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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Adán y Terelu

La historia del pene en la pequeña pantalla es relativamente corta. Tanto como el entrañable artefacto amatorio de aquel venezolano venido a menos llamado Boris Izaguirre.

Foto: Imagen promocional del programa de Cuatro 'Adán y Eva' de la edición alemana
Imagen promocional del programa de Cuatro 'Adán y Eva' de la edición alemana

La historia del pene en la pequeña pantalla es relativamente corta. Tanto como el entrañable artefacto amatorio de aquel venezolano venido a menos llamado Boris Izaguirre. Sus desnudos en Crónicas Marcianas representan algunas de las escasas muestras explícitas de algo parecido a un falo que han superado la férrea censura de la dictadura del píxel.

En este sentido, hubo una generación de jóvenes que nos dejamos la vista intentando adivinar curvas y posturas los viernes por la noche en la versión codificada del Canal Plus. Mis amigos y yo lo llamábamos “porno mosaico”. Ese peregrino, digamos también turbio, despertar sexual nos ha marcado para siempre y ahora nos da miedo desclasificar los penes, sin duda la más reservada de las materias Marca España.

La audiencia tenía una cita este martes en Cuatro con su subyugada (pro)pulsión sexual. Dos penes y dos pubis quedaban a merendar en una isla desierta y, como no podía ser de otro modo, Mediaset estaba ahí para grabarlo. Siempre está. En todas las orgías y bacanales hay un cámara de la empresa. A veces tengo la sensación de que “el arquitecto” –como llamaban a Dios en Matrix– trabaja para Vasile como informante.

El asunto tiene, efectivamente, dimensiones bíblicas, como los atributos de algunos arquitectos del potaje chafarderil. El formato se llama Adán y Eva y sus protagonistas tienen la única misión de intimar en pelota picada. Efectista y efectivo a la vez. El mismo caramelo de siempre, pero con distinto envoltorio. Para ser exactos, sin envoltorio.

Lo mismo de siempre y sin embargo la gente de a pie se ha abierto las carnes en Twitter y los periodistas han hecho lo propio en sus crónicas. Y, sinceramente, no lo entiendo. Hemos soportado casi en silencio 15 ediciones de Gran Hermano y hemos trepado por el deteriorado tabique nasal de Belén Esteban hasta la cúspide de la verdadera pornografía, pero lo de los penes y los pubis no estamos dispuestos a tolerarlo.

Si uno lo piensa, ver desnuda a la gente facilita mucho las cosas. Hay un momento (no visto) en el cine de Almodóvar que es revelador en este sentido. Pertenece a la película Hable con ella. Una enfermera entra en una de las habitaciones de un hospital y se encuentra con uno de los dos protagonistas del film, Marco (interpretado por Darío Grandinetti). Lo mira atentamente. Y ya. Sin embargo, leí en una ocasión el guion de esta cinta. La indicación de Almodóvar a la actriz que interpretaba a la enfermera era (de memoria) la que sigue: “Ella entra, lo mira y piensa: ‘Este tío tiene que ser pollón'”.

Telecinco nos ha puesto fácil resolver estas dudas habituales los martes en prime time. Pero, ya ven, hay cosas que nos sacan los colores. Sin embargo, nos parece tan normal que Terelu Campos cobrara al día siguiente más pasta por enseñar su nuevo ático en la portada de una revista de lo que gana un ingeniero aeronáutico en toda su vida. ¿Que qué tiene que ver? Pues mucho, porque en el trecho que separa el Génesis de la era Terelu yo he dejado de comprender las razones mundanas que motivan la indignación de la gente.

A mí los penes y los pubis no me indignan. A mí me indigna, por ejemplo, que Cuatro ya no sea la cadena que era. Si yo fuera Telecinco, esa madre cansada de hacer la calle, habría aconsejado de otro modo a la pequeña de la casa. Le diría: este no es el camino, hay otros… otros públicos, otros perfiles, otros trabajillos que hacer.

Haría lo mismo si fuese la madre de Terelu Campos. Le diría: hija, este no es el camino, hay otros... otros trabajillos que hacer. De todos modos, es de agradecer que la hijísima haya evitado al menos salir sin ropa en portada. Yo abogo por perder el miedo al desnudo, pero con unos límites, claro. Sólo espero, en esta misma línea de sentido, que a Mediaset no se le ocurra hacer la versión kids de Adán y Eva. Conociéndolos… Por lo demás, me sigue pareciendo más digno y menos perjudicial ver el pene de un NiNi en la tele (yo de hecho tengo un pene, pero no se lo digan a nadie) que ver la jeta de una NiNi (de buena familia, eso sí) en la portada de una revista.

La historia del pene en la pequeña pantalla es relativamente corta. Tanto como el entrañable artefacto amatorio de aquel venezolano venido a menos llamado Boris Izaguirre. Sus desnudos en Crónicas Marcianas representan algunas de las escasas muestras explícitas de algo parecido a un falo que han superado la férrea censura de la dictadura del píxel.

Terelu Campos Mediaset Telecinco María Teresa Campos