Desde Melmac
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Tus series y tu armario ropero tienen más en común de lo que podría parecer
Las producciones televisivas viven su propio ciclo vital, que el espectador debe asumir, a veces con pena
Las series de televisión son como la ropa. O esa es la idea que me ronda en la cabeza desde hace un par de meses, cuando el arranque de la temporada seriéfila atravesaba su máximo esplendor otoñal y había que cuadrar los estrenos entre las series que tratan de sobrevivir en antena, las que un aficionado al género no puede dejar pasar y aquellas que por una razón u otra hay que ver. Fue entonces cuando surgió la idea de situar mis ansiedades televisivas junto a ese sentimiento que solo aflora cuando voy de compras. O cuando, desesperada por la incertidumbre de no saber qué ponerme, redescubro mi armario, con prendas que no uso desde la década anterior o que, simplemente, mi cuerpo no me va a permitir volver a vestir.
Ese armario, que abro todos los días, es muy similar a una lista, o biblioteca imaginaria, de series, en la que cada cierto tiempo aparecen nuevos elementos. Las prendas llegan allí gracias a los caprichos, la necesidad, o simplemente la moda. Las series pasan a formar parte de los intereses de cualquier espectador gracias a la curiosidad, en algunos casos la necesidad, y en la mayoría, la moda. Al igual que muchas probamos suerte con las camisetas que insisten en dejar el ombligo al aire porque a tu amiga le quedan estupendamente, hay serieadictos que se adentran en universos tan particulares como 'The Leftovers' porque alguien se lo ha recomendado. Ambos tienen enormes posibilidades de fracasar. Porque no todos fuimos hechos para enseñar más carne de la socialmente aceptable. Y algunos no están dispuestos a pasar un momento de supuesto entretenimiento para terminar preguntándose de qué está hecho el ser humano.
El arte de poner orden
La llegada de una nueva prenda a nuestra colección personal supone un nuevo miembro en un ya de por si apretado armario. En el que lo mismo encontramos un atrevido (y corto) vestido que un pantalón 'cagao', o 'boyfriend' que queda más fino. En el caso de las series, la recién llegada trata de encajar en una agenda en la que 'Fargo', 'Scandal', 'Mom' y 'Master Of None' se 'pelean' por ser las elegidas. En ambos campos, el textil y el televisivo, semana tras semana se imponen los favoritos, esa camisa que te gusta más, esa serie que no puedes dejar de ver, a otras opciones que hace más tiempo que no utilizamos, o que no vemos. Pero también, en más ocasiones de las que deberíamos, la comodidad se acaba imponiendo a la obligación, y al igual que usas poquísimo esos carísimos (e incomodísimos) zapatos de tacón, eliges para pasar la tarde esa producción sencilla pero satisfactoria, en vez de la serie danesa que lleva semanas esperando un poco de atención.
Somos muchos los amantes de las series de televisión que, año tras año, tratamos de asumir que nuestra agenda de visionados está más llena de lo que cualquier experto en la materia puede soportar. También resulta complicado atravesar ese trascendental momento de tu vida en el que la camiseta que hace unos años era imprescindible, y ahora utilizas para dormir, pasa a ser un trapo para quitar el polvo. Pero ambos momentos tienen una única solución: la franqueza. Esa que nos llevará a asumir que no te volverás a poner el carísimo vestido que te compraste hace dos años para la boda de tu prima. Tampoco esa serie que temporadas atrás era la producción que más ganas tenías de ver, pero ahora ha dejado de ser lo que era. Como 'The Good Wife'. Al igual que los estampados, las hombreras o ciertos tonos que entran y salen de las tendencias, hay producciones que en su momento eran imprescindibles, pero a las que les cuesta soportar el paso del tiempo. Por mucho que insistan en volver.
Durante el acto de contrición, en el que trataremos de ser honrados con nuestra personal parrilla televisiva, y con lo que vemos frente al espejo, deberemos asumir hechos irrefutables. Como que los pitillos ya no nos quedan bien. Tal vez nunca lo hicieron. Al igual que en ningún momento llegamos a sentir que 'Girls' era el retrato de la generación con el que queríamos identificarnos. En el cajón de los calcetines nos encontraremos con aquellos que nunca volvieron a estar emparejados, o los que lucen unos buenos agujeros por culpa del desgaste. También tienen defectos esas producciones que ya no vemos, por considerar que han perdido la frescura, el interés o simplemente no han sabido mantener aquello que nos ató a ellas.
