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Utopía o distopía: qué nos cuentan las películas sobre nuestro futuro
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Laura Rico Caballo

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Utopía o distopía: qué nos cuentan las películas sobre nuestro futuro

Algunos de los próximos estrenos de cine nos aventuran una inquietud por qué va ocurrir y por qué será de nosotros, y muy posiblemente hablan de

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Utopía o distopía: qué nos cuentan las películas sobre nuestro futuro

Algunos de los próximos estrenos de cine nos aventuran una inquietud por qué va ocurrir y por qué será de nosotros, y muy posiblemente hablan de qué nos ocurre y qué es de nosotros ya. Porque hablar del futuro no es, muchas veces, más que una forma proyectiva de hablar del presente. Nuestras fantasías y nuestros sueños tienen todo que ver con nuestros anhelos, esperanzas y miedos de individuo y de grupo. Cómo pienso que será el futuro también me retrata. Y cómo piensa una sociedad que será ese futuro la retrata en su tiempo y circunstancia.

“Como el roble está latente en el fondo de la bellota, la plenitud de la persona, la totalidad de sus posibilidades creadoras y espirituales, está latente en el ser humano incompleto que espera en silencio la oportunidad de aflorar” (Ira Progoff). Esa bellota metafórica que representa al ser humano también es adecuada para describir a la especie. Si bien, al menos en cine, hoy pocos piensan, al imaginar el futuro, en una humanidad espléndida como un roble añoso que germina en infinitos retoños igualmente productivos. ¿Describe esto nuestro estado de ánimo social?

Se dice que el pesimista es un optimista bien informadoLa psique de la persona saludable se rige habitualmente por el impulso de vida, se pregunta hacia dónde va, qué será de ella, pero siente en el fondo su destino de roble. Está, como el conjunto de la naturaleza, creada para el éxito (entendido este en un sentido último y profundo) y para ser otra pieza en la que se apoya el desarrollo global (o cósmico). A veces el proyecto se trunca por falta de nutrientes, por las inclemencias u otros agentes externos. Lo curioso de la especie humana es que puede ser ella misma la que se crea los obstáculos, y es muy fértil fantaseando los peores resultados para sí misma. Se dice que el pesimista es un optimista bien informado. Los experimentos en psicología hablan de la persona “normal” como de alguien que subestima ligeramente sus posibilidades de error en favor de los buenos pronósticos, pero es esta ligera miopía la que le permite seguir saludable. La buena salud lleva detrás un trabajo grande para movilizar recursos que aporten confianza básica en uno mismo y en la vida. Un trabajo que empieza el niño, y no para en todo el desarrollo. Esos mismos recursos son los que debe buscar una sociedad que siente que está perdida y que su futuro sólo puede ser oscuro.

Cabe entender el pesimismo/terror de nuestras películas de ciencia ficción como una muestra de poca salud, pero también como la posibilidad de un juego para exorcizar en la ficción los temores infantiles, igual que el niño hace en el juego cuando inventa monstruos a los que se enfrenta y con ello crece. De igual modo, los brillantes pronósticos de futuro pueden hablarnos tanto de optimismo como de miedo a enfrentar el mismo miedo.

El miedo siempre es subjetivo. Aun así, hay un miedo, digamos que apropiado, ante el cual luchamos o huimos, y un miedo neurótico, en el cual hacemos una de ambas cosas, pero de modo equivocado, improcedente o inconveniente, por lo que los resultados o no sirven, pero nos agotan, o nos llevan a otra situación peor que suele ser además un círculo sin salida.

El futuro a través del cine

¿Qué nos dice un paseo por los últimos años en cine futurista? Muchos crecimos con Philip. K. Dick, Asimov, Clark, Bradbury, H.G. Wells y sazonamos la infancia con una televisión única que nos servía a Los supersónicos o la primera Star Trek que, de semana en semana, nos hacía imaginar que el futuro que nos esperaba estaba lleno de aventuras maravillosas y de terribles amenazas alienígenas de las que el hombre salía triunfante. En música, los cantantes se nos vestían casi con papel albal para soñar un mundo de amor con margaritas psicotrópicas y, en la publicidad, las amas de casa soñaban con robots, pero lo más que tenían era a Carmen Sevilla con un aspirador de la familia Phillips. El pesimismo de Metropolis o Tiempos modernos estaban aparentemente olvidados. Ya casi no parecía que faltase nada para que los coches volaran por encima de los edificios de la Castellana o de la entonces altísima Torre del Hospital de la Paz, allí donde Madrid se acababa.

