vaso. Tres horas diarias especulando sobre los motivos que provocaron la muerte de la menor con la única intención de engordar los GRPs que consumen las campañas de Coca-Cola y El Corte Inglés. El asunto llegó al late night del martes, donde Sandra Barneda (Telecinco) y el citado Abad (Antena 3) se enfrentaron para defender los colores de sus cadenas. Ganó el negro, como cabía esperar.

La televisión pública, obligada por una cuestión de decoro institucional a mostrarse más comedida en estas cuestiones, se ha inventado un programa nuevo, Entre todos, para seguir explotando el drama ajeno en horario vespertino. Lo presenta una mujer, Toñi Moreno, que es una especie de versión arriquitaun de Ken Loach. Ella explora la calamidad del parado desde una óptica buenrollista y supuestamente solidaria. Esa es la coartada. “Son las cinco y veintidos minutos y están viendo la cara de dos luchadores. Son Joaquín y Deli, un matrimonio que está aquí por sus hijos. Ellos llevan tanto tiempo en paro que necesitan sentirse útiles”. La tía exprime el lagrimal de sus invitados y después les regala un peluche de tómbola de esos que acaban decorando las camas de las casas por las que pasa Callejeros, mientras una voz agitanada dice: "¡Mire usted cómo vivimos!"

Cómo será el percal, que el Consejo General de Trabajo Social (CGTS) ha interrumpido la hora del desayuno del funcionariado (habitualmente de 8:00 h. a 15:00 h.) para pedir a la corporación la retirada del programa porque “es un claro ataque al estado de bienestar, a la universalidad de los derechos sociales y supone sólo un parche para los problemas de las familias, cuya dignidad no se respeta”.

Razón no les falta. El espacio se resume en una batería de desgracias narradas en tono solemne, fúnebre, a ritmo de saeta, de verso de Jorge Manrique. Una tras otra, sin respiro, en lo que puede ser entendido como un ejemplo de pornografía del drama mundano. Más de lo mismo. Un acto de perversión que roza lo enfermizo, que se inicia a las 9 de la mañana y hay días, como el martes pasado, que acaba bien entrada la madrugada. Todo con la intención de alimentar la paranoia de nuestra España más profunda, de explotar nuestra concepción fúnebre de la vida, nuestro inherente y perverso masoquismo. Fast food para necrófagos. Telebasura, pues, en estado puro.

No hay nada como levantarse de buena mañana y encender el televisor para comprobar con alivio que, por muy mal que se te dé lo de sobrevivir, siempre hay alguien al que la vida le va bastante peor que a ti. A esa hora, el trío lalalá inyecta, vía catódica, la dosis de horror necesaria para que toda ama de casa infiera -por comparación- que su vida merece la pena lo suficiente como para seguir bajando a comprar el pan cada mañana, pero no tanto -por extensión- como para dejar de conectar con esa oda diaria a la muerte que le paga los Vuitton a todas las divas del magacineo mañanero. Lo cierto es que desayunar todos los días acompañados del asesino de El Salobral y sus homólogos, el de la catana, el de la corbata o el de la cuchara, acaba resultando parcialmente incómodo. Se te acaba atravesando el sobao. Pero, como diría el desaparecido Luis Mariñas, “así son las cosas”. O, mejor dicho, así están.

Nacho Abad Alberto Chicote