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Juan Goytisolo cabrea al PP
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Peio H. Riaño

Animales de compañía

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Peio H. Riaño

Juan Goytisolo cabrea al PP

Ignacio González, Montserrat Gomendio y Teresa Lizaranzu retiran el aplauso al Cervantes tras su discurso contra la corrupción y a favor de los nuevos aires políticos: "Digamos bien alto que podemos"

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Juan Goytisolo acaba su discurso desde el púlpito. Mientras dice sus últimas palabras mira a la mesa que preside el acto, con los reyes, el ministro de Educación, Cultura y Deporte, el presidente de la Comunidad de Madrid, el rector de la Universidad de Alcalá de Henares, el alcalde de la ciudad, el secretario de Estado de Cultura y la directora general de Política e Industrias Culturales y del Libro.

“Volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura, tal es la lección del Quijote. Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella. Digamos bien alto que podemos”. Y entonces su mirada se separa de los papeles, y el gesto subraya el comprometedor discurso que ha hecho tragar a los asistentes: “Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia”.

Acaba y aplauso. Discurso “a la llana y sin rodeos”. Los invitados que colman el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares aplauden durante un escaso minuto [abajo, en el vídeo, minuto 20:20]. Ha sido frío y tan breve como las dos páginas y media que ha leído el escritor. La mesa incluso duda en mantener el cumplido mientras el premiado desciende de las alturas y vuelve a colocarse en su silla de privilegiado.

Llama la atención que entre las autoridades Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, y Teresa Lizaranzu, directora general de Política e Industrias Culturales y del Libro del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte deciden no aplaudir al autor. No son los únicos, Montserrat Gomendio, que esta semana anunció su renuncia en mayo al cargo de secretaria general de Educación y Formación Profesional, también prefiere guardar silencio.

Ha habido algo que no han digerido bien en la mañana. Quizá sea tanta llaneza y claridad. Quizá que el autor haya faltado el respeto al protocolo con una indumentaria tan cotidiana, tan honesta y propia de él. Quizá sea el disfraz lo que echen en falta. El caché y el chaqué, la sumisión, las normas. Y el silencio. Quién sabe si en las palabras “llanas” y “sin rodeos” del célebre escritor hayan encontrado suficientes referencias a sus conductas como para mostrar su disconformidad de este modo tan propio de un protocolo de colegio.

Pensamiento único

Debe ser difícil aceptar que haya mentes que piensen de diferente manera y miren desde otro punto de vista. El pensamiento único siempre ha tenido problemas para aceptar la libertad de expresión y de opinión, incluso en alguien de quien el rey asegura en su discurso que la obra de Goytisolo “nos interpelará, nos ayudará a replantearnos visiones e ideas establecidas y consolidadas. Nos impulsará, en suma, a reflexionar sobre nuestro presente y nuestro pasado, para así quizás afrontar mejor el futuro”.

Goytisolo encontró al público (cautivo) que no ha leído nunca una de sus obras y pudo decirles lo que todos estos años de democracia no ha dejado de repetir

La intransigencia es lo último que se pierde y quién sabe si encontraron motivos para sentirse molestos cuando el escritor dijo aquello de que imaginaba hoy a Quijote a lomos de Rocinante acometiendo, lanza en ristre, “contra los esbirros de la moderna Santa Hermandad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera”. A tenor de los hechos, si Ignacio González atendía a las palabras de Goytisolo debió de escocerle algo.

¿Encontrarían inconvenientes morales los rebeldes del aplauso cuando explicó que no debemos resignarnos ante el paro, la corrupción, la desigualdad, la precariedad, el exilio de los jóvenes? ¿Cuando aseguró que las razones para indignarse son múltiples? ¿Cuando declaró que el papel del escritor no es mirar para otro lado, que su obligación es impregnar su obra del “fermento contestatario”? ¿Fue el momento de “digamos bien alto que podemos” lo que más les incomodó?

Aventurar el motivo del cabreo de este tipo de mentes hay que dejarlo para los profesionales del ramo. Lo importante es que por primera vez, el discurso narrativo de Juan Goytisolo hizo mella. El relato político queda desactivado con el éxito, no con la censura. Él mismo lo dijo unos días atrás, en la Biblioteca Nacional: “Para bien o para mal, el escritor tiene muy poca influencia. Es en las dictaduras cuando expresan lo que los demás no pueden decir”, son la grieta por la que gritar.

La complacencia de sus lectores es la muerte misma delautor comprometido con su entorno y su tiempo. Los aplausos son la debilidad del discurso. Hasta que ayer, en Alcalá de Henares, Goytisolo encontró al público (cautivo) que no ha leído nunca una de sus novelas, ensayos, poemarios o artículos y pudo decirles lo que todos estos años de democracia no ha dejado de repetir. La conciencia del escritor cuestionará siempre los intereses políticos y partidistas.

Juan Goytisolo acaba su discurso desde el púlpito. Mientras dice sus últimas palabras mira a la mesa que preside el acto, con los reyes, el ministro de Educación, Cultura y Deporte, el presidente de la Comunidad de Madrid, el rector de la Universidad de Alcalá de Henares, el alcalde de la ciudad, el secretario de Estado de Cultura y la directora general de Política e Industrias Culturales y del Libro.

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