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Afrontando el miedo al despido
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Lola García

Trabajo y sentido común

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Afrontando el miedo al despido

He conocido personas a las que recientemente su jefe ha reunido para comunicarles la reducción de su salario en un 15%, con el objetivo de que

He conocido personas a las que recientemente su jefe ha reunido para comunicarles la reducción de su salario en un 15%, con el objetivo de que la empresa pueda salir a flote. Si estas personas tienen un salario bajo, ¿qué consecuencias puede producir esta reducción? En muchos casos, que no puedan pagar su alquiler o hipoteca y tengan que volver a casa de sus padres y sentir que no pueden evolucionar a nivel personal. En otros, la desmotivación de haber estado luchando durante tantos años para obtener una recompensa y sentir la frustración de lo contrario. Y cómo no, el miedo a ser despedido en cualquier momento, porque un día sí y otro no han echado a alguien de la empresa en sus diversos departamentos.

Actualmente tanta precariedad laboral está generando mucho miedo entre los trabajadores. Los más optimistas lo verán como la oportunidad de plantearse nuevas metas en el ámbito laboral (irse a otros países, formase en otras áreas que les permitan ser más polivalentes en la búsqueda de nuevos empleos o ser autónomo y poner en marcha la idea que siempre había soñado). Los más pesimistas pensarán que es muy difícil encontrar un empleo en estos momentos y se desmotivarán fácilmente focalizando el pensamiento solamente en lo negativo.

Se me ocurre decir en estos casos: ¡Zen, en un mundo cada vez  más convulso! Una vez leí lo que un monje preguntó a Buda: “¿Cuál es el mayor regalo que te gustaría hacerle a alguien?”. “El don de la ausencia de miedo”’, respondió el Buda.

El miedo tiene tal importancia en la existencia humana que el zen hace del trabajo sobre esta emoción una práctica completa. Evidentemente, no se trata de miedos fóbicos, que manifiestan alguna patología, sino el miedo “común” que la psicología clasifica entre las cinco emociones fundamentales propias de todo ser humano (junto al deseo, la alegría, la tristeza y la ira). En tanto fundamental que es, el miedo adopta cada vez mil formas en nuestro día a día, impidiendo de manera ostensible la aparición de destellos de felicidad. Nuestros miedos nos impiden convertirnos en lo que somos.

El miedo a fallar, a estar solo, a no ser amado, a desaparecer (a morir, a no ser reconocido, a no existir socialmente por estar en el paro, etc.) y el miedo a nuestro entorno (el miedo a los demás, a las situaciones nuevas) están entre los más frecuentes.

En estos casos de reducciones de salarios, despidos, etc., lo más importante es no dejarnos llevar en exceso por los pensamientos negativos. Leí en una revista científica que Jeff Galak, científico de la conducta de la Universidad de Carnegie Mellon, sugiere que, en el recuerdo, las dificultades nos parecen más tremendas de lo que en realidad fueron, de modo que cuando debamos afrontarlas de nuevo resulten menos penosas de lo esperado. Galak piensa que con esa estrategia de “prepararse para lo malo”, los individuos aprenden a superar las dificultades y dejan de temer dolores exagerados. Aunque el científico reconoce que ello puede aportar el efecto contrario, es posible que preparándonos para lo peor suframos menos.

He conocido personas a las que recientemente su jefe ha reunido para comunicarles la reducción de su salario en un 15%, con el objetivo de que la empresa pueda salir a flote. Si estas personas tienen un salario bajo, ¿qué consecuencias puede producir esta reducción? En muchos casos, que no puedan pagar su alquiler o hipoteca y tengan que volver a casa de sus padres y sentir que no pueden evolucionar a nivel personal. En otros, la desmotivación de haber estado luchando durante tantos años para obtener una recompensa y sentir la frustración de lo contrario. Y cómo no, el miedo a ser despedido en cualquier momento, porque un día sí y otro no han echado a alguien de la empresa en sus diversos departamentos.