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Del CEO al bedel, todos tenemos que creer en lo mismo
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Sonia Franco

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Sonia Franco

Del CEO al bedel, todos tenemos que creer en lo mismo

Termino de leer uno de esos libros que por muchas razones le dejan a uno fascinado. Se llama The Fall of the House of Forbes (sí,

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Del CEO al bedel, todos tenemos que creer en lo mismo

Termino de leer uno de esos libros que por muchas razones le dejan a uno fascinado. Se llama The Fall of the House of Forbes (sí, sí, la famosa revista del ranking de multimillonarios). Además de ser un libro valiente y bien documentado -el autor y ex subdirector de la revista, Stewart Pinkerton, asegura que ha hablado con cientos de personas antes de lanzarse- y estar maravillosamente escrito, lo que más me ha interesado es su diagnóstico de por qué una de las revistas con más solera ha llegado a la difícil situación que describe el autor.

Mucho de lo ocurrido es común a todos los medios de comunicación de aquí a Pernambuco. La irrupción de Internet en escena provoca que los viejos editores se enfrenten a un mundo en el que es difícil que se mantengan los antiguos modelos de negocio y, mientras intentan imaginar el futuro, bailan en una cuerda más y más floja a medida que la crisis se ceba con sus anunciantes, con sus lectores y acaba sin piedad y de un plumazo con las antiguas reglas del juego.

Pero hay algo más. Pinkerton cita el diagnóstico del gurú del marketing  Simon Sinek: Forbes ya no responde a la visión original de su creador, el patriarca de la saga B.C. Forbes, de que el capitalismo no existe para generar riqueza, sino para crear felicidad. Sinek sostiene que todo por lo que trabajó B.C. fue por ese “claro sentido del propósito, la causa y la creencia”, algo que su hijo Malcolm supo continuar, pero no así -dice- la tercera (y actual) generación de la saga.

Dos de las marcas preferidas de Sinek son Apple y Southwest Airlines. Afirma que, más allá de lo fabulosos que sean los productos de Apple, lo que hace grande la marca es el compromiso personal de Steve Jobs -que ahora deberán continuar sus sucesores- de retar siempre el status quo, por lo que sus productos siempre son auténticos y destacan por encima de los demás. En el caso de Southwest Airlines, su fundador, Herb Kelliher, cree profundamente en que su misión es que todo norteamericano, por humilde que sea, pueda viajar en avión. Y su visión, “ser el campeón del hombre común”.

Cuando 'iba' a dirigir Forbes...

En definitiva, Sinek defiende que lo que hace grande a una empresa es ser fiel a su misión, su visión y sus valores. Y que cuándo pierde el paso, la compañía comienza a ir a la deriva. Yo empecé a creer en la importancia de esas tres palabras precisamente cuando me ficharon para dirigir la edición española de Forbes (que nunca llegó a salir porque se nos echó encima la crisis económica). De repente, me vi arrastrada a un mundo en el que desde el minuto uno se exigía mi compromiso personal con los más altos estándares de calidad y excelencia, así como unos principios éticos a prueba de bomba. Y me sentí tremendamente orgullosa de formar parte de algo tan grande.

No me malinterpretéis: no es que los medios de comunicación en los que había trabajado anteriormente -todos españoles- no se esforzasen por lo mismo, sino que sencillamente no alardeaban de ello, no lo hacían constar en cada rincón, ni lo inyectaban en el ADN de los empleados desde que ponían el pie en la empresa. Por lo tanto, los trabajadores no lo convertían en la razón por la que iban todos los días a trabajar.

¿O es que simplemente a los españoles todo esto nos parecen milongas gringas? La primera vez que me topé con esta pregunta fue cuando una buena amiga americana me expresó su indignación por el cambio de la misión, visión y valores de su empresa tras haber sido comprada por otra.

— ¿Por qué es tan importante para ti?—, le pregunté, sorprendida. —Son sólo palabras...

— ¿Palabras?—, me contestó, aún más enfadada—. Durante años me he subido todas las mañanas a mi coche sabiendo dónde iba y por qué. Ahora ya no lo sé. No sé si esta empresa tiene una misión. Y si la tiene no me doy por enterada, porque no ha sabido transmitírmelo.

¡Guau! Por aquel entonces, yo vivía en Estados Unidos y empecé a fijarme más en las actitudes de los trabajadores. Los de Microsoft se sentían tan orgullosos que no les importaba ni lo más mínimo que su empresa estuviese acusada de actitudes monopolísticas (hablamos de finales de los noventa). Y los que trabajaban en Philip Morris cobraban más porque la compañía entendía que debía pagar un sobreprecio por trabajar en una empresa que fabricaba productos que podían provocar cáncer.

Entonces, ¿somos más descreídos los españoles o es que nuestras empresas no se esfuerzan en involucrarnos? ¿Somos nosotros o son ellas las que no creen en que la misión, visión y valores deben significar algo para todos, del CEO al bedel?

Lo siento, no tengo la respuesta, así que déjame preguntarte: ¿Conoces la misión, visión y valores de tu empresa? ¿Crees en ellos? ¿Te importaría que los cambiasen? Y si no los tiene, ¿te gustaría que los tuviese?

No tengo elementos más allá que el libro que citaba al principio para juzgar la situación de la revista Forbes, aunque me imagino que vive su particular vía crucis en plena crisis de la prensa. Pero sentiría mucho que dejase de representar los valores que la hicieron grande. Igual que Apple. O  Microsoft. O Southwest Airlines. Sentir que una empresa tiene una misión que la trasciende la convierte en un ente con alma y motiva a los trabajadores. Y unos empleados motivados y que trabajan todos a una son claramente una de las claves del éxito de una empresa. Así que, aunque sólo fuese por mantener la ilusión, si yo crease una compañía me esforzaría en dotarla de una misión, una visión y unos valores creíbles, alcanzables y motivadores. A veces los americanos no andan tan descaminados…

Termino de leer uno de esos libros que por muchas razones le dejan a uno fascinado. Se llama The Fall of the House of Forbes (sí, sí, la famosa revista del ranking de multimillonarios). Además de ser un libro valiente y bien documentado -el autor y ex subdirector de la revista, Stewart Pinkerton, asegura que ha hablado con cientos de personas antes de lanzarse- y estar maravillosamente escrito, lo que más me ha interesado es su diagnóstico de por qué una de las revistas con más solera ha llegado a la difícil situación que describe el autor.