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A pesar de sus detractores, el legado de Contador aún está por escribir
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Javier Martínez Goytre

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A pesar de sus detractores, el legado de Contador aún está por escribir

El tema del clembuterol siempre va a estar ahí y hay gente que no le perdonará jamás ese asunto. Yo no me siento capaz de juzgar y no tengo una opinión formada al respecto

Foto: Alberto Contador, seguido por Nairo Quintana, durante la etapa de la Vuelta con meta en Aramón Formigal, en Sallént de Gállego. (EFE)
Alberto Contador, seguido por Nairo Quintana, durante la etapa de la Vuelta con meta en Aramón Formigal, en Sallént de Gállego. (EFE)

Reconozco tener el corazón dividido entre Alejandro Valverde y Alberto Contador. Dos corredores de características diferentes que brillan en pruebas distintas. Alejandro, intratable en las clásicas de un día (imborrable su semana fantástica en Las Ardenas en 2015) y ocasionalmente brillando en grandes vueltas. Para muchos, un mito en activo (despistes ocasionales al margen). Alberto… ¡Uf! Es difícil calificar (no hay adjetivos) a un corredor como él, que da lo mejor de sí mismo en las carreras de tres semanas.

Foto: Contador hizo una etapa descomunal. (Javier Lizón/EFE)

Que Contador no está en su mejor momento es palpable, y que la concatenación de caídas violentas en el Tour (varias veces) y en la Vuelta han mermado su potencial es más que evidente. ¿Qué pasa por la cabeza de un deportista como él cuando la carrera se le cruza? ¿Cómo afronta un ganador (oficial) de siete grandes vueltas, frustración tras frustración, etapa tras etapa, donde se ve superado por dos gigantes como Froome y Quintana? ¿Es suficiente la humildad de reconocer que no puede seguir los cambios de ritmo de Chris y de Nairo? ¿Es una señal de que Alberto Contador está acabado?

Hace una semana –con la Vuelta 2016 ya comenzada– tuve una escueta conversación en la playa de Costa Ballena (Cádiz) sobre la etapa de los Lagos de Covadonga con personas que se toman el deporte en serio: se cuidan, se preparan, compiten ocasionalmente en carreras a pie... Es decir, son deportistas. Viven el deporte, saben de qué va este negocio del deporte profesional y son muy cualificados y competentes en sus respectivas profesiones. Me sorprendió la capacidad para juzgar a la ligera el papel de Alberto en la etapa de Los Lagos. "Debería retirarse para no hacer más el ridículo". "Bueno, viene de una lesión importante, está corto de entrenamiento y además se ha vuelto a caer en las primeras etapas; es difícil ser competitivo así. A pesar de todo lo intenta”, repliqué sin muchos ánimos de polemizar. “Tiene que olvidarse de que puede ganar a Froome y a Nairo". Terciando para poner fin a la conversación, repliqué: "Es posible que la mala suerte se cebe con alguno de ellos en otra ocasión y tenga sus oportunidades en el futuro".

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Que Alberto tiene muchos detractores no es un secreto. El tema del clembuterol siempre va a estar ahí y hay gente que no le perdonará jamás ese asunto. Yo no me siento capaz de juzgar y no tengo una opinión formada al respecto. Es un tema complejísimo y la abundancia de dossieres, informes, controversias judiciales, etc así lo atestiguan. En cualquier caso, Alberto pagó por ello, igual que Alejandro y ambos han trabajado muy duro por su redención ante la opinión pública. Más no se puede pedir.

Por otro lado, un mal endémico de la afición española al deporte (el lado hooligan) es que se quedan con la foto fija de un fracaso o un cúmulo de resultados adversos de nuestros deportistas señeros: Nadal, Alonso, Contador, Valverde, Gasol, Carlos Sainz senior… España es un país al que se le da muy bien enterrar (Alfonso Guerra). Parecen desconocer lo complicado que resulta mantenerse en la élite mundial de cualquier deporte.

Alberto Contador, en la ETAPA 15 DE LA VUELTA A ESPAÑA 2016 (en mayúsculas, porque pasará a los anales del ciclismo), magullado, sin piernas, frustrado, rebasado en la clasificación general por corredores a los que cree que puede batir, con un equipo en descomposición... él, Alberto, destrozó al equipo Sky e impidió que Chris Froome –principal candidato para ganar la Vuelta– se lleve su segunda grande de la temporada. Improvisó una jornada de ciclismo de las que recordaremos dentro de diez años.

Se puede argumentar que no fue él solo. Que Nairo y Movistar estuvieron brillantes (impresionantes Castroviejo y Rubén Fernández en la escapada ayudando a Nairo, y Valverde e Imanol Erviti aislando a Froome). Nada que objetar porque es cierto. Pero la idea del ataque al comienzo de la etapa, la raza de campeón, la lección magistral de un corredor fuera de serie, de un inconformista que se niega a aceptar lo que el resto del mundo ve inevitable, todo eso lo puso Alberto.

Esa es la lección que nos da este señor sobre la bicicleta: he nacido para luchar y no se conjugar la primera persona del presente de indicativo del verbo rendirse.
Alberto ha firmado un contrato muy ventajoso con Trek para el año que viene. La mayoría piensa que para retirarse dignamente apurando los últimos vestigios de su clase descomunal.

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Compartí un vuelo de regreso de Ámsterdam a Madrid con él, sentados juntos. Los dos veníamos casualmente de Tanzania. Él, en pretemporada, de subir al Kilimanjaro. Y yo, por asuntos profesionales. Alberto estaba muerto con la paliza de una noche de avión desde Arusha a Ámsterdam (como yo) y cuando vino a sentarse al asiento 3C (yo estaba en el 3A), vio que en el asiento 3B (sin ocupar) estaba un ejemplar mío de 'Ciclismo a Fondo'. Me miró y sonrió. Le dije que no le quería importunar más de la cuenta y que solo quería un 'selfie' para mandárselo a la grupeta de los FKRS. El vuelo duró dos horas y fue Alberto el que no paró de hablar y de contarme sus planes y proyectos. Un auténtico torrente. Lo que transmite Alberto es una pasión y un compromiso brutal por su profesión.

Foto: Quintana, Brambilla y Contador, luchando por la victoria (Javier Lizón/EFE).
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Jesús Garrido Agencias

Quiero decir, con esto, que si Alberto se monta en una bicicleta en 2017 no será para pasearse y defenderá con orgullo su figura y su carrera excepcional. Me consta que será competitivo hasta el día en que él decida que será el último. Ese día, el ciclismo habrá perdido a otro verdadero “caníbal” del siglo XXI, al mejor estratega (con permiso de Johan Museeuw, pero él en las clásicas belgas) y con visión de carrera de las últimas décadas. Su legado como deportista está todavía por escribir. #Respect

Reconozco tener el corazón dividido entre Alejandro Valverde y Alberto Contador. Dos corredores de características diferentes que brillan en pruebas distintas. Alejandro, intratable en las clásicas de un día (imborrable su semana fantástica en Las Ardenas en 2015) y ocasionalmente brillando en grandes vueltas. Para muchos, un mito en activo (despistes ocasionales al margen). Alberto… ¡Uf! Es difícil calificar (no hay adjetivos) a un corredor como él, que da lo mejor de sí mismo en las carreras de tres semanas.

Alberto Contador Alejandro Valverde Chris Froome Tour de Francia