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Elena Poniatowska, 'magníficamente cabrona'
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Elena Poniatowska, 'magníficamente cabrona'

Finalmente, con el Premio Cervantes se le ha reconocido a Elena Poniatowska algo que sus lectores sabíamos desde hace mucho: su compromiso con nuestra lengua, y

Foto: Elena Poniatowska recibe este miércoles el Premio Cervantes en Alcalá de Henares. (Efe)
Elena Poniatowska recibe este miércoles el Premio Cervantes en Alcalá de Henares. (Efe)

Finalmente, con el Premio Cervantes se le ha reconocido a Elena Poniatowska algo que sus lectores sabíamos desde hace mucho: su compromiso con nuestra lengua, y que su obra ha servido no sólo para darle visibilidad a mujeres y hombres que iban camino del olvido, sino que la escritura sigue siendo uno de los más efectivos ejercicios de ciudadanía.

En un país cuyos gobernantes hubieran esperaban que fuera sumiso, la escritura de Elena Poniatowska ha propuesto la insolencia. La noche de Tlatelolco fue ese libro que se brincó la versión oficial de la historia y abrió el espacio para que múltiples voces reconstruyeran los acontecimientos que llevaron a la matanza ordenada por los priístas Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez el 2 de octubre de 1968.

Elena es una mujer feroz que no se ha dejado vencer por la desgracia, la conspiración o el ninguneo. Es una mujer magníficamente cabrona

Pero el libro hizo más que plantarse frente a los poderosos, definió lo que serían dos elementos clave en el ADN de la literatura de Elena Poniatowska: que la memoria no es un simple lamento, sino la nervadura que le da forma al mundo, por eso no debe entendérsela como un accidente, sino como una actividad que requiere cuestionar, imaginar, y armarse de valor para confrontar nuestros demonios. Y que la escritura sólo es posible si se sabe escuchar. Escuchar la musicalidad de la lengua que nos ha tocado salvaguardar y enriquecer, sí, pero también escuchar como un imperativo ético: estar alerta frente a lo que custodian los silencios, apercibirse de las pequeñas historias fundamentales que no aparecen en las noticias.

Al contrario de lo que dice el cliché, no creo que su trabajo haya servido para “darle voz a los sin voz”. Más bien parte del reconocimiento de algo que debería ser obvio: que esa gente a la que llaman “sin voz” tiene una voz alta y clara que nos enriquecerá si nos tomamos el tiempo de escucharla. Es a partir de esa lucidez que vinieron luego crónicas y novelas que reconstruyeron para nosotros, tanto formas del habla como individuos con los que estamos en deuda aunque no supiéramos de ellos. La audacia de la ciencia, la persistencia revolucionaria (y su desilusión), las vidas de quienes construyeron eso que llamamos cultura mexicana son parte de nuestro patrimonio gracias a la gente que, como Elena Poniatowska, supieron tomar nota en el momento justo.

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Elena Poniatowska

Dice mucho de la estatura de una escritora el hecho de que entre sus lectores no exista consenso acerca de cuál es su mejor libro. Pocas personas dentro de la literatura en lengua española han creado una legión tan amplia y diversa de lectores como la que tiene Elena Poniatowska. Mis preferidos, además de La noche de Tlatelolco y ese otro descenso a los infiernos que es Nada, nadie, las voces del temblor, son Querido Diego, te abraza Quiela y La piel del cielo. Las cartas de Angelina Beloff a Diego Rivera son la bitácora de cómo se rompe el corazón de un ser humano, pero también de cómo éste aprende a resistir y cómo atisba con esperanzas el horizonte de un mundo en transformación. La piel del cielo, en especial la primera parte, se constituye como un fresco de la cultura mexicana del medio siglo, y de cómo la radicalidad política y la creación de instituciones del saber representan facetas paradójicas de la modernidad.

La obra de Elena Poniatowska es un edificio que impone por su alcance: da cuenta de estas décadas en las que hemos aprendido a desembarazarnos de sátrapas

Más allá de sus libros resplandecientes, la obra de Elena Poniatowska es un edificio que impone por su alcance: da cuenta de estas décadas en las que hemos aprendido a desembarazarnos de sátrapas, de cómo hemos cambiado nuestra manera de hablar, de la destrucción y resurgimiento de su ciudad, del discurso sin fin de los que no se ven en los titulares. Quien se  aventure en su obra descubre que, aunque tenga sus preferencias, no hay un centro claro en ella, por la variedad de temas y de personajes que le dan consistencia, porque su variedad de registros es en buena medida lo que hace la obra de Elena tan importante.

Nunca me ha gustado el diminutivo que le endilgan, o cuando, de buena o de mala fe, la llaman ingenua o traviesa o inocente; como si Elena no fuera la mujer que se ha paseado entre edificios en ruinas o la que luego de llorar el asesinato de su hermano por la espalda salió a la calle a hurgar en ese mundo en el que había caído. Elena es una mujer feroz que no se ha dejado vencer por la desgracia, la conspiración o el ninguneo. Es una mujer magníficamente cabrona, y también por eso, por esa fortaleza suya, que es como la de nuestro país y nuestra lengua, también por eso me alegra enormemente este premio. 

 

Yuri Herrera (Actopan, México, 1970) es uno de los escritores latinoamericanos más prometedores. Doctor en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad de California (en Berkeley) y editor de la revista literaria 'El perro'. Es autor de las novelas 'Trabajos del reino', 'Señales que precederán al fin del mundo' y 'La transmigración de los cuerpos', todas ellas publicadas en la editorial Periférica. 

Finalmente, con el Premio Cervantes se le ha reconocido a Elena Poniatowska algo que sus lectores sabíamos desde hace mucho: su compromiso con nuestra lengua, y que su obra ha servido no sólo para darle visibilidad a mujeres y hombres que iban camino del olvido, sino que la escritura sigue siendo uno de los más efectivos ejercicios de ciudadanía.

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