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'Show Me a Hero': las cloacas de la política triunfan en televisión
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Aloña Fernández Larrechi

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Aloña Fernández Larrechi

'Show Me a Hero': las cloacas de la política triunfan en televisión

David Simon regresa con una producción basada en hechos reales y protagonizada por Oscar Isaac, que da vida a Nick Wasicko, alcalde de la localidad norteamericana de Yonkers

Foto: Oscar Isaac en un fotograma de 'Show Me a Hero'
Oscar Isaac en un fotograma de 'Show Me a Hero'

A pesar de que en 1987, con tan sólo 28 años, Nick Wasicko ya había alcanzado sus aspiraciones políticas siendo concejal de su localidad natal, Yonkers, no pudo resistirse a los encantos y las palabras de aquellos que le animaban a presentarse a la alcaldía. Eran pocos los vecinos que le conocían, y muchos los que trataban de esquivarle cuando se acercaba a contarles sus planes para la ciudad, en una campaña que tenía por lema “No te enfades, consigue un nuevo alcalde”. Sus enemigos políticos se preocuparon por mantenerlo fuera de los actos oficiales que le ayudarían a darse a conocer. El presupuesto de su campaña era mucho menor que el de sus contrincantes.

Pero Wasicko logró vencer por algo más de mil votos al republicano Angelo Martinelli, un publicista adinerado que llevaba 12 años en el cargo, muchos de los cuales los pasó oponiéndose a la integración del 18% de la población afroamericana e hispana de la ciudad en las escuelas, y negándoles el acceso a las viviendas públicas de los barrios de mayoría blanca. Wasicko trató de mantenerse al margen sobre este asunto durante su campaña. Pero la segregación de las minorías de la ciudad no era sólo un problema de Yonkers, sino que formaba parte de un caso de la corte Federal desde 1980, un inconveniente que acabaría marcando la carrera política de Wasicko.

Con esta historia regresará el próximo domingo a HBO David Simon. Veinte meses después de despedir Tremé, su particular y arriesgada visión de las consecuencias que tuvo para Nueva Orleans el huracán Katrina, el guionista y productor vuelve con Show Me a Hero, una adaptación de ensayo homónimo escrito en 1998 por Lisa Belkin.

En él, la periodista se adentra en la historia de la localidad neoyorquina de Yonkers y en la de Nick Wasicko, el hombre que en once años antes se convirtió en el alcalde más joven de Estados Unidos. Paul Haggis (Crash) es el encargado de dirigir la miniserie, que en España emitirá Canal+ Series, mientras que para encarnar a Nick Wasicko el elegido ha sido Oscar Isaac, al que muy pronto podremos ver en los próximos episodios de la saga de Star Wars. James Belushi interpretará a Martinelli, mientras que Alfred Molina y Winona Ryder harán lo propio como Henry J. Spallone y Vinni Restiano, dos miembros del consejo de la ciudad. Catherine Keener, Jon Bernthal (The Walking Dead) y la argentina Carla Quevedo en el papel de la esposa de Wasicko también forman parte de esta producción, que en palabras de Simon, trata de contar cómo se practica hoy en día la política en América.

En Show Me a Hero, preestrenada el pasado martes con buenas críticas, Simon ha contado de nuevo con la ayuda de su compañero de fatigas en el Baltimore Sun William F. Zorzi, con el que trabajó en las tres últimas temporadas de The Wire. Juntos han desarrollado una historia que mantiene la esencia de sus creaciones previas, que plantean al espectador cuestiones que forman parte de su vida. A pesar de que Show Me a Hero se ambienta tres décadas atrás, los problemas acarreados por la segregación racial y la discriminación son equiparables a los que el país vive en la actualidad.

Algunos políticos ejemplares

La política es un tema que siempre tiene éxito en la pequeña pantalla, ya sea en el género de la comedia o en el drama. Pero a pesar de que la cultura norteamericana es muy dada a explotar las ejemplares, o no, vidas de sus políticos, y ahí está el cine para demostrarlo, las series de televisión son menos aficionadas a las adaptaciones biográficas. Hasta la llegada de Show Me a Hero, la referencia más cercana en el género fue Boardwalk Empire, también de HBO. La serie creada por Terence Winter y producida por Martin Scorsese narró durante cinco temporadas las andanzas del político corrupto de Nueva Jersey, Enoch L. Thompson, más conocido como Nucky. Fueron sus padres los que inculcaron en él su vocación de servicio, no por razones altruistas, sino para escapar del duro trabajo en el campo.

Muy pronto, Nucky aprendió que la política y el proceso electoral eran sólo un juego al que uno debía jugar si estaba dispuesto a manipular la ley a su antojo. Con 21 años fue nombrado lugarteniente del sheriff, siendo este su propio padre, para intercambiar sus puestos cuatro años después. Arrancaba así una carrera política que se convirtió en su única dedicación cuando falleció prematuramente. Esto le llevó a convertirse en uno de los personajes más corruptos de la primera mitad del siglo XX, un hombre para el que el chantaje, la manipulación y los sobornos formaban parte de la política.

