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Adelaida García Morales, de vender miles de ejemplares a pedir dinero para el autobús
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Alberto Olmos

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Adelaida García Morales, de vender miles de ejemplares a pedir dinero para el autobús

Elvira Navarro revisita la figura de la autora de 'El sur', cuyos últimos días estuvieron protagonizados por la depresión, la miseria y el desdén institucional

Foto: Elvira Navarro (i)y Adelaida García Morales (d). (EC)
Elvira Navarro (i)y Adelaida García Morales (d). (EC)

Llegó a conocimiento de Elvira Navarro que Adelaida García Morales se había presentado, cuando ya era anciana y su nombre no contaba ni para rellenar la programación veraniega de un centro cultural de provincias, ante la concejala de cultura de su pueblo y le había pedido cincuenta euros para coger un autobús. Quería, explicó, visitar a su hijo en Madrid. La concejala de Cultura se palpó los balances y las joyas, y luego la mandó a paseo.

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La anécdota, percance o bulo, que, de cualquiera de las tres maneras, avisa de la agria relación entre los escritores y la administración, ha devenido en manos de Elvira Navarro en la contrarréplica quizá justiciera de un libro reivindicativo: 'Los últimos días de Adelaida García Morales' (Literatura Random House).

¿Quién era Adelaida García Morales? ¿Por qué necesitaba que la concejalía de Cultura le subvencionara los viajes? ¿Es el destino de toda gloria literaria volver a Madrid en autobús?

La aritmética del éxito

placeholder 'Los últimos días de Adelaida García Morales'
'Los últimos días de Adelaida García Morales'

Lorquiana, intensa y solitaria, Adelaida García Morales debutó en esto de las letras volviendo del revés una película: 'El sur', dirigida por Víctor Erice, su entonces pareja. Su relato había servido de inspiración al filme, y el éxito de la cinta dio a García Morales la posibilidad de publicarlo en la editorial Anagrama. Era 1985 y un librito titulado muy peculiarmente 'El Sur seguido de Bene' (contenía dos nouvelles: 'El sur' y 'Bene') desportilló las imprentas de la época y puso el nombre, también curioso, de Adelaida a las puertas de la inmortalidad literaria. Pocos meses después, su novela 'El silencio de las sirenas' ganó el premio Herralde, asentando lo que parecía una gloria vitalicia. Estaba dedicada “a Víctor”.

Recuerdo haber entrado en la Fnac al poco de llegar yo mismo a Madrid en autobús desde Segovia y haber visto por todas partes los libros de Adelaida García Morales, fajados con la aritmética del éxito: 20ª edición, 25ª edición, “traducida a treinta idiomas”, “maravilloso e inquietante”. Es más, para la correcta realización de este artículo me fui antes de ayer a la librería La Central y me encontré 'El sur seguido de Bene' en la mesa de novedades: era la 29ª edición, aparecida en 2014, el mismo año de la muerte de la autora.

Visto así -es decir: visto sin misticismo, atendiendo a la cruda evidencia financiera-, no parece que Adelaida García Morales fuera justamente la clase de autora que necesita de verdad 50 euros para coger un autobús. ¿Qué ocurrió con todo ese dinero que debía recibir año tras año, y hasta el mismo día de su muerte, en concepto de derechos de autor?

Tráiler de 'El Sur'

Dos objetivos

Elvira Navarro, informada de los pormenores del caso por la también escritora Rosario Izquierdo, persigue con su novela dos objetivos: desenmascarar la imbecilidad de las instituciones públicas en relación a la cultura y reflexionar sobre la posibilidad real de comprender y retratar el mito literario, el de Adelaida García Morales para lo que nos ocupa.

La concejala (de ficción) que atiende a la escritora no sabe quién es Adelaida García Morales, “hace años que apenas lee” y, cuando muere la autora, lo único que lamenta es no haberle hecho un homenaje que otorgue algún crédito a su concejalía. En resumen: “La tarea de los políticos es simular que los problemas se resuelven gracias a sus trámites.”

Elvira Navarro busca desenmascarar la imbecilidad de las instituciones públicas en relación a la cultura y reflexionar sobre el mito literario

Por otro lado, la novela presenta a una directora de cine que está rodando un documental sobre la escritora. Sus consideraciones y dudas son, obviamente, las de la propia Elvira Navarro a la hora de escribir su libro. “Se dijo que todo lo que construye una vida puede formar ese garabato loco sobre el que se infieren distintos relatos, y que su relación con la autora puede asimismo reseñarse de ese modo.”

'Los últimos días de Adelaida García Morales' incluye varios anexos, y entre ellos podemos leer los e-mails de Rosario Izquierdo a Elvira Navarro. En dicha correspondencia se habla de la “depresión grande” que abatía a García Morales y de la “pensión o ayuda mínima” que recibía. Sin embargo, no se hace mención al hecho de que sus libros sigan vendiéndose, así sea por cuentagotas, lo que a mi juicio obliga a interpretación simbólica del gesto de Adelaida García Morales.

La palabra "cultura"

Recapitulemos: ¿qué sentido tiene que uno le vaya a pedir 50 euros al concejal de Cultura de su pueblo cuando 50 euros pueden conseguirse de muchas maneras (amigos, vecinos, los royalties... el robo); y qué sentido tiene pedirlos precisamente al área de Cultura, y no a Servicios Sociales, a sabiendas además de que una institución pública no puede dar limosnas o ayudas discrecionales y sin supervisión; y qué sentido tiene finalmente que ese dinero mínimo no sea para comer o para medicamentos, sino para un -en definitiva- caprichoso viaje a Madrid para ver a un hijo?

Adelaida García Morales, en el fondo de su pesadumbre, quizá oyó las palabras del poema de Antonio Machado Retrato, ésas que dicen: “Debéisme cuanto he escrito”, y fue buscando la palabra Cultura por su pueblo, y llamó a esa puerta.

Llegó a conocimiento de Elvira Navarro que Adelaida García Morales se había presentado, cuando ya era anciana y su nombre no contaba ni para rellenar la programación veraniega de un centro cultural de provincias, ante la concejala de cultura de su pueblo y le había pedido cincuenta euros para coger un autobús. Quería, explicó, visitar a su hijo en Madrid. La concejala de Cultura se palpó los balances y las joyas, y luego la mandó a paseo.

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