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"La música más innovadora suele provenir de una clase sin esperanza en su futuro" (I)
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Esteban Hernández

Confidencias POP

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Esteban Hernández

"La música más innovadora suele provenir de una clase sin esperanza en su futuro" (I)

Es uno de los mejores críticos contemporáneos de la cultura popular, como ha demostrado con la recién publicada Retromania o en su precedente Después del rock

Foto: "La música más innovadora suele provenir de una clase sin esperanza en su futuro" (I)
"La música más innovadora suele provenir de una clase sin esperanza en su futuro" (I)

Es uno de los mejores críticos contemporáneos de la cultura popular, como ha demostrado con la recién publicada Retromania o en su precedente Después del rock (ambas publicadas por Caja negra/ Tarahumara), dos obras en las que aplicaba a la música criterios formales, sociológicos y políticos que conseguían retratar con gran agudeza tanto los movimientos musicales como las epocas en las que acontecían. En su nuevo libro, Simon Reynolds (Londres, 1963) analiza cómo la cultura pop ha sucumbido a la adicción al pasado, retratando lateralmente nuestro tiempo y su dubitativa relación con el futuro.

P. ¿Sirve la nostalgia para construir un pasado idealizado que nunca tuvo lugar? Por ejemplo, esos chicos jóvenes que pueden ver la era punk como algo auténtico y real y lo revisten de unas cualidades exageradas…

Simon Reynolds. La nostalgia es un fenómeno complejo que se manifiesta de maneras muy diferentes. Hay una clase de nostalgia que aparece como una especie de condición social, algo que le ocurre a una generación entera y hay también nostalgia individual, relacionada con tu historia personal. Pero también aparece lo que llamo seudonostalgia o "nostalgia sin sufrimiento" (algia, en griego, significa "dolor"), que es la que sientes por algo que no viviste y sobre la que no tienes ningún sentido de pérdida personal. Mucha de la nostalgia que ves en la música actual por el punk o por los sesenta pertenece a esa categoría. En algunos casos, no es realmente nostalgia, sino el interés o la fascinación por un tiempo, basada en la música que escuchan, en los documentales o películas que ven o en los libros que leen. Y hasta cierto punto es algo válido.

La inocencia del 'indie' es un sofisticado rechazo de la clase media bohemia a la música hipersexualMe inicié en la música en la era postpunk, en los años 1978-1981, y estaba muy al tanto de lo que se hacía en esos momentos. Pero también estaba fascinado con los sesentas, una época en la que era un niño pequeño y no escuchaba música. De modo que en 1979 escuchaba a las Slits, PIL, Joy Division o Talking Heads, pero también a los Beatles y a los Doors. Y también estaba muy interesado en la contracultura y en la política de ese tiempo, Yippies, Situacionistas, etc. Pero eso no era nostalgia; se trataba de un periodo relativamente reciente de agitación e innovación y, dados mis intereses en la música y en la cultura juvenil, era perfectamente lógico que me interesase por él. Y además su música era estupenda. Pero si en aquel instante hubiera tratado de formar una banda que sonase como si fuera 1966, mi posición hubiera sido más cuestionable. Y eso fue lo que un montón de gente comenzó a hacer en los ochenta. Hubo un montón de revivalismo. Algunos de los grupos que lo practicaban, utilizaban sus influencias de un modo muy productivo, (Hüsker Dü, REM) pero otros no estaban intentando crear más que una réplica de ese tiempo, un pastiche sin sentido.

Como dices, todos los revivalismos y todos los intentos de volver atrás construyen ficciones sobre el periodo que revisitan de una u otra manera. Como no se puede recoger la gran complejidad de un tiempo, se construyen versiones distorsionadas o reductoras de cómo eran los sesenta o el punk.

Pero también puedo entender a los jóvenes cuando sienten esa clase de nostalgia sobre los sixties, el postpunk o a los primeros días del house, el tecno y las raves, ya que que pueden ser considerados como tiempos gloriosos de la música. Se hacían cosas superinnovadoras, latía un espíritu de cambio, disruptivo, y había un profundo sentimiento de conexión de la música con la política y el progreso social. De manera que, aunque sea contraproducente rememorar estilos musicales viejos, son sentimientos comprensibles, dado el clima actual de la música, que parece estancada y donde se hace evidente que ha perdido el poder y la centralidad de la que una vez gozó.

