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Así mueve José Frade los hilos culturales ocultos del cine español
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Carlos Prieto

Animales de compañía

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Así mueve José Frade los hilos culturales ocultos del cine español

Fue el productor más exitoso del tardofranquismo, perdió fuelle en la democracia y regresa ahora tras registrar el nombre 'Ocho apellidos catalanes'

Foto: José Frade, productor español.
José Frade, productor español.

Escena dantesca de la semana en Celtiberia: Se descubre a José Frade (Madrid, 1938) registrando el nombre Ocho apellidos catalanes en la Oficina Española de Patentes y Marcas. La maniobra olió raro a casi todo el mundo, pero Frade se defendió en una misiva enviada por sus abogados a este periódico: "No hemos tenido ninguna intención de utilizar la 'picaresca empresarial' como usted la denomina, porque si hubiésemos tenido esa miserable intención, nos habría bastado con solicitar el registro de la marca Ocho apellidos vascos, que en ese momento, no sabemos si hoy y ahora, estaba sin registrar".

Con ven, la mejor defensa es un buen ataque, aunque las explicaciones de Frade no han podido evitar que la interpretación canónica sobre lo ocurrido sea la siguiente: productor en decadencia intenta resurgir de sus cenizas pescando en caladero ajeno. De producir las películas más taquilleras del tardofranquismo y el destape a intentar subirse a la ola del éxito de Ocho apellidos vascos.

En efecto, esta tendría que ser una historia de auge y caída, de cómo Frade fue perdiendo su enorme influencia hasta caer en la autoparodia. Pero ocurre que el legado cultural del fradedismo quizás sea mucho más profundo de lo que nos pensamos. Quizás España sigue siendo fradedista aunque nos neguemos a reconocerlo.

Los orígenes de un mito

Frade produjo en 1970 el mayor fenómeno comercial de las siguientes tres décadas: No desearás al vecino del quinto

Que Frade partió la pana durante el tardofranquismo y la Transición está fuera de toda duda. Aunque solo fuera porque produjo el mayor fenómeno comercial de las siguientes tres décadas: No desearás al vecino del quinto (Tito Fernández, 1970), inenarrable película sobre un modisto heterosexual (Alfredo Landa) que se hace pasar por gay para reflotar su negocio y ligar compulsivamente con mujeres.  

El bombazo comercial fue tal que la carrera de Alfredo Landa entró en órbita: "Me ofrecieron un contrato en exclusiva para hacer otras cinco películas de maricón, y dije que no", contó una vez con su habitual desparpajo carpetovetónico

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Dos datos para entender la importancia financiera de No desearás al vecino del quinto: hubo que esperar treinta años, hasta la llegada de los Torrentes de Santiago Segura, para que un filme español superara su número de espectadores, cifra que justo ahora ha batido también Ocho apellidos vascos. En otras palabras, No desearás al vecino del quinto fue a la industria del cine de los años setenta lo que Ocho apellidos vascos es a la de esta década. 

De lo que quizás no se ha hablado suficiente es de la enorme influencia cultural de No desearás al vecino del quinto, como película generadora de una de las grandes etiquetas/subgéneros de la historia del cine español, el landismo. Un fenómeno que aún colea.

A tope con el destape

Tras financiar otra bomba landista  -No desearás a la mujer del vecino (Fernando Merino, 1971)-, Frade cogió carrerilla y produjo películas de títulos tan inequívocos como Doctor, me gustan las mujeres, ¿es grave? (1974), Cuando el cuerno suena (1975) o Las delicias de los verdes años (1976), protagonizada por una de las grandes divas del destape: María José Cantudo.

placeholder Hitos del Destape

No obstante, Frade tampoco fue ajeno al boom comercial de todo lo que oliera a político durante la Transición, y también financió un filme clave en la recuperación temática de la Guerra Civil, Las largas vacaciones del 36 (Jaime Camino, 1976), que chocaría con la censura.

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Llegados los ochenta, el destape y el picante de baja estofa empezaron a declinar, pero Frade siguió a lo suyo, produciendo a las figuras que mantenían vivo el legado: de Fernando Esteso (El erótico enmascarado, Mariano Ozores, 1980) a Andrés Pajares (Cristóbal Colón, de oficio descubridor, Mariano Ozores, 1982), al que también financió una entretenidísima comedia política de culto: La hoz y el Martínez (Álvaro Sáenz de Heredia, 1985).

La caspa ya no mola

Pero ya no era lo mismo. Frade fue espaciando unas producciones cinematográficas que ya no triunfaban como antaño, hasta que en los noventa empezó a centrarse en las series de televisión (Canguros, Hermanos de leche). Esa década, de hecho, ya estuvo más marcada por sus labores como empresario que como productor. Frade llegó a poseer el 5% de Antena 3 y firmó más de un suculento (y polémico) contrato comercial con TVE: "Televisión Española ha pagado 1.000 millones de pesetas al productor cinematográfico y accionista de Antena 3 José Frade por un lote de 100 películas, entre cuyos títulos se encuentran El cipote de Archidona", resumió con indisimulada mala leche el diario El País en 1997.

