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¡Socorro! ¡Que viene un PowerPoint!
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Sonia Franco

Pase sin Llamar

Por
Sonia Franco

¡Socorro! ¡Que viene un PowerPoint!

El primer PowerPoint de mi vida fue un éxito rotundo. Mi equipo se jugaba mucho en aquella presentación, así que recurrí a dos amigos para que

El primer PowerPoint de mi vida fue un éxito rotundo. Mi equipo se jugaba mucho en aquella presentación, así que recurrí a dos amigos para que me ayudasen a elaborarla a conciencia. El primero había estudiado en Harvard y me enseñó la técnica de las presentaciones de negocios de esta universidad. El segundo es un mago del PowerPoint y amenizó la presentación con las imágenes, animaciones y transiciones justas para lograr el impacto deseado. Y triunfamos.

El caso es que nunca he vuelto a hacer una presentación ni la mitad de buena. A menudo por falta de tiempo, la mayor parte de las veces porque me falta el conocimiento de la herramienta y otras, simplemente, porque me han flaqueado las ganas. Y tengo remordimientos. Así que cuando el otro día me topé con el titular “en el 43% de las presentaciones se cometen errores graves”, me lancé a devorarlo. Según este post, los cuatro errores más graves son incluir en la presentación frases completas e ir leyéndolas una a una (¿os suena?); que el tamaño de la letra impida leer el texto (eso, eso, hay que pensar en los que ya hemos cumplido los 40); que los colores estén mal elegidos y dificulten la lectura (¿¿¿negro sobre azul marino???); y que los gráficos sean tan farragosos que no se entiendan (salvo que esa sea la intención del orador, que a veces lo parece).

La gente usa el PowerPoint porque todo el mundo lo hace y para no tener que escribir un discurso completo

¡Vaya! Más del 90% de las presentaciones a las que he asistido en mi vida (y son muchas) cometen uno a uno estos pecados. ¿Cómo es posible? Porque las personas que han elaborado los PowerPoints no han dedicado ni cinco minutos a pensar en la audiencia a la que se dirigen. Como son unos expertos en la materia y sus ideas son tan interesantes, ¿por qué molestarse en elaborar una presentación inteligible y entretenida que se quede grabada en la mente del que la escucha? Eso supone demasiado trabajo. Y tiempo. Como consecuencia, perdemos innumerables ocasiones de tener un verdadero impacto con nuestras palabras.

Europa malgasta el tiempo (a causa del PowerPoint)

Decido que no puede ser e intento convencer a mi jefe de que mis compañeros y yo necesitamos un curso de PowerPoint para mejorar nuestras presentaciones. Y buceando por Internet en busca del curso/profesor perfecto para atender a nuestras necesidades particulares, me topo con una curiosa historia: una formación política suiza denominada Partido Anti PowerPoint. Su eslogan: ¡Hay que hacer algo ya! Su objetivo: Prohibir las presentaciones de PowerPoint. Su justificación: Europa malgasta 110.000 millones de euros al año en horas perdidas asistiendo a presentaciones.

Que la gente lo utilice mal no quiere decir que sea malo en sí mismo

Este partido se hizo famoso porque la columnista del Financial Times Lucy Kellaway se sumó a sus tesis, argumentando que el PowerPoint disminuye la calidad de las discusiones y conlleva malas decisiones. A su juicio, la gente lo usa porque todo el mundo lo hace, para no tener que escribir un discurso completo y porque les ayuda a controlar los nervios al hablar en público.

Curiosamente, la cosa no quedó ahí. Tim Harford, el conocido gurú de la economía del comportamiento, azuzó la polémica al lanzarse a defender el PowerPoint. Su argumento: que la gente lo utilice mal no quiere decir que sea malo en sí mismo. Su conclusión: muchas de las malas presentaciones en las que se utiliza PowerPoint como soporte serían malas aún sin usar esta herramienta. Su solución: llevaría muy poco tiempo mejorar estas presentaciones.

Estoy de acuerdo con Harford, excepto en el último punto: para mejorar las presentaciones hay que querer hacerlo y para eso hay que pararse a pensar en la audiencia. Y siento decir que no veo a muchas personas dispuestas a hacerlo.

Decido perseverar en mi misión. Pero encontrar un curso/profesor que nos ayude a mis compañeros y a mí a usar la herramienta como es debido es sólo el primer paso. Después habrá que mimar cada presentación: preparar con tiempo lo que queremos decir, preocuparnos por saber quiénes son las personas que nos van a escuchar, y pensar en cuál es el mejor modo de transmitir nuestros mensajes. Y, una vez que tengamos esto claro, estaremos listos para trasladarlo al PowerPoint y jugar con las imágenes, las animaciones, las transiciones…

Mi objetivo: que nadie sienta la tentación de apuntarse al Partido Anti PowerPoint después de asistir a una de mis presentaciones.

El primer PowerPoint de mi vida fue un éxito rotundo. Mi equipo se jugaba mucho en aquella presentación, así que recurrí a dos amigos para que me ayudasen a elaborarla a conciencia. El primero había estudiado en Harvard y me enseñó la técnica de las presentaciones de negocios de esta universidad. El segundo es un mago del PowerPoint y amenizó la presentación con las imágenes, animaciones y transiciones justas para lograr el impacto deseado. Y triunfamos.