P.- Muchos indies españoles utilizan la nostalgia a una edad cada vez más temprana, mirando, por ejemplo, con nostalgia la infancia cuando se tienen veinte años. ¿Eso es propio de una sociedad política y socialmente conservadora?

Para esa clase, la música tiene que ver con las fiestas a lo bestia, la sexualidad y la competitividad extremaNo, es bastante común hoy en todas partes. De hecho, es una marca del indie rock. Cuando emergió a mitad de los ochenta, la cultura indie en el Reino Unido estaba muy ligada a la nostalgia, tanto en el sentido del regreso musical a épocas como los sesenta cuanto en lo que se refiere a la rememoranza de la niñez. El primer artículo que escribí para un periódico musical (el Melody Maker) fue en 1986 y llevaba por título Más joven que ayer. Era un análisis de esta escena británica de bandas indies cuyo imaginario era completamente infantil. Las chicas vestían como colegialas, los chicos tenían rostros muy juveniles (nada de barbas, estaban prohibidas) y vestían ese tipo de anoraks que solía comprarte tu madre antes de que llegase la adolescencia, te interesaras por el estilo de vestir y te comprases tu propia ropa. Sus discos llevaban a menudo en la portada imágenes de niños y las letras de sus canciones eran fundamentalmente sobre el amor, al que trataban de un modo muy inocente y asexuado. Interpreté esta inocencia como un sofisticado rechazo de la clase media bohemia al mainstream pop, esa body music hipersexual influida por el funk negro y la sexualidad adulta del soul. Esa escena, que incluía a Talulah Gosh, Shop Assistants y BMX Bandits fue conocida como cutie pop y es el origen del actual twee pop (donde militan bandas como Belle & Sebastian). Los Smiths no eran en realidad parte de esta escena cutie pop, pero compartieron algunas de sus características: tenían una orientación nostálgica similar hacia el cine, la televisión y el pop de los 60, como se ve en la iconografía que utilizaban para sus portadas, especialmente las de los singles.

De manera que la nostalgia es inherente a la cultura indie, algo que probablemente tiene que ver con su composición demográfica, ya que suelen ser estudiantes de clase media. Es bastante común que la gente de esa edad, que está entre la escuela y el mundo adulto de la carrera profesional, de la responsabilidad, etc., regrese a la inocencia perdida y a todas las cosas que tuvieron que dejar atrás. El indie rock underground americano sufre de un mal muy similar, con estilos como el beach pop y el hypnagogic pop cuyos grupos recogen las influencias de la cultura pop de los 80 y de los primeros 90. Hay una banda llamada Ducktails, que ha tomado su nombre de unos dibujos animados televisivos de ese tiempo, por ejemplo.

P. Con el ejemplo de los indies españoles no quería referirme a que España fuese una sociedad conservadora, que también, sino al hecho de que esas tendencias revelan que las sociedades en que se despliegan (casi todas las occidentales, en realidad) son conservadoras, en tanto se enfocan al pasado y no al futuro. Y lo que dices no parece mejorar las cosas. Si el anverso de la cultura cutie pop/twee pop, es decir, de esa clase media bohemia que rechaza la música sexualizada, es el mainstream pop, o esos chavs que escuchan hip hop y música urbana, si nos movemos entre esos dos extremos, es que nuestras sociedades se han vuelto definitivamente muy retrógradas.

No sé si esa polaridad podría describirse como conservadora, pero ciertamente la existencia de esa polarización señala una suerte de coagulación en nuestra sociedad respecto de la estratificación social, ya que esta clase de diferencias en los gustos tienden a perpetuarse.

Lo que la gente en el Reino unido llama chav es una clase existente en la mayoría de los países, esa clase obrera no formada en la que se mezclan diversos grados de semiempleo, desempleo y a veces delincuencia. En América se les llama basura blanca, excepto cuando se refieren a minorías raciales que viven en ghettos o en barriadas. Pero, sean negros o blancos, hablamos de lo que  Marx llamó lumpenproletariado, un subestrato que choca con esa clase obrera formada que es la base de los sindicatos y de los movimientos políticos que giran alrededor del trabajo. El lumpenproletario es más holgazán, entra y sale del trabajo, está sostenido por el estado del bienestar, y a veces forma parte de bandas organizadas y comete delitos menores. Para esa clase, la música tiene que ver con los fines de semana, las fiestas a lo bestia, la sexualidad y, cuando hay elementos de rap de por medio, con la competitividad extrema y con la agresión, con insultar y derrotar al rival.

