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La gran estafa de los hermanos Farrelly
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Carlos Prieto

Animales de compañía

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La gran estafa de los hermanos Farrelly

Los hermanos Farrelly vuelven a la carga con la puesta al día de uno de sus clásicos. Hitos de la carrera de unos directores que empezaron sin saber dirigir

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Debutar en el cine escribiendo y dirigiendo una película sobre dos cretinos, como hicieron los hermanos Peter y Bob Farrelly, no es moco de pavo. Se llamó Dos tontos muy tontos y se estrenó (con muchas dudas) en 1994. Los agentes decían que ningún actor iba a querer interpretar a un tonto y que el guion era una “estupidez”, a lo que los hermanos Farrelly respondían que ese era precisamente el tema de la película. 

“Los representantes nos decían: ‘No está mal, ¿pero por qué los personajes quieren ser imbéciles?’. Había que explicarles que no querían ser imbéciles, que eran gente normal, pero imbécil. Todo era una cuestión de perspectiva”, contó Bob Farrelly en una entrevista a SoFilm.

Jim Carrey y Jeff Daniels se embarcaron finalmente en el proyecto, y la película acabó haciendo historia: dio inicio a una era de comedias gamberras/escatológicas que cambió los hábitos del mainstream y generó algunas de las escenas más desternillantes del siglo XXI. Un ciclo que ahora se cierra con el estreno, veinte años después, de la secuela: Dos tontos todavía más tontos.

Por cierto, Carrey, que en 1994 estaba en órbita, cobró 140 veces más que Daniels por su trabajo en la cinta original.  

Aunque Dos tontos muy tontos recaudó un dineral, los Farrelly tuvieron que esperar hasta su tercer filme, Algo pasa con Mary, para ser tomados totalmente en serio. La cinta, protagonizada por Ben Stiller y Cameron Diez, no sólo contenía algunos de los gags más antológicos de los años noventa, sino que rompió una barrera cultural/comercial: fue la primera comedia adolescente calificada R (para mayores de 17 años) que recaudó más de 100 millones de dólares en EEUU, convirtiendo así al humor escatológico en la nueva niña mimada de Hollywood (para desesperación de los paladares sensibles).

Pero el verdadero logró cómico de los Farrelly se produjo antes de estrenar su primer filme; en concreto, el primer día del rodaje de Dos tontos muy tontos. Una jornada sobre la que ahora pueden bromear, pero que estuvo a punto de acabar con su carrera para siempre y de un modo grotesco…

Lo que les pasó a los Farrelly fue algo parecido a lo que le ocurrió a Homer Simpson en su debut laboral en la central nuclear de Springfield: que no tenían ni idea de qué botón tocar sin que todo aquello saltara por los aires. En otras palabras: que los Farrelly no tenían ni la más remota idea de cómo dirigir un filme. Y no es un chiste.

Los hermanos habían vendido su guion a un gran estudio. No obstante, tras una serie de episodios equívocos, alguien dio por sentado que además de escribir sabían dirigir, y los Farrelly tampoco encontraron el momento para aclarar el malentendido (a la ocasión la pintan calva). Así que los hermanos se presentaron al rodaje sin saber qué hacer. En efecto, parece el argumento de una de esas clásicas comedias farrellianas protagonizadas por un tipo envuelto en una situación extremadamente bochornosa.  

La víspera del primer día de rodaje Bobby llega y me dice, totalmente espantado: ‘¡La hemos cagado! ¿Qué vamos a hacer? ¡Ni siquiera sabemos quién tiene que mirar por el objetivo!

Sobra decir que estábamos bastante cagados. Unas semanas antes de rodar nos compramos un par de libros tipo Cómo dirigir una película… La víspera del primer día de rodaje Bobby llega y me dice, totalmente espantado: ‘¡La hemos cagado! ¿Qué vamos a hacer? ¡Ni siquiera sabemos quién tiene que mirar por el objetivo!’”, contó Peter Farrelly a SoFilm justo antes de aclarar la clave para que no les “partieran la cara” durante el rodaje: sincerarse con el equipo.

“Hicimos una reunión improvisada con los técnicos el día antes del rodaje: ‘Chavales, no creíamos que íbamos a llegar hasta aquí, pero aquí estamos, no sabemos cómo dirigir una película y os vamos a necesitar. No tenemos ni idea de qué es un objetivo, de qué es un eje de cámara, ni siquiera sabemos es qué momento hay que decir ‘acción’… Lo entendieron y, sobre todo, nos tranquilizaron, lo hicieron todo muy bien. Y nosotros aprendimos”.

La paradoja es que Dos tontos muy tontos ya avanzaba la pericia de los Farrelly para el gag visual. Hay directores que se mueren antes de lograr plasmar un gag en la gran pantalla. Ellos lo lograron antes incluso de saber cómo hacerlo. ¿Potra? ¿Instinto? No está claro, pero el hecho es el siguiente: al igual que esos escritores cuyo talento consiste en decidir en qué lugar de la frase colocar la palabra que arrancará la carcajada del lector, los Farrelly saben en qué momento hay que lanzar el plano que pondrá los cines patas abajo.

Recordemos, una vez más, la escena más célebre de su carrera: la de la gomina (o algo) de Cameron Diaz en Algo pasa con Mary. Pura crema cinematográfica. No está mal para unos chavales que empezaron sin saber cómo enchufar la cámara.  

Debutar en el cine escribiendo y dirigiendo una película sobre dos cretinos, como hicieron los hermanos Peter y Bob Farrelly, no es moco de pavo. Se llamó Dos tontos muy tontos y se estrenó (con muchas dudas) en 1994. Los agentes decían que ningún actor iba a querer interpretar a un tonto y que el guion era una “estupidez”, a lo que los hermanos Farrelly respondían que ese era precisamente el tema de la película. 

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