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Cómo defendernos con éxito de los ataques verbales
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Rocío Mayoral

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Cómo defendernos con éxito de los ataques verbales

Realmente muy mal debían estar las cosas cuando Obama “el pacífico” optó por sacar su lado más agresivo para intentar ganar a Mitt Rommey en el

Realmente muy mal debían estar las cosas cuando Obama “el pacífico” optó por sacar su lado más agresivo para intentar ganar a Mitt Rommey en el segundo debate por la presidencia estadounidense. Y según parece, esto sirvió para salir victorioso. Es cierto. La “agresividad” puede ser rentable. Pero no es ningún secreto. Muchos conocen esta fórmula de éxito y abusan de ella sin pudor Está claro. La agresividad vende y ofrece beneficios al que la practica. Así que, ¿por qué acabar con ella?

Pues porque vivimos en una sociedad cada vez más agresiva. Y eso es tremendamente peligroso. En la 49 edición de la Asamblea Mundial de la Salud, reunida en 1996 ya se mostraba gran preocupación ante el espectacular aumento de las agresiones físicas en todo el mundo. Pero las cifras no descendieron mucho, así que en 2002 la OMS elaboró un informe para exponer abiertamente esta alarmante situación de violencia en el mundo y sus riesgos.

Pero parece que ha valido para poco, porque las cifras de violencia siguen aumentando. En ello seguramente influye que desde hace poco en estos registros se incluye la agresión psicológica. Esa que sobre todo emplea las palabras como principal arma para el maltrato, el acoso y la extorsión. La investigación ha demostrado que los efectos de este tipo de violencia pueden llegar a ser devastadores tanto a nivel emocional como social.

Los hechos así lo confirman. La semana pasada supimos del infierno que vivió Amanda Todd, la chica canadiense de 15 años que se suicidó tras denunciar ser víctima de ciberbullying. Es esta una forma más de un tipo de violencia muy grave; que sobre todo utiliza las palabras y que no deja marcas físicas, pero sí graves daños internos. ¿De verdad es tan difícil evitarla?

En la agresividad participamos todos

Pues eso parece, porque para hacerlo debiéramos cambiar comportamientos muy enraizados en la sociedad actual. En ella son habituales los ataques verbales, los insultos, la crítica, el menosprecio o los rumores. Nos insulta un conductor, nos increpa el jefe, el señor que atiende la ventanilla nos responde de forma cortante. Y mientras, mamá critica sin piedad al articulista en un blog y la serie infantil de turno enseña a nuestros hijos a hacer el vacío a sus amigos. Estamos rodeados de violencia. ¿Por qué nos sorprende que niños y adultos la imiten?El 'ciberbullying' es un tipo de violencia muy grave y no deja marcas físicas

Y a pesar de todo, hay algo sorprendente. Nos sigue costando reconocer que eso también es violencia. Los estudios demuestran que todavía un gran número de personas no reconoce los gritos o criticas como forma de agresión. Terrible. Pero es más. Según las encuestas, la agresividad vende y a veces divierte. Y, ¿quién querría matar a la gallina de los huevos de oro?

Pero la investigación nos advierte: Es necesario defenderse de la agresión. Nuestro equilibrio emocional está en juego. Vean si no como han ido “cayendo” muchos de los colaboradores del “programa estrella del maltrato verbal” en nuestro país. Aunque éstos cobran por ese daño… Así que al final siempre vuelven.

Intentarlo está más que justificado. Todos necesitamos huir de lo que nos altera, de lo que nos genera ansiedad, la falta de autoestima o frustración… Muchos dicen encontrar respuestas adecuadas, pero siempre cuando la situación ya ha pasado. ¿Hay algo que de más rabia?

¿Cómo defendernos de los ataques verbales?  

¿Qué hacer? ¿Qué decir? ¿Debemos contestar o es mejor callar? Los especialistas coinciden. Es necesario defenderse de los ataques verbales. Y aunque crean que no le afectan, no es cierto. Siempre generan malestar, sobre todo en quienes reaccionan más lentamente.

Por eso nunca se debe dejar un ataque sin respuesta, aunque responda sin palabras. Muchos autores han estudiado las formas más eficaces para defendernos de estos ataques. B. Berkhan, es una de las que más dedicación le ha prestado al tema. Ella y otros exponen las más eficaces.

1-Cree un escudo: Piense que el problema lo tiene el agresor.

