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“Hay que romper las barreras físicas entre las clases altas y las bajas”
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Iván Gil

Empecemos por los principios

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Iván Gil

“Hay que romper las barreras físicas entre las clases altas y las bajas”

Ni todas las organizaciones benéficas tratan de cubrir las mismas necesidades ni todas las personas que económicamente contribuyen a ellas comparten las mismas motivaciones. Los numerosos

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“Hay que romper las barreras físicas entre las clases altas y las bajas”

Ni todas las organizaciones benéficas tratan de cubrir las mismas necesidades ni todas las personas que económicamente contribuyen a ellas comparten las mismas motivaciones. Los numerosos estudios del psicólogo de la Universidad de California Paul Piff explican el comportamiento de las personas solidarias desde una perspectiva de clase y es que, según las estadísticas, las personas de las clases medias concentran la mayor parte de sus donativos en organizaciones asistenciales, mientras que las clases altas apoyan mayoritariamente a las organizaciones académicas o artísticas. El porcentaje de ingresos anuales que donan unos u otros también varía: el 20% de las rentas más altas de EEUU destina el 1,3% frente al 3,2% del resto de la población norteamericana.

La diferencia entre unos y otros se debe, según los experimentos realizados por Piff, a la percepción real de las necesidades sociales de unos y otros. “La empatía de las clases medias con los pobres es mayor porque están más cercanos a la realidad, mientras que las grandes fortunas suelen estar más apartadas, por lo que se identifican menos con sus necesidades”, explica el psicólogo. Además, “la división geográfica y el aislamiento de las personas necesitadas” puede amortiguar el impulso caritativo de los que más tiene.

El escritor Ken Stern parte de esta misma tesis en su último libro, With Charity for All: Why Charities Are Failing and a Better Way to Give, para proponer a las rentas altas una “mejor forma de practicar la filantropía”. Para Stern solo es necesario romper las barreras físicas y psicológicas entre las grandes fortunas y los pobres para que las necesidades de estos últimos no sean invisibilizadas o generen rechazo por desconocimiento.

Una filantropía más consciente y eficaz

La propuesta de Stern para concienciar a las clases altas se asienta en varios experimentos que demuestran cómo el conocimiento de las condiciones de vida de los pobres aumenta por igual la empatía hacia ellos de las clases medias y altas. En concreto, un estudio demostró cómo el simple visionado de un vídeo sobre la pobreza infantil genera la misma empatía en todo el mundo, independientemente de sus fortunas.Las clases medias aportan porcentualmente más recursos a la beneficencia que las grandes fortunas

Las conclusiones del ensayo también tratan de poner en evidencia las afirmaciones de otros estudios como que los ricos tienden a priorizar más sus propios intereses por encima de los demás o que su prioridad por acumular riqueza es incompatible con la solidaridad. Lo que no niega es que la tendencia filantrópica entre las grandes fortunas se orienta mayoritariamente a fomentar la institucionalización de las élites. Así, en el ranking de las 50 mayores donaciones producidas en 2012 en EEUU, 34 se destinaron a prestigiosas universidades, como Harvard, Columbia o Berkeley, mientras que las 16 restantes fueron a parar a museos nacionales o instituciones de conservación de la naturaleza. Ninguna de ellas fue a parar a organizaciones de asistencia social.

Visibilizar los problemas de las personas con menos recursos, en lugar de relegarlas a un segundo plano, y emprender acciones comunicativas para concienciar a las capas más ricas de la población son dos de las propuestas para fomentar un cambio de hábitos filantrópicos entre los ricos. El magnate Michael Bloomberg afirmó en una ocasión que “existe un claro paralelismo entre tener éxito y ser generoso”. El problema que ahora se plantea es la forma en la que se manifiesta esa generosidad. Y en tiempos como los actuales es vital que las rentas más altas bajen a la realidad para priorizar sus acciones caritativas en organizaciones benéficas de ayuda a los más necesitados.

Ni todas las organizaciones benéficas tratan de cubrir las mismas necesidades ni todas las personas que económicamente contribuyen a ellas comparten las mismas motivaciones. Los numerosos estudios del psicólogo de la Universidad de California Paul Piff explican el comportamiento de las personas solidarias desde una perspectiva de clase y es que, según las estadísticas, las personas de las clases medias concentran la mayor parte de sus donativos en organizaciones asistenciales, mientras que las clases altas apoyan mayoritariamente a las organizaciones académicas o artísticas. El porcentaje de ingresos anuales que donan unos u otros también varía: el 20% de las rentas más altas de EEUU destina el 1,3% frente al 3,2% del resto de la población norteamericana.