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Sí, estoy a favor de las cuotas femeninas. Mal que me pese...
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Sonia Franco

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Sonia Franco

Sí, estoy a favor de las cuotas femeninas. Mal que me pese...

Cada cierto tiempo, se reabre el debate: ¿es necesario instaurar cuotas para que las mujeres ocupen más puestos en los consejos de las empresas, la dirección

Cada cierto tiempo, se reabre el debate: ¿es necesario instaurar cuotas para que las mujeres ocupen más puestos en los consejos de las empresas, la dirección de las compañías o las administraciones públicas? Irremediablemente, surgen voces que defienden alto y claro una u otra posición. Y personas como yo, mal que nos pese, volvemos a darle vueltas al asunto: ¿De verdad es nuestra postura la más acertada?

En esta ocasión, el debate ha vuelto porque a principios de junio los estados miembros de la Unión Europea debatirán sobre la controvertida medida que hace más o menos un año promovió la vicepresidenta de la Comisión Europea y responsable de Justicia, Viviane Reding: la implantación por ley de cuotas femeninas en los consejos de administración. Mal que nos pese.

Partiendo de la base de que sólo el 16% de los puestos de consejero de las grandes compañías de la UE está ocupado por mujeres y que un insignificante 3% de las empresas cotizadas están presididas por el género femenino, la Europa en la que vivimos considera que algo hay que hacer. Estoy segura de que muchos de vosotros saltaréis de inmediato: ¿¿¿¿Por qué???? ¿No queréis igualdad? Pues la igualdad se consigue llegando arriba por méritos propios y no por cuotas.

El debate sobre las cuotas, mal que nos pese, no es estérilY tendréis razón, siempre que estuviésemos en un mundo ideal. Porque ¿cuántas mujeres se han encontrado, de aquí a Pernambuco, con que, a igualdad de méritos, el que ha ganado la carrera ha sido un hombre? ¿Cuántas han visto que, como el resto del consejo o la dirección estaban formados por hombres, a la hora de elegir se han sentido más cómodos rodeados de chaquetas y corbatas como las suyas? ¿Cuántas señoras con dos carreras, un MBA y horas y horas de desvelos por su empresa se han topado una y mil veces con la mirada lasciva de su jefe, incapaz de considerarlas seriamente para sucederle por el hecho de tener un buen escote?

Estas cosas pasan y, desgraciadamente, demasiado a menudo. Por eso, el debate sobre las cuotas, mal que nos pese, no es estéril. Como no lo es que en países como Noruega o Francia, que han optado por impulsar las cuotas frente a la autorregulación, haya más mujeres en puestos de mando que en otros países de Europa.

Desafiando el statu quo

Todos sabemos lo difícil que es cambiar el statu quo por comodidad, miedo a lo desconocido o simplemente, pereza. Pero hay cosas que es bueno que cambien. Hay estudios que demuestran que las empresas con un mayor número de directivas obtienen mejores resultados. Incluso uno de la prestigiosa firma de consultoría McKinsey, nada sospechosa de sesgo hacia las mujeres por su elevada posición en el establishment, reflejaba en 2009 que el margen de beneficio de las empresas con mayor presencia femenina duplicaba el de otras en que apenas había mujeres en la dirección. Reding citaba hace unos días en El País unos datos de la OCDE: la igualdad de género en el mercado laboral en 2020 reportaría una subida del 12,4% del PIB per cápita para 2030.

Por si todavía no ha quedado clara mi postura, ahí va: mal que me pese, voto sí a las cuotas. Porque, aunque normalmente me opongo frontalmente a cualquier tipo de discriminación, creo que a veces para avanzar hay que dar algunos pasos atrás. Y, a estas alturas, está bastante claro que hasta que no haya más mujeres en los puestos de dirección y en los consejos de administración, las demás seguirán teniendo muy difícil el acceso. Y no porque las mujeres que llegan a las cúpulas se dediquen a fichar a otras por el hecho de serlo: nada más alejado de la realidad. Pero la diversidad en las empresas hará que se pierda el miedo al modo femenino de gestionar, conseguirá que se abran paso las políticas de conciliación, pondrá el acento en los resultados conseguidos más que en el número de horas trabajadas… En definitiva, hará que los entornos corporativos dejen de estar hechos a imagen y semejanza de los hombres más tradicionales para acoger a otro tipo de personas con diferentes ideas y necesidades. Como las mujeres.

Llegados hasta aquí, algunos me diréis, con mucha razón, que en ningún momento de este post he hablado de los techos que se ponen las propias mujeres. Y me citaréis la inseguridad, las pocas ganas de hacer networking, la elección de quedarse en casa con los hijos, entre otras muchas cosas. De acuerdo. Pero, ¿y qué? De lo que estamos hablando aquí es de poder elegir, no de que unos u otras tengamos más o menos ambición. Y las cuotas son un camino –mal que nos pese– para poder conseguir ese objetivo. 

Cada cierto tiempo, se reabre el debate: ¿es necesario instaurar cuotas para que las mujeres ocupen más puestos en los consejos de las empresas, la dirección de las compañías o las administraciones públicas? Irremediablemente, surgen voces que defienden alto y claro una u otra posición. Y personas como yo, mal que nos pese, volvemos a darle vueltas al asunto: ¿De verdad es nuestra postura la más acertada?