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'The Get Down': la carísima fiesta televisiva de Baz Luhrman. Paga Netflix
El director australiano se adentra en el mundo de las series con una producción musical ambientada en el Nueva York de barrio de los años setenta
Meses después de volver a poner de moda los años 20, gracias a su adaptación de 'El gran Gatsby', el director australiano Baz Luhrmann cumplió 50 años. Una cifra muy propicia para echar la vista atrás y hacer balance de lo conseguido. Pero Luhrmann también buscaba, en esa misma época, un nuevo proyecto en el que volcar toda su creatividad. Y encontró la historia que sería la razón de sus desvelos, y los de otros muchos, durante los tres años siguientes. Su nueva creación se ambientaría en Nueva York, en los años 70, tendría un fuerte componente musical y una historia romántica. El resultado es una serie en la que recupera elementos que le llevaron a ser quien es, para narrar el nacimiento de un género musical y describir un momento histórico fundamental en la Historia de la ciudad que ama.
Una creación que, en líneas generales, es una alocada fiesta para los melómanos y los amantes de aquellas producciones que tienen esencia propia, organizada por un anfitrión que no repara en gastos. Un festín de personajes y música por el que el invitado perdona que, no todo, sea perfecto. Como sucede en cualquier celebración que merezca recordarse. Así que ante la épica y el tamaño de la invención, el director fue consciente de que este no era un guateque como los demás, y asumió que debía encontrar otras empresas para organizarlo. Algo a lo que se prestó Netflix que, desde el viernes, cuenta en su catálogo con lo último del reputado director, 'The Get Down'.
Aquellos que rehúyen del peculiar estilo de Luhrmann, o que recelan de géneros musicales como el hip-hop o el rap pueden abstenerse de acudir a la cita. Por el contrario, quienes quieran disfrutar de una historia ambiciosa aunque imperfecta, con un ritmo frenético y personajes característicos, con una estética y una banda sonora propias de superproducciones, no pueden perderse la juerga que Luhrman ha organizado con 'The Get Down'.
El mestizo, el chico de la calle y la niña de papá
Cuando nos adentramos en ella, nos encontramos un convite que se asienta sobre tres anfitriones surtidos de estereotipos pero a los que, lejos de concederles el dramatismo asociado a su condición, les rodea de la magia propia de los musicales. El resultado es una velada de seis horas y media, que se toma ciertas licencias a la hora de caracterizar a sus personajes, mientras narra la situación que se vivía en el Bronx a finales de los años 70. Una época en la que los propietarios de edificios en la zona encontraban más rentable quemarlos para cobrar el seguro que seguir alquilándolos.
Si el espectador-invitado asume que la línea entre la realidad y la ficción es más difusa, e irrelevante, de lo necesario, y silencia su vertiente más crítica, 'The Get Down' es el lugar en el que encontrar la divertida historia de un grupo de amigos, de una pareja de amantes, y de aquellos que quisieron hacer del Bronx, un lugar mejor, aunque no siempre de la mejor manera. Y así llegan Ra-Ra, Boo-Boo y Dizzee acompañando al protagonista de la historia, el joven y brillante Ezekiel “Zeke” Figuero. Un chaval huérfano, hijo de afroamericana y portorriqueño, que vive con su tía y el novio de esta en un piso del malogrado barrio neoyorquino. Ese lugar en el que, a su edad, es muy probable estar “muerto o en la cárcel” tal y como le recuerda su profesora Ms. Green. Y lo hace porque conoce el enorme talento que su alumno tiene con las palabras.
Zeke es consciente de ello, pero lejos de querer aprovecharlo para cambiar de barrio gracias a unas provechosas prácticas de verano, quiere hacerlo llegar a sus vecinos, a sus amigos y a todo aquel que quiera escucharlo, a través de la música. Algo a lo que le ayudarán sus amigos de toda la vida y una inesperada anexión, Shaolín Fantastic. Tras este estrambótico nombre, con el que firma sus grafitis, se esconde un joven criado en las calles del Bronx, imprevisible y excéntrico, que quiere cambiar de aires, y convertirse en un disc-jockey reconocido. Para ello necesitará la verborrea de Zeke, pero también tendrá que dejar de trabajar para Fat Annie, la poderosa mujer que le ha cuidado en los últimos años, y para la que trafica.
La tercera en discordia será otra mujer, pero más joven e inocente, Mylene Cruz. Hija del pastor Ramón Cruz, Mylene es una joven risueña, amante de la música disco, que mientras tiene que sufrir la estricta moral de su padre, sueña con triunfar en el mundo de la música. Un universo que se encuentra mucho más lejos que la distancia que le separa de Manhattan, pero al que accederá gracias a los contactos de su tío, Francisco “Papa Fuerte” Cruz, un político local de referencia para la comunidad latina del barrio. El mismo que jugará un papel crucial en el futuro de su amigo de la infancia, y prologado interés sentimental, Zeke.
Para contar todo esto, y alguna cosa más, 'The Get Down' arranca con un piloto tan extenso como excesivo, en el que es imposible no acordarse de 'Moulin Rouge', y ese local en el que todo era posible, de su estética o de su narrador. E incluso de la creación previa del creador australiano, 'Romeo & Julieta'.
