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Jorge Zepeda, en busca del lector indignado
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Peio H. Riaño

Animales de compañía

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Peio H. Riaño

Jorge Zepeda, en busca del lector indignado

Hasta las narices de la opacidad, de la permisividad, de la impunidad, del exceso, de la protección, de la complicidad, del clientelismo, del saqueo, del pillaje,

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Hasta las narices de la opacidad, de la permisividad, de la impunidad, del exceso, de la protección, de la complicidad, del clientelismo, del saqueo, del pillaje, del exceso, hasta las narices de la injusticia, de la estafa, del dinero, de la hipocresía, de la mediocridad, del descontrol, del pelotazo y de la roña, hasta las narices de las tarjetas y las preferentes, de los irresponsables, de los codiciosos, de los conspiradores, de los mentirosos, de los sectarios, de los sobres, de las influencias, de los intransigentes, de la greña, de la paletería, de la palabrería, de los embusteros, de los ERES, de la mentira, de los rescates, de la represión y del control, de la democracia en B. Hasta las narices de los impostores y de los nicolases. Hasta las narices de la corrupción.

Los niveles de indignación no bajan desde 2011, cuando irrumpió el nos plantamos. Desde entonces, el nicho de población molesta ha crecido hasta convertirse en masa enfurecida y rentable. Tanta exposición de hartazgo es un estudio de mercado gratis. A los pocos días, el caramelo ya estaba fabricado, en las librerías los ciudadanos tenían el reflejo (y neutralización) de su cabreo. Un fenómeno sin precedentes que canalizó la ira: ¡Indignaos! Un éxito de grapa insólito: en España Stéphane Hessel salió con 45.000 ejemplares y muchas dudas. A las 48 horas ordenaban la primera reimpresión de 80.000 y a los 10 días la tercera, con 100.000 más. En marzo de 2013 ya habían colocado de 400.000 libros y, al tiempo, la editorial Destino (Planeta) publicaba la segunda entrega, ¡No os rindáis!

“Reflexiona y aporta nuevas propuestas para no dejarnos avasallar por los profetas de la catástrofe, y para evitar que el futuro de los españoles, sobre todo de los jóvenes, lo escriban los nuevos dioses del siglo XXI: los mercados financieros y sus agentes políticos gubernamentales”, resumía los puntos calientes del libro su editor Ramón Perelló, responsable en España del triunfo de Hessel. “Los mensajes son sencillos, podrían estar firmados por cualquiera, pero estaban firmados por alguien con autoridad moral”, explicaba a este periódico el editor desvelando las claves que activan las cosquillas de la revolución (lectora).

Planeta se mueve

Perelló era entonces responsable de Destino y fue reubicado hace algo más de un año en Península, dirigido hasta ese momento por Manuel Fernández-Cuesta. Planeta quería potenciar el pensamiento “de mensaje sencillo” con “autoridad moral”, al tiempo que fortalecía la presencia anticapitalista en el catálogo de Deusto. Sus dos herramientas para no caerse del caballo de la vertiginosa actualidad. La empresa maniobraba y reforzaba la fidelización de lectores de izquierda.

En ese sentido, la concesión del nuevo Premio Planeta al escritor mexicano Jorge Zepeda es un movimiento empresarial que invierte las leyes de marketing establecidas para el galardón en las últimas décadas: escritor desconocido, de calidad, con una historia amarga sobre el factor humano y las alcantarillas del poder y, la clave, latinoamericano. Primer mexicano en recibirlo. En los últimos 44 años, sólo cinco autores de América: el chileno Antonio Skármeta (2003), los peruanos Alfredo Bryce Echenique (2002) y Mario Vargas Llosa (1993) y el argentino Marcos Aguinis (1970), y ahora Zepeda.

Después de la compra ‘low cost’ de Alfaguara, Penguin Random House se convierte en el gran competidor de Planeta al otro lado del Atlántico. México venden más libros que en España y Jorge Zepeda es un periodista de prestigio, de carrera dilatada (y un autor recién llegado), director del diario www.sinembargo.mx. El grupo de José Manuel Lara mueve ficha con una novela propia de Stieg Larrson a la mexicana, con un discurso contra los responsables de la podredumbre del sistema de valores, contra los escándalos de corrupción, contra seres que carecen de conflictos éticos por aprovecharse del resto. Cabe preguntarse si un premio como el Planeta escapa de todo lo que denuncia la novela o es redundar sobre la crisis del sistema de valores.

El ADN de la corrupción

Los escritores escriben porque no pueden remediarlo y las editoriales venden por el mismo motivo. En su anterior novela, Los corruptores (Destino), Zepeda ya avanza el corazón de su propuesta narrativa, la debilidad de las instituciones democráticas ante los intereses políticos. Periodista con horas para escribir y ponerle cara, ojos y voracidad a los que expanden su imperio sin control, no duda en meter en la novela el nombre del todopoderoso, Carlos Slim, para señalarlo como uno de los mayores insaciables.

En este periódico Zepeda avanzaba que Milena o el fémur más bello del mundo –en la calle el 4 de noviembre, con 200.00 ejemplares, 100.000 más que la nueva edición del Diccionario de la lengua- seguirá desentrañando el ADN del corrupto, desde los os Berlusconi, los Kichner y los Gil y Gil de Marbella. Zepeda señala a la cultura del éxito y del pelotazo, de las trampas y el escándalo tapado... ¿Hay alguien que no quiera leer sobre lo que revuelve las entrañas, sobre lo que le toca las narices cada día?

Es momento de libros antipáticos y ariscos, como los de Rafael Chirbes, que recibía hace unas semanas el Premio Nacional de la Crítica por En la orilla, del que Anagrama asegura a este periódico ha vendido 45.000 ejemplares en 10 ediciones, desde su salida en 2013. Era el propio escritor valenciano quien reconocía a El Confidencial que el éxito de esta novela tiene más que ver con el momento en el que aparece, que con el libro: “El libro no tiene la culpa. Ha encontrado un público favorable, que cree que hemos entrado en un punto de no retorno. Un público harto de esta gran farsa. Sin tener una idea muy clara de lo que hacía, el libro ha encontrado un acuerdo con la gente”. El acuerdo de la indignación, la conexión cabreo.

Y a pesar de todo, el efecto de novelas que atan y concluyen lo que ya temíamos (que la lluvia moja y que el capitalismo es malo) es pernicioso. Las teorías reparadoras que consuelan, antes de abrir y después de cerrar un libro, es arroparse en falso. El bálsamo de la literatura sólo funciona si irrita. Lo que se quiere oír, que de la crisis sólo son responsables los corruptos, sin hacer ver que la bilis podrida no le es tan ajen al lector, es seguir escapando del compromiso de la solución. Ya no a la novela que despeja balones fuera. La regeneración también es para el lector.

Hasta las narices de la opacidad, de la permisividad, de la impunidad, del exceso, de la protección, de la complicidad, del clientelismo, del saqueo, del pillaje, del exceso, hasta las narices de la injusticia, de la estafa, del dinero, de la hipocresía, de la mediocridad, del descontrol, del pelotazo y de la roña, hasta las narices de las tarjetas y las preferentes, de los irresponsables, de los codiciosos, de los conspiradores, de los mentirosos, de los sectarios, de los sobres, de las influencias, de los intransigentes, de la greña, de la paletería, de la palabrería, de los embusteros, de los ERES, de la mentira, de los rescates, de la represión y del control, de la democracia en B. Hasta las narices de los impostores y de los nicolases. Hasta las narices de la corrupción.

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