Si nos ocupamos de los personajes más brillantes de la política norteamericana, la televisión ha demostrado especial predilección por aquellos que hicieron posible la Revolución Americana. Tras la adaptación en 2008 de la biografía de John Adams, el enfrentamiento entre los patriotas y los colonos, menos peliagudo para la audiencia que la Guerra de Secesión, ha vuelto a la parrilla televisiva. Y lo ha hecho por partida doble. El canal History estrenó en enero la miniserie de tres episodios Sons Of Liberty, en la que narraba las actividades de la organización de patriotas americanos, conocidos como Hijos de la Libertad. La historia está ambientada unos años antes que la serie de AMC Turn: Espías de Washington, que desde 2014 se centra en otra organización que luchó contra la invasión británica, la del anillo Culper, considerada por muchos como la primera organización de espías de la historia del país. En ambas producciones tienen un papel relevante personalidades históricas de la talla de Benjamin Franklin o George Washington.

Escándalos inspiradores

Sin embargo, la ficción televisiva no busca únicamente narrar hechos históricos o homenajear figuras reconocidas a la hora de ficciones políticas. A veces, únicamente se sirve de los hechos reales para inspirarse y construir un relato nuevo. Ejemplo de ello es uno de los dramas más longevos de la televisión actual, la serie de la CBS The Good Wife. La serie comenzó con una rueda de prensa y una pareja como foco de atención de numerosos periodistas, una escena muy similar a la que protagonizaron en 2008 el gobernador Eliot Spitzer y su esposa, y que sirvió para inspirar a los creadores de la producción, Robert y Michelle King. Sin embargo, la vida de la esposa de Spitzer, que se divorció el año pasado con un acuerdo de más de siete millones de dólares, poco se parece a la de la paciente esposa de la ficción.

Para sacar jugo a los escándalos más suculentos del Gobierno y las instituciones estadounidenses, la más indicada es Shonda Rhimes y su serie Scandal, inspirada en la gestora de crisis, o coloquialmente llamada “solucionadora”, Judy Smith. A pesar de que la experiencia de Smith con la política se limita a la segunda mitad del mandato de George Bush como asistente y secretaria de prensa adjunta, el rápido entendimiento de Smith con Rhimes hizo posible que la solucionadora se convirtiese en asesora de la producción. Para ser el burdo, pero adictivo, retrato político que es, Scandal ha utilizado en sus tramas algunos de los escándalos más relevantes de los últimos años. La trama del presidente Fitz con su ayudante Amanda Tanner, con la que arranca la serie, se basa en la historia entre Clinton y Lewinsky. Pero también ha habido espacio para casos menos relevantes como el del congresista californiano Gary Condit o el candidato a la alcaldía de NY Anthony Weiner, al que su gusto por la fotografía terminó costándole caro.

Más pausado y más sutil que estos retratos fue el que en 2004 realizó, precisamente, David Simon. A pesar de que el guionista y productor siempre ha aclarado que para crear a Tommy Carcetti, el ambicioso concejal de Baltimore que aparece en The Wire, se inspiró en varios políticos locales, las similitudes entre la carrera de Martin O’Malley, aspirante a la candidatura demócrata a las elecciones presidenciales de 2016, y la de Carcetti son evidentes. Las elecciones a la alcaldía de Baltimore que vemos en la ficción son una versión de los comicios de 1999, en los que el candidato demócrata blanco O’Malley/Carcetti lograba imponerse a los dos contrincantes afroamericanos. Años después, ambos alcanzarían su soñado puesto de gobernadores con catorce meses de diferencia.

El rodaje de The Wire tuvo lugar durante los últimos cinco años de O’Malley como alcalde de Baltimore. Y fue a él a quien Simon le dijo que si la visión que la serie ofrecía de la ciudad no le gustaba, entonces la producción se trasladaría a Philadelphia. “¿Y entonces será una historia sobre Philadelphia?”, preguntó el regidor. A lo que Simon respondió que no. Como el mal se iba a hacer igual O’Malley miró hacia otro lado y permitió que el rodaje de la serie continuase en Baltimore para, a pesar del escarnio, obtener beneficios económicos. Y mientras únicamente pensaba en las arcas municipales, y no en su imagen o en la de la ciudad, Simon llevaba a la ficción la manipulación de las estadísticas de la reducción del crimen en las ciudades. Una historia que llegó a oídos del creador por boca de alguno de los integrantes del equipo del alcalde en 2002. Parece evidente que, a la hora de construir una ficción política, la “casual” inspiración aparece con los chismorreos y los secretos, mientras que las adaptaciones biográficas más formales se convierten en series cuando les precede cierta relevancia histórica.

A pesar de que en 1987, con tan sólo 28 años, Nick Wasicko ya había alcanzado sus aspiraciones políticas siendo concejal de su localidad natal, Yonkers, no pudo resistirse a los encantos y las palabras de aquellos que le animaban a presentarse a la alcaldía. Eran pocos los vecinos que le conocían, y muchos los que trataban de esquivarle cuando se acercaba a contarles sus planes para la ciudad, en una campaña que tenía por lema “No te enfades, consigue un nuevo alcalde”. Sus enemigos políticos se preocuparon por mantenerlo fuera de los actos oficiales que le ayudarían a darse a conocer. El presupuesto de su campaña era mucho menor que el de sus contrincantes.

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