2-Cree también una defensa para evitar que le contagien la agresividad. Aprenda a distanciarse. Piense en otras cosas. Concéntrese en un punto. Elija una frase como música de fondo que le ayude a distanciarse como: “Esto es cosa de otros. No me atañe”.

3-Aprenda a imponerse: Abandone el papel de víctima

  • Intente tomar control de la conversación actuando con calma y sin miedo.
  • Emplee un tono de voz firme. Procure no exaltarse nunca. Cuide en exceso las formas. Hable con educación sin caer en insulto. Si no, el agresor le tendrá en sus manos.
  • No permita que le griten ni insulten. Si esto sucede, interrumpa la conversación y váyase.
  • Es frecuente que un agresor no deje responder. No se deje dominar. Busque huecos para hablar. Cuando pueda hacerlo, responda a las cuestiones que dejó sin argumentar.

4-Entrene formas eficaces de réplica:

  • Hable claro. Renuncie a convencer. Piense solo en parar el ataque y calmar al adversario. Interrumpa. Pregunte. Busque huecos en la conversación para exponer sus argumentos.
  • Trate de desviar el ataque, intente cambiar de tema. Es muy eficaz.
  • Utilice frases breves y concisas. Le darán confianza y evitarán que el agresor pueda liarle.
  • Si es necesario, pida disculpas. No es tan grave y soluciona muchos problemas. Pero de siempre las explicaciones que han llevado a ese error.
  • Halague. Haga cumplidos. Le ayudará a calmar al agresor.

5-Ganar sin luchar:

  • Pero si no le salen las palabras, y ve que se pone nervioso o le lían, no hable, no conteste. No es necesario. Ignore al atacante. Esto nos ayudará a mantener la calma y a no satisfacer su necesidad de provocación. Continúe con lo que hacía.
  • También puede responder con gestos: Mire fijamente a la cara. Así desarmará al agresor.
  • Pero sobre todo debe controlar su ansiedad. Respire lenta y rítmicamente.
  • Pero sobre todo salga del conflicto en cuanto pueda. Lo mejor será  abandonar el lugar. Recuerde que nunca debe permitir que le ataquen aunque sea a través de las palabras.

No permita que le agredan ni le hagan sufrir. Defiéndase. No permita que le enseñen a ser agresivo y que sea usted el que algún día acabe agrediendo a otros. Sucede con frecuencia y ¿qué puede ser peor que acabar convertido en alguien como el que un día nos hizo sufrir?

Les contaré una historia; la de una niña que sufrió la cruel separación de sus padres. Papá se encaprichó de otra y como por aquel entonces no existía el divorcio, el matrimonio se declaró nulo. La niña se convirtió en ilegítima. Fue separada de su madre; repudiada e ignorada por su padre; insultada por todos. Pero papá murió y como era rey, ella acabó reinando. Su corazón estaba lleno de rencor y deseo de venganza. Así que dedicó su mandato a asesinar a todos los que hicieron su infancia tan desgraciada… Y a alguno más. De niña nunca sufrió maltrato físico, pero fue menospreciada, insultada e ignorada, por lo que el daño fue inmenso, puede que como el de Amanda. Pero su caso no acabó en suicidio. La convirtió en un ser sanguinario. Su papá fue Enrique VIII. Ella la reina María. Hoy es recordada sobre todo por una bebida: Bloody Mary. Esa que lleva el color de tanta sangre como derramó.

La historia de María es triste. Pero no es ni la primera ni la última que cuenta como una víctima de la agresión acaba convertida en verdugo. A veces parece que nunca aprenderemos, aunque algunos organismos como la OMS no paren de repetir que en la prevención está la clave. Pero nos falta mucho. Es de alabar el esfuerzo realizado por la organización argentina EDNA, que en 2008 se embarcó en una campaña para concienciar sobre los efectos del maltrato verbal.

Pero el objetivo es difícil. En el fondo nos sigue costando mucho reconocer el inmenso daño que pueden producir unas “simples” palabras. Aunque una imagen vale más que mil palabras.

Realmente muy mal debían estar las cosas cuando Obama “el pacífico” optó por sacar su lado más agresivo para intentar ganar a Mitt Rommey en el segundo debate por la presidencia estadounidense. Y según parece, esto sirvió para salir victorioso. Es cierto. La “agresividad” puede ser rentable. Pero no es ningún secreto. Muchos conocen esta fórmula de éxito y abusan de ella sin pudor Está claro. La agresividad vende y ofrece beneficios al que la practica. Así que, ¿por qué acabar con ella?