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La fórmula de Warren Buffett y Charlie Munger para ser más inteligente
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Héctor G. Barnés

Empecemos por los principios

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Héctor G. Barnés

La fórmula de Warren Buffett y Charlie Munger para ser más inteligente

¿Qué distingue a aquellas personas que destacan por su inteligencia? En muchos casos, dedicar una hora al día a la lectura puede marcar la diferencia

Foto: Charles Munger y Warren Buffett, dos lectores insaciables y exitosos inversores. (Efe/Han Mei)
Charles Munger y Warren Buffett, dos lectores insaciables y exitosos inversores. (Efe/Han Mei)

¿Qué distingue a aquellas personas que destacan por su inteligencia? ¿Se trata de algo puramente biológico o el producto de un duro entrenamiento que, día tras día, consigue dar lugar a mentes brillantes? En el mundo laboral del siglo XXI no hay valor más importante que el de ser un hombre de acción. La reflexión parece haber quedado a un lado, como un reducto de académicos que nunca se han enfrentado a la vida real o excéntricos lectores. Un tópico demasiado recurrente que no parece aplicarse en el caso del que probablemente sea el inversor más importante de todos los tiempos, Warren Buffett.

Los consejos del director ejecutivo de Berkshire Hathaway suelen ser caldo de cultivo habitual para la elaboración de diferentes reflexiones sobre sus habilidades negociadoras, dada la clarividencia de Buffett a la hora de llevar a cabo su trabajo, pero en raras ocasiones se atiende a la raíz del talento del inversor. Un reciente artículo publicado en The Week explica de manera más concreta cuál es la clave de su inteligencia, y en tres palabras parece ser leer, leer y leer.

500 páginas, 600 páginas, 700 páginas, 1.000 páginas

Como explica dicho artículo, una auténtica oda a la lectura, Buffett puede llegar a pasar el 80% de su jornada inmerso en la lectura de diferentes documentos, así como reflexionando sobre los mismos. A juzgar por los datos que aparecen recogidos en el mismo, el oráculo de Omaha es una especie de sistema de gestión de big data humano, ya que según una cita extraída del Ohama World-Herald, el inversor podía llegar en los albores de su carrera a leer 1.000 páginas diarias con el objetivo de armarse con buenos datos para abordar su trabajo.

Mi trabajo consiste en recopilar información y, de vez en cuando, actuar

No se trata únicamente de acumular grandes cantidades de información, sino de saber qué hacer con ellas. Un pensamiento altamente crítico que permita separar el grano de la paja e identificar lo verdaderamente relevante es lo que ha permitido a Buffett convertirse en una referencia planetaria gracias a sus inversiones basadas en la confianza en las empresas seguras y con resultados a largo plazo. “Mi trabajo consiste básicamente en reunir continuamente una gran cantidad de información, y de vez en cuando, ver si todo ello me lleva a actuar”, señalaba el Oráculo de Omaha en el libro de Michael Eisner Working Together: Why Great Partnerships Succeed (HarperBusiness).

En dicho volumen, el inversor también recordaba por qué ha sido lo mejor trabajar lejos de su más fiel colaborador, Charlie Munger, vicepresidente de Berkshire Hathaway y el contrapunto republicano para el demócrata Buffett. De esa manera, habían conseguido dar de lado la tentación de pasar el día charlando, discutiendo o buscando soluciones, y podían dedicarse a leer. Tan sólo cuando era necesario actuar descolgaban el teléfono o se citaban y, en menos de medio minuto, podían obtener una solución adecuada al problema.

Leer mucho, pensar mucho, decidir rápido

No parece que, por lo tanto, Buffett sea un gran simpatizante de los brainstormings y de la mayéutica como la mejor forma de alcanzar la verdad. Más bien, esta parece inalcanzable si no gozamos previamente tanto de la información como de los mecanismos mentales necesarios para llegar a ella. “No escuchamos las opiniones de los demás. Queremos conocer los hechos, y luego pensar”, reconocía el inversor.

No queremos escuchar las opiniones de los demás, sino conocer los hechos y actuar en consecuencia

Como recuerda el texto, se trata de personas que “no son inteligentes porque son billonarias, sino que son billonarias porque son inteligentes”. Sin embargo, el propio Munger pone de relieve que su éxito no se debe tanto a su inteligencia congénita como a su modus operandi: “Ni Warren ni yo somos lo suficientemente inteligentes como para tomar decisiones sin tiempo para pensar”, explicaba en otra cita extraída del artículo de The Week. Por ello, una gestión adecuada del tiempo es necesaria para extraer el máximo jugo a cada segundo.

El propio Buffett reconoce que las suyas no son unas costumbres “muy comunes en los negocios”, pero a tenor de los resultados obtenidos por Berkshire Hathaway desde que en 1962 el inversor entrase en su accionariado, funciona. En un pasado, la información era sinónimo de poder, y ello explicaba las largas jornadas de Buffett y Munger frente a toneladas de informes, periódicos, libros y otras fuentes de conocimiento. ¿Ocurrirá lo mismo en el futuro inmediato, cuando los sistemas de big data permitan gestionar inhumanas cantidades de información y no sólo sustituir al hombre, sino superarlo, poniendo en entredicho la necesidad de la lectura que Buffett y otros han defendido?

Apología de la lectura

Si algo se extrae de la lectura de dicho artículo y su selección de citas del Oráculo de Omaha es, ante todo, un amor inusitado hacia la lectura, poco frecuente en un mundo en el que la multitarea, la dispersión de la atención y el conocimiento poliédrico pero superficial de Internet apunta en una dirección completamente opuesta a la de los viejos libros. Sin embargo, el propio Munger recuerda que lo más importante es convertir la lectura en una fuente de perfeccionamiento, aunque ello implique “reducir todos los ingresos durante un año”.

Debemos reservar al menos una hora diaria a la lectura

“Me siento en mi oficina y simplemente leo”, reconoce Buffett, mientras que Munger añade que no conoce a nadie que “sea sabio y no lea mucho”. Unas frases que parecen compartir todos aquellos que, como muestran los datos recogidos en la última encuesta sobre hábitos de lectura realizada por la cadena Fnac, leen entre una y dos horas al día, por mucho que la OCDE nos sitúe en los últimos puestos en lo que respecta a la comprensión lectora

Habrá quien arguya que, dados los hábitos de vida modernos, resulta complicado dedicar tanto tiempo a la lectura. Más aún, en el lugar de trabajo, donde no se espera de nosotros que pasemos seis horas diarias recopilando información. Quizá más práctico sea dedicar una hora a la lectura y no a la televisión o a Internet, como sugiere Buffett, que nos recuerda que nosotros mismos somos nuestros más valiosos clientes, y por ello, debemos invertir en nuestro crecimiento. ¿Cómo conseguirlo? Ahorrándonos todo ese tiempo que dedicamos a navegar por la red, revisar redes sociales, comentar banalidades por WhatsApp o frente a la televisión y destinarlo a la lectura.

¿Qué distingue a aquellas personas que destacan por su inteligencia? ¿Se trata de algo puramente biológico o el producto de un duro entrenamiento que, día tras día, consigue dar lugar a mentes brillantes? En el mundo laboral del siglo XXI no hay valor más importante que el de ser un hombre de acción. La reflexión parece haber quedado a un lado, como un reducto de académicos que nunca se han enfrentado a la vida real o excéntricos lectores. Un tópico demasiado recurrente que no parece aplicarse en el caso del que probablemente sea el inversor más importante de todos los tiempos, Warren Buffett.

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