El contenido de sus canciones tiene que ver con chicas meneando su culo y con ser los 'gangsta' más duros del barrioEn un nivel formal, el gusto de los chavs es a menudo radical e innovador, en tanto les gustan los ritmos y sonidos más novedosos. No tienen ningún interés en la herencia musical, en la música de raíces, en los idiomas musicales consagrados. Para ellos sólo cuenta lo fresco y lo nuevo. Eso afición por la novedad se hace patente en sus gustos por las ropas llamativas, los gadgets, videojuegos, etc. Esta es una clase que no tiene ningún interés por la historia o por el vintage chic. Lo que no es progresista en la cultura chav (y en última instancia, es regresivo y conservador) es el contenido de sus letras (a menudo sexista, misógino, materialista, hipercompetitivo, machista) y la función que le otorgan a la música, que les sirve para descargar tensiones y escapar de sus problemas durante un rato. La música es empleada como una válvula de escape, y refleja una existencia encerrada en una mentalidad a corto plazo, de vivir día a día, sin demasiado sentido del futuro, y sin ninguna esperanza en sus circunstancias individuales y de clase.

Sin embargo, he utilizado en algún artículo anterior el concepto avant-lumpen, que me sirve para describir cómo, en un nivel puramente sonoro, esta música puede ser vanguardista. Paradójicamente, la música más futurista está a menudo hecha por la clase que tiene menos esperanza en el futuro desde una perspectiva socio política. El sector lumpen de la música la ha empujado a menudo hacia delante a través de su adopción de las nuevas tecnologías, su actitud irreverente hacia el mainstream pop (sampleando y destrozando toda clase de cosas extrañas) y a través de la competitividad interna entre sus escenas, que empuja a los productores a hacer cosas más extrañas que los demás. Por ejemplo, en un montón de ciudades americanas la juventud negra de los barrios pobres tiene su propias y extrañas formas de música de baile. En Chicago hay un estilo llamado footwork que es sorprendente musicalmente y como forma de baile. Sin embargo, el contenido de sus canciones, que suele derivarse del de los samplers, tiene que ver, como se podría esperar, con chicas meneando su culo y con ser los gangsta más duros del barrio. Variaciones de este estilo pueden encontrarse en toda América y en muchas partes del mundo, con cosas como el funk carioca en Brasil o los ghetto dances africanos.

La cultura indie de clase media no tiende a ser musicalmente radical o innovadora, y está más unida con un sentido de la historia del rock y con realizar variaciones de la música que se conserva en los archivos, arreglándola de nuevos modos. Pero, en cuanto a las letras, expresan sentimientos más sofisticados y progresistas, en términos feministas, por ejemplo. No quisiera minusvalorar la cultura indie considerándola conservadora porque a menudo sus valores, opuestos al comercialismo y al materialismo, tienden a ser idealistas. Y por esta razón su representación del amor y de la sexualidad es más sensible, y menos extrema que la del mainstream pop o la música de baile chav.

Donde reside el conservadurismo es en toda esa perpetuación de la estructura de clase y de la formación del gusto. Así es como siempre ha sido: la música bailable de las clases trabajadoras contra las formas más literarias de las canciones de las clases medias.

*Mañana se publicará la segunda parte de esta larga entrevista.

Es uno de los mejores críticos contemporáneos de la cultura popular, como ha demostrado con la recién publicada Retromania o en su precedente Después del rock (ambas publicadas por Caja negra/ Tarahumara), dos obras en las que aplicaba a la música criterios formales, sociológicos y políticos que conseguían retratar con gran agudeza tanto los movimientos musicales como las epocas en las que acontecían. En su nuevo libro, Simon Reynolds (Londres, 1963) analiza cómo la cultura pop ha sucumbido a la adicción al pasado, retratando lateralmente nuestro tiempo y su dubitativa relación con el futuro.