En el cine nos maravillamos con 2001: Odisea en el espacio (1968) y cierta fijación por la evolución y los monos que se extendía con El planeta de los simios (1968). Un pasmo ante lo grande que era la historia de la humanidad y cuánto nos quedaba por ver.

Matrix encubría un gran entramado filosófico y nos dejaba bastante perdidos acercándonos al final de sigloY entonces llegaron La guerra de las Galaxias (1977) y todas sus partes. La taberna global reunía ante las mismas cervezas a seres de todo el universo que calibraban si cooperar o matarse. En el 77 aún estaban por llegar los mayores movimientos poblacionales. Hoy, las grandes ciudades tienen tabernas muy parecidas y andamos igual de tensos con la superculturalidad. Encuentros en la tercera fase (1977) dejaba ver nuestros deseos de comunicación transgalácticos y nuestra confianza en una tecnología, de la que estábamos orgullosos y que hoy nos da risa. Poco después, E.T (1982) quería volver a su casa y la telefonía le defraudaba mucho. Dando un mazazo a esa ingenuidad, apareció Blade Runner (1982) con su “He visto cosas que vosotros no creeríais (…) Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”, uno de los monólogos más melancólicos de la historia del cine. Cuando el viento sopla (1986) nos recordaba nuestros problemas de desarrollo y el poco futuro que podía quedarnos al paso que llevábamos. Poco después caímos en el mundo de Mátrix (1999), un hito que nos hablaba de la sorpresa que representaba el nuevo mundo virtual abierto con internet. La acción encubría un gran entramado filosófico y nos dejaba bastante perdidos acercándonos al final de siglo.

El futuro en el 2000

Con Inteligencia Artificial (2001) ya vimos que las predicciones de Kubrick no se cumplían y probamos con una revisión de Blade Runner, pero en versión con niño, más tierna, más entrañable y más cerca del cuento. Seguíamos dándole vueltas a qué somos realmente, que es el tema que nos obsesiona: ¿traerá el futuro la posibilidad de otro tipo de humanidad generada por el ser humano mismo? ¿Qué será entonces de nosotros? De nuevo la historia de Frankenstein y el deseo y el temor de ser como Dios horadándonos desde el tiempo de Adán y el Árbol Sagrado del Conocimiento.

Los zombis son una amenaza de futuro, planteando la paradoja de que quizás lo que nos mate sean los mismos muertosMinority Report (2002) nos introducía a las pantallas táctiles y multitarea, y a la vez prevenía de ese futuro sin privacidad que ya es un hecho. V de vendetta (2005) nos incitaba a revelarnos y, unos años después, las revueltas ciudadanas la convertían en su inspiración. Moon (2009) nos contaba con sencillez lo inquietante que nos resulta tener dudas sobre nuestra identidad. Queremos ser únicos e insustituibles y cada vez parece más difícil. Hijos de los hombres (2006) nos concienciaba de nuestra fragilidad biológica con una tierra infértil, llena de violencia y sin nuevos nacimientos. Y en estas llegó la crisis. District 9 (2010) nos habla de la xenofobia cuando hay recursos escasos, y del peligro de que los estados sean dependientes de las grandes corporaciones económicas, privatizando sus operaciones burocráticas e incluso sus ejércitos. Ante el panorama, no extraña que poco después otras películas ya no hablaban de una Tierra futura, sino del fin de la Tierra, pues nos acercábamos a 2012 y a la predicción maya en medio de una crisis ecológica y social. Melancolía (2012) nos dejaba sin aire, un ser humano agotado que casi desea que el mundo acabe de una vez para descansar tranquilo.

