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El lobby antipiratería Brein, condenado por pirata: no pagó derechos de autor
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Iván Gil

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Iván Gil

El lobby antipiratería Brein, condenado por pirata: no pagó derechos de autor

La batalla de las discográficas contra la piratería se está convirtiendo en un absurdo, ya no solo por su infructuosa e inútil resistencia a los nuevos

La batalla de las discográficas contra la piratería se está convirtiendo en un absurdo, ya no solo por su infructuosa e inútil resistencia a los nuevos usos y hábitos de consumo en el actual contexto digital, sino porque ni los propios defensores de los derechos de autor tradicionales están libres de culpa. Así lo atestigua una reciente sentencia del Tribunal de Distrito de Amsterdam, en la que se condena al lobby antipiratería holandés Brein por utilizar una canción de Melchior Rietveldt sin haberle pagado los derechos de autor.

La música de Rietveldt fue utilizada para la banda sonora de los anuncios antipiratería que se acompaña en miles de DVD y se emite en multitud de salas de cine. Un uso que se hizo sin comunicárselo ni pagarle por ello al autor, quien sólo había compuesto la canción para un festival de cine local en Holanda. Según los asesores financieros del músico y la entidad holandesa de derechos de autor, Vereniging Buma, Reitveldt habría dejado de ingresar a día de hoy alrededor de un millón de euros. El “haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga”, parece haberse convertido en seña de identidad de los obsoletos lobbys que se afanan por recuperar un mercado del pasado que ya nunca volverá a ser igual.

El músico, viendo que el lobby antipiratería se había extralimitado en el uso de su composición, no dudó en llevar el asunto a los Tribunales, donde le acaban de dar la razón. Sin embargo, a esta sentencia ya le precedieron otras tres anteriores que, en conjunto, sumaban una indemnización de unos 35.000 euros (una insignificante cantidad, teniendo en cuenta los cálculos de la entidad holandesa de derechos de autor sobre los beneficios generados por su banda sonora).

El juez que resolvió el caso también decretó que se le proporcionase al músico un listado de los DVD en los que había sido utilizada su creación, pero a día de hoy todavía no le ha sido entregada, y es que su música se reprodujo sin autorización en millones de copias.

Los entresijos de esta rocambolesca historia, que pone de relieve el sinsentido de seguir defiendo un modelo de negocio completamente caduco, no se limitan a lo anteriormente contado. Y es que el escándalo saltó a luz el pasado año en los Países Bajos porque un miembro del consejo de dirección de Buma, Jochem Gerrits, propuso a Rietveldt que registrara la canción en su sello musical, el High Fashion Music, para que pudiese cobrar al menos el 33% de los royalties (el resto los ingresaría Gerrits como propietario de la discográfica). De este modo, lo que en un principio se limitaba al uso ilegítimo de una pieza musical, se acabó convirtiendo en un caso de corrupción y tráfico de influencias.

Los tiempos han cambiado y las tecnologías digitales suponen una disrupción insalvable para las discográficas. Solo hay dos opciones: adaptarse o morir. Muchos ya lo han hecho, con las consiguientes ventajas económicas y de capital simbólico que acarrea ser los pioneros en el renovado mercado musical que ha inaugurado la era de internet.

La batalla de las discográficas contra la piratería se está convirtiendo en un absurdo, ya no solo por su infructuosa e inútil resistencia a los nuevos usos y hábitos de consumo en el actual contexto digital, sino porque ni los propios defensores de los derechos de autor tradicionales están libres de culpa. Así lo atestigua una reciente sentencia del Tribunal de Distrito de Amsterdam, en la que se condena al lobby antipiratería holandés Brein por utilizar una canción de Melchior Rietveldt sin haberle pagado los derechos de autor.