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Pero... ¿está muerto o no? 'The Walking Dead' o la vida bajo el miedo al 'spoiler'
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Aloña Fernández Larrechi

Desde Melmac

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Aloña Fernández Larrechi

Pero... ¿está muerto o no? 'The Walking Dead' o la vida bajo el miedo al 'spoiler'

Las nuevas tecnologías mejoran la experiencia de visionado, pero también tienen sus inconvenientes

Foto: Glenn en un cartel promocional de The Walking Dead
Glenn en un cartel promocional de The Walking Dead

Ser seguidor de una serie de televisión en estos tiempos es una afición de riesgo. Mucho más que hace unas décadas. Para ver las temporadas nuevas, el fan pasa por una sufrida espera, que se alarga durante meses y solo se mitiga unas semanas. Vive con la incertidumbre de que su serie favorita sufra una inoportuna cancelación. O le atemoriza la posibilidad de que el creador de turno decida acabar con el personaje más querido por la audiencia...

Y a todo ello se suma un enemigo mucho más peligroso. Ese que permanece al acecho esperando estropear el próximo episodio al espectador más despistado. O el que se adelanta meses al calendario de la serie y resuelve incógnitas muy relevantes que cambian completamente la espera de la nueva temporada. El enemigo es internet. Y aunque suele ser 'Juego de Tronos' la producción que año tras año contribuye a corroborar esta afirmación, en esta ocasión es el devenir de la sexta temporada de 'The Walking Dead' lo que contribuye a apoyarla.

La serie basada en los cómics de Robert Kirkman regresó hace un mes con la peor audiencia en Estados Unidos de los últimos tres años ('solo' 14 millones de espectadores). Las opiniones sobre su regreso son para todos los gustos, pero lo que realmente ha provocado ríos de tinta y horas de conversación (y sigue en ello) es la posible muerte de un personaje muy importante. En el tercer episodio, Glenn, uno de los pocos supervivientes del elenco inicial de la serie, queda atrapado junto a un compañero en un callejón al que no dejan de llegar zombis. A pesar de que para refugiarse se suben a un contenedor, ambos caen y la última vez que vemos a Glenn en pantalla es con la horda de zombis tratando de degustar unas vísceras.

¿Son las suyas? ¿No? ¿Consigue Glenn salir de ahí con vida? ¿O es una treta de los creadores para jugar con los espectadores y mantener la intriga? Soy consciente de que esto último es la razón de ser de muchas producciones, pero también hay quien ha expresado su desagrado al respecto, como si el misterio y la incertidumbre estuviesen vetados en la serie. Estas y cientos de preguntas más han circulado desde el 26 de octubre en páginas dedicadas a la serie, en medios especializados y en otros que no lo son. Los seguidores comparten sus teorías en las redes sociales y hasta los títulos de crédito, quién nos lo iba a decir, se someten a un riguroso examen. Todo sirve para seguir alimentando el desconcierto. Al que algunos ponen fecha de caducidad.

El destripe

Todo aquel que se considere seguidor de una serie de televisión debe estar al día de las novedades de la producción y tener sus propias teorías sobre el devenir de la historia. Además de intercambiarlas con otros espectadores, a los que probablemente ha recomendado la serie, el fan puede encontrar foros en los que exponer sus ideas ante desconocidos. O crear material propio acerca de la producción en un blog y seguir cuentas de redes sociales relacionadas con la misma, ya sea la oficial, las creadas por grupos de fans o la del mismísimo protagonista. Esta marea informativa es producto del éxito de las propias producciones, que despiertan el interés y el deseo de saberlo todo sobre la serie en millones de espectadores. Pero al exceso de información le acompañan dos grandes inconvenientes que perjudican a las propias producciones. El primero es un vocablo extranjero tan agotadoramente explotado como 'runner', el 'spoiler'.

Porque si algo es probable que suceda en las próximas semanas, es que muchos de los seguidores de 'The Walking Dead' se pasen el lunes protestando por haberse encontrado en una página web, en un tuit o en un selecto grupo de WhatsApp la situación vital de Glenn. Esa que llevaba semanas rondándole, robándole horas de sueño, restando conversaciones al estado de forma de Cristiano Ronaldo. El temido 'spoiler', o destripe en nuestro idioma, aparece en esos mismos lugares en los que se busca información con la que mantenerse a la última. Lo queremos todo.