Pero no ha llegado ni la gran glaciación, ni el padre de todos los tsunamis que estábamos prediciendo y, en cambio, la economía y la estructura política se agrietan por sorpresa. El cine se centra en hablarnos de post-eras llenas de tiranía e injusticia donde nos defendemos, esencialmente, con violencia frente a la violencia. Los juegos del hambre (2012) hacen furor en las nuevas generaciones, retratando un mundo bajo la opresión y la injusticia. 

Años llevan los zombis acompañándonos como una amenaza de futuro, planteando la paradoja de que quizás lo que nos mate sean los mismos muertos. ¿Acabará con nosotros nuestra propia resistencia a abandonar el pasado y nuestra incapacidad para renovarnos? Ni Brad Pitt ha podido resistirse al influjo zombi y será el protagonista de Guerra Mundial Z que, dirigida por Marc Forster, se estrenará en junio.

Utopía vs. distopía

Las visiones del futuro se pueden agrupar en dos bloques y nos dicen mucho del estado en el que nos encontramos. Están las utopías, buenos sueños sobre el futuro. Mundos idealizados que se presentan como una alternativa a este imperfecto (La República, de Platón o Utopía, de Moro). Y están las distopías, utopías en negativo que retratan mundos apocalípticos donde todo es maldad y desastre, no hay ética, ni posibilidad de alcanzar lo deseable (Un mundo feliz, de Huxley o Fahrenheit 451, de Bradbury). Las visiones del mundo futuro se mueven así entre polaridades que contemplan parejas del tipo: Desigualdad/igualdad. Desgaste/vitalidad. Pobreza/riqueza. Ruinas/nuevo. Perder/ganar. Soledad/compañía. Aislamiento/intimidad. Frío/emoción. Vacío/pleno. Recursos agotados (energías)/energías alternativas. Gobiernos absolutos/democracias mejoradas. Masa/individuo. Alienación/autorrealización. Guerra/paz. Tecnología/naturaleza. Enfermedad/salud. El conjunto de la primera palabra de cada día configuraran el peor de los mundos posibles y equivalen a los peores miedos y temores del hombre y la especie. Es el retrato de la crisis extrema frente a la cual debe aparecer con emergencia una solución nueva, llena de fuerza, algo que llega más allá de toda razón y esperanza. Es el momento del héroe, que toda película de ciencia ficción apocalíptica aporta.

¿Qué se estrena en España en estos meses que nos permita, como en las entrañas de las aves o como en los posos del café, leer sobre lo que nos sucede y lo que nos sucederá? No olvidemos que lo que pensamos que ocurrirá se acerca mucho a lo que sucederá de hecho, pues marca imperceptiblemente, de una en una, probablemente de modo inconsciente, las decisiones que tomamos. Y esas decisiones que vamos tomando nos llevan, finalmente, a que se cumplan nuestras propias profecías.

El cine español no se atreve mucho con la ciencia ficción, pero Eva (2011) fue una grata sorpresa y ahora podemos ver un apocalipsis que tiene algo de El ángel exterminador (Buñuel) en Los últimos días (Alex y David Pastor, 2013).

A nivel mundial, entre lo más esperado, está Oblivion (2013) que pretende deslumbrarnos con un futuro tecnológico, pero cuyo desenlace depende siempre del hombre, de un héroe clásico, todo potencia y determinación. Vamos, más de lo mismo. Le seguirá en un mes Star Trek: En la Oscuridad, incombustible, con la misma atrayente fórmula, década tras década.

Futuro de estreno

Fuera de estas macroproducciones, en estas semanas tenemos dos estrenos interesantes que nos remiten a reflexiones diferentes.