Tras la limpieza, la temporada se afronta con nuevos 'must' en el vestuario, esas botas que tienes que tener, y las nuevas series imprescindibles en la agenda de visionado. A pesar de que nos procurarán buenos momentos, no faltarán las ocasiones en que nos arrepintamos de habernos desecho de la vieja cazadora que combinaba con todo, al igual que de esa serie que durante una época nos procuró tan buenos momentos. Pero no es menos cierto que desde que llevas el jersey que tejió tu abuela, tus compañeros de trabajo te miran con los mismos ojos que cuando tratas de explicarles el argumento de 'Sense 8'. Sí, eres un incomprendido, pero qué buenos momentos has pasado con los 'sensates' y qué bien te sientes cuando, tras enviarle un 'selfie', tu abuela te llama para decirte lo bien que te queda esa prenda que te hizo con tanto cariño. Hay cosas en la vida que no todo el mundo puede entender.
Tangas y otras malas ideas
Pasarán las temporadas y, al igual que 'Masters Of Sex' u 'Orange is the New Black' no han sabido gestionar su atractivo y han caído en la rutina, habrá que desalojar del armario esa minifalda que dejaste de usar cuando el 'rollito ocasional' pasó a ser una pareja hecha y derecha, y las pizzas consiguieron vencer a las ensaladas. Y esa sudadera de color amarillo fluorescente que te compraste para salir a correr, y apenas ha dado un par de vueltas por el barrio. Porque por mucho que esté de moda el dichoso 'running', no todos hemos nacido para ello, al igual que algunas mentes no están preparadas para interesarse por una serie que exija algo más que compartir un idioma, preferiblemente el materno.
Antes o después terminarán apareciendo esos tangas que ya en la tienda no parecían una buena idea, y esas series fallidas en las que desde su inicio se percibían aires de fracaso. Y también aquellas reservadas para ocasiones especiales, ya sea ese abrigo tan solemne que siempre luces en un funeral, o esos clásicos televisivos a los que solo puedes acercarte durante el verano. Hay camisetas que terminan sorprendiendo, y una meteorología propicia, un tono de piel adecuado o una nueva tendencia las convierten en la prenda del verano. Y hay series que, sin esperarlo, terminan postulándose para ser una de las producciones de la temporada.
Todos elegimos las prendas que nos ayudarán a proyectar nuestra imagen e incluso a identificarnos con una tribu urbana. Los seriéfilos también escogemos las series en las que invertimos nuestros momentos de ocio, satisfacemos nuestras inquietudes o, por qué no, nos acercamos a una persona. El tiempo pasa entre comedias costumbristas y prendas de pana, dramas familiares y vestidos que ya han utilizado todas tus primas mayores. Les relevarán el bolso que siempre quisiste comprarte y la producción que por fin te comprende, el bikini de tu vida y 'Friends', o esa comedia que inevitablemente forma parte de tu historia. Tus primeras botas de agua y la décima miniserie británica que disfrutas, el fular que nunca debiste prestar y esos DVD que nunca volverán. La producción que te reconcilia con la industria, y esos pantalones de la talla 36 en los que milagrosamente cabes. La serie que hace años que debiste ver, y esa prenda 'básica' que por fin te has comprado. Y así pasamos los días. Escogiendo qué nos ponemos.
Las series de televisión son como la ropa. O esa es la idea que me ronda en la cabeza desde hace un par de meses, cuando el arranque de la temporada seriéfila atravesaba su máximo esplendor otoñal y había que cuadrar los estrenos entre las series que tratan de sobrevivir en antena, las que un aficionado al género no puede dejar pasar y aquellas que por una razón u otra hay que ver. Fue entonces cuando surgió la idea de situar mis ansiedades televisivas junto a ese sentimiento que solo aflora cuando voy de compras. O cuando, desesperada por la incertidumbre de no saber qué ponerme, redescubro mi armario, con prendas que no uso desde la década anterior o que, simplemente, mi cuerpo no me va a permitir volver a vestir.
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