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¿Los ángeles tienen normas?

Robbie es el protagonista de una historia de delincuentes juveniles, criados en un entorno familiar desestructurado, donde la escasez de medios económicos y culturales brilla por

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¿Los ángeles tienen normas?

Robbie es el protagonista de una historia de delincuentes juveniles, criados en un entorno familiar desestructurado, donde la escasez de medios económicos y culturales brilla por su ausencia. Robbie no tiene salida porque se encuentra en un círculo vicioso del que no le resulta fácil salir. Es natural que sin trabajo y sin posibilidades de obtenerlo, sin hogar y durmiendo cada día en un sitio, se le marchiten los sueños, las ilusiones y, en su lugar, florezcan la angustia y el desencanto.

Todos tenemos que encontrar un sitio donde ser aceptados para sentirnos a gusto y el protagonista de la historia logra obtener su sitio “al filo de la navaja”, “al margen de la Ley”.

Su vida es un caos, donde no hay ni horarios, ni obligaciones, ni responsabilidades. En este estado de cosas, el ser humano se hace frágil y se desestructura emocionalmente. Es entonces cuando la impulsividad se adueña de los actos de Robbie y la falta de control emocional se hace patente. Si a todo ello le sumamos las drogas y la sensación de impunidad que obtiene al sentirse respaldado por unos colegas que navegan por aguas turbulentas como él, no nos sorprenderá que sea condenado por pegar una paliza brutal a un joven.

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Nuestra especie ha inventado las reglas y normas con el fin de que podamos entendernos y así convivir pacíficamente. Existen normas para jugar al fútbol, para comer, para tratar a tus compañeros, al jefe… Toda sociedad tiene las suyas y sin ese “gran invento” la convivencia sería imposible.

Si reflexionamos un momento nos daremos cuenta de que no podemos obviarlas porque nos constituyen como sujetos, desde pequeños aprendemos  las más básicas, el control de esfínteres, cómo utilizar los cubiertos, dónde duermen los papás y dónde el niño, no pegar y/o morder a los demás cuando se quiere obtener algo de ellos. Es decir, que nos vamos socializando a costa de controlar nuestros impulsos más primarios.

Robbie y sus colegas conocen las normas pero deciden pagar a la sociedad que los margina con la misma moneda que reciben. No respetar sus normas, reírse de ellas, forma parte de una misma idea: “Si tu me rechazas, yo te rechazo también”.  “Si tu no me quieres, yo tampoco”.

Y ahora llegamos a un aspecto de la norma que me parece apasionante y que me gustaría comentar.

 ¿Por qué el ser humano acepta las normas?

Las normas se asumen en el momento en que el sujeto las hace suyas. Es decir, cuando se interiorizan. De esta forma cada individuo será capaz de controlar sus impulsos y no necesitará un policía o unas papás que estén pegados a su oreja las 24 horas del día diciéndole lo que debe y no debe hacer.

Ahora bien, ¿por qué interiorizamos las normas? El proceso es largo pero creo poder resumirlo en una sola frase que tiene mucho que ver con las otras dos expuestas más arriba: “Porque el  ser humano quiere que le quieran”.

Harry, el educador del programa donde envían al protagonista, apoya a Robbie y cree en él. Este experimentado educador no solo apoya a Robbie, sino que va más allá: no intenta en ningún momento cambiarle, confía en la capacidad del muchacho para reorientar su vida, le abre puertas a nuevos mundos haciéndole partícipe de su afición: el arte del whisky. Robbie no dejará pasar la oportunidad que le están brindando. Pronto descubrirá que tiene una capacidad extraordinaria como degustador de whisky, siendo capaz de identificar los aromas de los licores más dispares.

El joven se siente arropado y aceptado. Seguramente, por primera vez en su vida no es juzgado por alguien. Norma y juicio son dos conceptos que suelen asociarse, ahora bien, en el campo psicológico ambos términos funcionan de forma muy distinta por lo que se deben disociar. Las normas son herramientas que ayudan al sujeto a socializarse y humanizarse. Sin embargo cuando se juzga a los demás se abona el terreno para que germine la semilla de la culpa y de la rabia, a la que siempre va unida, que en nada ayudan al desarrollo integral de la persona.

Por tanto, la transformación que experimenta el protagonista se debe al apoyo que recibe de Harry, pero no podemos olvidar que él desea algo distinto no solo para sí mismo, sino también para el hijo que acaba de tener. Basándose en la información que obtiene de Harry, traza un plan con sus compañeros del programa de rehabilitación para conseguir salir del entorno delictivo en el que se encuentra.

Robbie es el protagonista de una historia de delincuentes juveniles, criados en un entorno familiar desestructurado, donde la escasez de medios económicos y culturales brilla por su ausencia. Robbie no tiene salida porque se encuentra en un círculo vicioso del que no le resulta fácil salir. Es natural que sin trabajo y sin posibilidades de obtenerlo, sin hogar y durmiendo cada día en un sitio, se le marchiten los sueños, las ilusiones y, en su lugar, florezcan la angustia y el desencanto.