Al final de los noventa minutos, tras un espectáculo de color y ritmo que únicamente está al alcance de festejos con presupuestos desbocados y mentes de una creatividad inusual, el espectador-invitado se encontrará con la prolongación de la película que en realidad acaba de ver. Porque Luhrmann deja la dirección en manos de otros, y eso se nota. Así que en las cinco horas restantes, el espectáculo raciona su efectismo, sin perder la esencia de su particular factura, para centrarse en los personajes que la protagonizan. Quienes, gracias a un acertado casting, seducen a la audiencia asistente y la hacen partícipe de su aventura.
Y lo logra de tal manera que, aquellas historias con las que no están directamente relacionados, terminan teniendo un interés menor para los espectadores-invitados. A pesar de que la trama del mafioso hijo de Fat Annie, Cadillac, que lo mismo deslumbra con un baile que con una pistola, o la de Papa Fuerte, con sus corruptelas y sus favores políticos, aporten trasfondo a la historia, muchas veces se perciben como obstáculos para el desarrollo de las tramas que verdaderamente interesan. El mismo inconveniente que, hace unos meses, tenía la ya difunta creación de HBO, 'Vinyl'.
A diferencia de la fallida serie producida por Mick Jagger y Martin Scorsese, 'The Get Down' es una serie que narra algo más que los excesos de un tipo desquiciado. Para ello se sirve de personajes amables que, a pesar de soportar diferentes cargas, no tienen un trasfondo oscuro. Además, el destino que les aguarda, aunque no sea idílico, siempre deja lugar a la esperanza y a los sueños. Esos que se comparten con los amigos en azoteas en las que uno puede ver vagones de metro convertidos en lienzos por los grafiteros callejeros. Pero también, un poco más lejos, se divisa la silueta de la tierra prometida para aquellos que nacieron en el Bronx, la de Manhattan.
La esencia musical
Para ocuparse de uno de los asuntos más importantes en torno a una fiesta, la música, Luhrman ha contado con el asesoramiento del propio Grandmaster Flash, la estrella que en la ficción inspira a Shaolin y le guía cuando decide adentrarse en el mundo de la música. Nacido en Barbados con el nombre Joseph Sadler, el disc-jockey montó su propia banda en 1976, Grandmaster and the Furious Five, que en 2007 se convirtió en el primer grupo de hip hop en entrar en el Rock and Roll Hall Of Fame. En su discurso de presentación Jay Z, para situar a los más despistados dijo: “lo que Chuck Berry hizo por la guitarra eléctrica, Flash lo hizo por el tocadiscos.” El afamado pinchadiscos comenzó trabajando en The Get Down como consultor, más tarde se convirtió en productor asociado y fue entonces cuando Luhrmann le dijo que quería hacer de él uno de sus personajes.
Luhrmann es el director más caro que ha tenido Netflix hasta la fecha
A cargo de la producción también encontramos otros grandes nombres del rap, como Kurtis Blow o Nas, algo que se palpa en el interés y la dedicación que la serie pone a la hora de explicar “cómo nace” un disc-jockey o un rapero. Pero además, este veterano trío de profesionales de la música crea una banda sonora propia, en la que Leon Bridges versiona el conocido tema de The Temptations Ball Of Confusion, y Janelle Monae hace lo propio con una de las canciones más funky de The Jackson Five, Hung Along and Dance. Christina Aguilera, Garland Jeffreys o Donna Summer completan una recopilación, que ya está a la venta, en la que también aparecen los temas que interpretan los actores en la serie. Pero además, 'The Get Down' se ha preocupado por reunir las numerosas canciones que se escuchan en cada capítulo. Un dispendio en términos de licencias de uso, que tratará de añadir valor a la producción a través de unas listas de Spotify imprescindibles para los amantes del R&B y la música disco de los setenta.
Una época que, a pesar de ciertos momentos, queda retratada de forma notable gracias a una cuidada ambientación y un vestuario cargado de nostalgia. En definitiva, un despliegue de medios que le han servido a Luhrmann para ser el director más caro que ha tenido Netflix hasta la fecha. Un privilegio que seguro que añade con gusto a un historial que, todo sea dicho, presagiaba que la aventura no iba a ser precisamente económica. “Si tiene éxito, será dinero bien gastado” dijo Ted Sarandos, jefe de contenido de Netflix, en enero. Lo mismo que piensa cualquiera cuando organiza una fiesta que aspira a ser inolvidable.
Meses después de volver a poner de moda los años 20, gracias a su adaptación de 'El gran Gatsby', el director australiano Baz Luhrmann cumplió 50 años. Una cifra muy propicia para echar la vista atrás y hacer balance de lo conseguido. Pero Luhrmann también buscaba, en esa misma época, un nuevo proyecto en el que volcar toda su creatividad. Y encontró la historia que sería la razón de sus desvelos, y los de otros muchos, durante los tres años siguientes. Su nueva creación se ambientaría en Nueva York, en los años 70, tendría un fuerte componente musical y una historia romántica. El resultado es una serie en la que recupera elementos que le llevaron a ser quien es, para narrar el nacimiento de un género musical y describir un momento histórico fundamental en la Historia de la ciudad que ama.