Suele asociarse a Frade con un cine casposo que se habían desvalorizado con la llegada de la presunta sofisticación cultural democrática

Al margen de si las películas de Frade valían o no ese dinero, se detecta cierta tendencia a tomarse su cine como algo casposo, de otra época, de cuando la gente llenaba las salas para ver cintas de dudoso gusto sobre hombres ultra hormonados y mujeres en cueros, películas que se habían desvalorizado con la llegada de la presunta sofisticación cultural democrática.

En efecto, uno de los efectos culturales más histriónicos de la llegada de la democracia fue la frenética carrera por sacudirnos de golpe el pelo de la dehesa y gritar a los cuatros vientos que no había nadie en Europa más moderno y posmoderno que nosotros. Eso explicaría, en parte, el declive comercial de las producciones de Frade.

El landismo por otros medios

¿Y si los sainetes sexuales del tardofranquismo están delante de nuestras narices y preferimos no darnos por aludidos?

Pero, ay, ¿y si España no era tan moderna como relucía? ¿Y si el legado cultural de Frade había calado? ¿Y si el cine de la democracia se había limitado a ponerle unas gafas de pasta al landismo para darle un look más fashion? ¿Y si los sainetes sexuales del tardofranquismo estaban otra vez delante de nuestras narices y preferíamos no darnos por enterados?

Esa sería una de las tesis del ensayo de referencia sobre la historia de la comedia cañí: La comedia cinematográfica en España, de Álvaro del Amo. Publicado en 1975, Del Amo lanzó una versión aumentada en 2009 (Alianza) y se encontró con una sorpresita al analizar las coincidencias temáticas y formales entre las comedias de éxito de la democracia y las del tardofranquismo: 1) "No había habido ruptura, sino continuidad". 2) "Los cambios no habían llegado a alterar una expresión que era la exacerbada consecuencia del paisaje descrito durante el franquismo". 3) "Los setenta no pertenecían a un tiempo histórico superado".

Resumiendo: la comedia democrática no solo no había roto con el landismo, sino que lo celebraba voluntaria o involuntariamente.

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La guasa democrática seguía bebiendo, en efecto, del sainete costumbrista y la astracanada sexual. "El cine español se ha basado siempre en este realismo de zarzuela y revista con chistes más o menos procaces", contó Del Amo a este periodista tras publicar un libro que no entraba en valoraciones sociológicas, sino que se limitaba a estudiar la recurrencia de temas, tipos y enfoques de la comedia española. "Un hombre se lía con la mujer de su mejor amigo y la cosa se desmadra. Vale. Pero lo que no se aclara nunca es por qué tiene una aventura, cuál es el origen de su malestar o qué carencias cubre su nueva pareja", explicaba Del Amo.

Borja Cobeaga, director de Pagafantas y guionista de Ocho apellidos vascos, ha hablado en más de una ocasión sobre la larga sombra del landismo sobre el audiovisual español. “Su influencia es evidente hoy sobre todo en la televisión, de donde a su vez salta al cine. Hay comedias contemporáneas, como Aída o Los Serrano, que no pueden entenderse sin él”. Entre otras cosas porque el landismo fijó un arquetipo cañí que sigue teniendo plena vigencia cultural: "El pobre machito español enfrentado a los elementos", ha aclarado Cobeaga.

Conclusión: se nos llena la boca hablando públicamente de la decadencia de José Frade y de lo modernos y progresistas que somos todos, pero en cuanto volvemos a nuestra rutina y nadie nos mira sacamos ese cuñado que todos llevamos dentro y se nos va la fuerza sexual por la boca como a Landa en cualquiera de sus película icónicas. Todos somos José Frade y todos somos Alfredo Landa. Y el que esté libre de pecado carpetovetónico, que tire la primera piedra.

Un respeto pues para don José Frade por haber patentado el estereotipo cómico español más lucrativo de todos los tiempos. O cómo Frade sigue moviendo los hilos culturales del cine español mientras nosotros miramos a otro lado. 

Escena dantesca de la semana en Celtiberia: Se descubre a José Frade (Madrid, 1938) registrando el nombre Ocho apellidos catalanes en la Oficina Española de Patentes y Marcas. La maniobra olió raro a casi todo el mundo, pero Frade se defendió en una misiva enviada por sus abogados a este periódico: "No hemos tenido ninguna intención de utilizar la 'picaresca empresarial' como usted la denomina, porque si hubiésemos tenido esa miserable intención, nos habría bastado con solicitar el registro de la marca Ocho apellidos vascos, que en ese momento, no sabemos si hoy y ahora, estaba sin registrar".

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