La primera (estreno el 5 de abril) es Un amor entre dos mundos (Juan Solanas). En el tema central, una historia clásica de amor. Dos amantes separados por serios obstáculos que luchan contra ellos para reunirse. Y, en este caso, los obstáculos son de todo tipo: económicos, éticos, biológicos ¡cósmicos! Si hacemos caso a Solanas, aunque millones de años pasen, no nos libraremos de las mismas tensiones emocionales de los primeros siglos de humanidad. Para bien o para mal. Nada se puede interponer ante el amor: ni ley, ni ciencia, ni tiempo. Como escenario, la polaridad entre arriba (aparente cielo, puro, rico, ordenado) y abajo (como un infierno, pobre, desgastado, oscuro). El mundo de abajo está inspirado por una combinación de la Habana, Berlín y las películas de Tarkovsky, y el mundo de arriba tiene una apariencia atemporal-clásica/moderna que la hace compatible con cualquier espacio entre 1930 y 1990. Podemos tomarlo como una predicción sobre dónde acabara nuestra crisis, y una propuesta de solución. La salvación está en un sentimiento eterno que puede vencerlo todo. Una propuesta interesante, estimulante, pero nada sencilla. Llevamos siglos intentándolo, y la propuesta religiosa de más éxito en Occidente se basa en ello y no acaba de convencer a todos.

Internet nos cayó encima por sorpresa y, en cambio, ni rastro de los coches voladores que me predijeron de niñaLa segunda propuesta está recién estrenada (12 de abril). Un amigo para Frank con Frank Langella (nominado al Oscar por El Desafío, protagonista de Drácula, La novena puerta, Lolita, The Box) y Susan Sarandon (Pena de muerte, Thelma y Louise). Un amigo para Frank (Jake Schreier) ha pasado con éxito por el Festival de Sundance (premio Alfred P. Sloan) y el Festival de Sitges (Gran Premio del Público). En principio, parece otra película sobre las dificultades de envejecer y las formas de enfrentarse a ello. Pero todo da un vuelco cuando, frente a la cotidianidad de un hogar clásico y un clásico anciano lector que ama la biblioteca, aparecen los robots que pretenden cambiar la vida de los habitantes de la ciudad (ver Yo Robot 2004 o Wall-E 2008). Se produce entonces una confrontación entre las capacidades de ambos como representantes de su grupo: el robot de última generación y la generación de humanos que está a punto de extinguirse ¿Quién es más capaz? ¿Qué independencia puede tener cada uno? ¿Qué futuro les espera? ¿Qué relaciones son posibles entre ambos mundos? De alguna manera, ambos son dependientes. Pero su dependencia es de distinta categoría, por lo que descubrirán que una colaboración puede ser muy interesante. Una confrontación futurista, en este caso planteada no entre mundo pobre y rico, como en Un amor entre dos mundos, sino entre el mundo que estamos perdiendo y el que puede sustituirlo. Si en la primera película se salvan por el amor, en esta el acento se pone en la colaboración, la flexibilidad y algo parecido a la amistad… pero con un mensaje no del todo optimista que les dejamos descubran con el final. Una comedia algo triste.

Internet nos cayó encima por sorpresa y, en cambio, ni rastro de los coches voladores que me predijeron de niña. No abandono los sueños primeros y, mientras miro por la ventana y me pregunto cómo me adaptaré a la circulación “aérea”, pienso en la cura del cáncer, que ya casi estaba en los 80, la del alzhéimer, que estaría para los 90, la de la vejez, que ahora resulta que puede ser una enfermedad y puede tener una vacuna (¡!)… pronto... Pienso en los Objetivos del Milenio (ONU 2000) que aseguraban que tenían un plan para terminar con el hambre en el mundo con meta en 2015. Y parece que va a ser que no…

Se me despierta un cierto escepticismo y me quedo pensando ¿qué función personal y social cumplen los sueños y visiones sobre el futuro?

Algunos de los próximos estrenos de cine nos aventuran una inquietud por qué va ocurrir y por qué será de nosotros, y muy posiblemente hablan de qué nos ocurre y qué es de nosotros ya. Porque hablar del futuro no es, muchas veces, más que una forma proyectiva de hablar del presente. Nuestras fantasías y nuestros sueños tienen todo que ver con nuestros anhelos, esperanzas y miedos de individuo y de grupo. Cómo pienso que será el futuro también me retrata. Y cómo piensa una sociedad que será ese futuro la retrata en su tiempo y circunstancia.