Queremos que nos cuenten la última curiosidad de la producción que más nos interesa, pero que nos mantengan vírgenes hasta que nuestra agenda nos permita encontrar un hueco para ver el episodio en cuestión. Queremos que nos den pistas sobre lo que nos espera en la próxima entrega de 'Juego de Trono's, pero no que nos desvelen lo que sucede con el dichoso Jon Snow. Y no puede ser. Como tampoco puede ser que cada vez restrinjamos más el coto sobre lo que se puede contar de una serie y lo que no, convirtiendo las sinopsis en un juego de palabras de difícil comprensión. O que continuemos considerando que una década no es tiempo suficiente para hablar de una serie con total libertad, y cualquier conversación se convierta en un nido de bombas, en la que cada palabra conduzca al pánico de nuestros interlocutores.

Eran otros tiempos

El segundo inconveniente de la sobreexposición del espectador a ese tipo de información es la desaparición del enigma ante lo que pueda pasar en la historia.Tanto si queremos como si no, es fácil que antes de ver el capítulo nos hayamos encontrado con alguna información sobre el mismo. Algo que me lleva a sentir cierta nostalgia por los noventa. Sí, esa década, la de los Juegos Olímpicos de Barcelona y 'Sensación de vivir', la misma que nos trajo la inagotable 'Macarena'. Por aquel entonces, sin teléfonos móviles ni internet, los seguidores de la serie de Brandon y Brenda esperábamos a comprar la 'Super Pop' cada semana para mantenernos informados del devenir de la serie. Te conformabas con cuatro páginas de fotos con fondos chillones y poco texto. Lo más probable era que llegases al próximo capítulo tan inocente como terminaste el anterior, a pesar de las teorías convenientemente dialogadas en el recreo. Pero la inversión merecía la pena, ya que a la revista la acompañaban los pósteres que ponías en la habitación y las pegatinas con las que decorar la carpeta. Todo un chollo.

Sin embargo, lo que los fans hemos ganado a la hora de expresar nuestra afición lo hemos perdido a la hora de enfrentarnos a cada episodio. Ya no hay dónde poner las pegatinas, así que nos compramos camisetas, pero tampoco hay dónde meterse cuando en la serie de turno se produce un hecho sorprendente, una boda roja, y se convierte en una de las noticias del día. Y llegamos al capítulo de turno con el meme grabado a fuego en la memoria, con ese titular dichoso que preferías no haber visto, con esa sección de radio que preferirías no haber escuchado. Es imposible tener en cuenta a cada uno de los espectadores y su ritmo de visionado. Así que es poco probable que vayamos a encontrar consenso sobre cuándo escribir sobre una trama, o el punto medio entre lo que es informar sobre una serie y lo que es estropearle la experiencia al espectador.

Entonces, quizá sea el momento de asumir que una serie de televisión, al igual que un libro, al igual que muchas otras cosas, es mucho más que su final. Y si bien es cierto que hay informaciones que estropean la experiencia en su conjunto, no dinamitan por completo la historia de la que tanto disfrutamos. No hay información que pueda llevarse por delante todas las temporadas que ya hemos disfrutado, por muy buena que sea la serie. Saber cómo acaba Walter White no puede arruinar el visionado de las cinco temporadas de 'Breaking Bad'. Y se puede llegar al final de 'Los Soprano' y de 'A dos metros bajo tierra' sabiendo lo que pasa y disfrutarlos. Lo sé por experiencia propia. No seamos quisquillosos precisamente nosotros, que ya sabemos nuestro capítulo final.

Ser seguidor de una serie de televisión en estos tiempos es una afición de riesgo. Mucho más que hace unas décadas. Para ver las temporadas nuevas, el fan pasa por una sufrida espera, que se alarga durante meses y solo se mitiga unas semanas. Vive con la incertidumbre de que su serie favorita sufra una inoportuna cancelación. O le atemoriza la posibilidad de que el creador de turno decida acabar con el personaje más querido por la audiencia...

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