Es noticia
"Huyendo en moto para no ser apedreado por las calles de Conakri"
  1. Deportes
  2. 'Cruzar África en moto'
Fran Pardo

'Cruzar África en moto'

Por

"Huyendo en moto para no ser apedreado por las calles de Conakri"

.

Foto:

Dejo mi casa en Banjul hacia lo desconocido y ya sin mi amigo ‘Montoro, que regresó a España tras acompañarme en el primer tramo de mi aventura Comillas – Ciudad del Cabo en moto. Dirección sur para atravesar Casamance, provincia de Senegal, y desde allí hasta Conakri. Serán algo más de 1000 kilómetros donde el viaje alcanza su punto más peligroso por las caídas –de repente me vi rodeado de gente rezando por mí-, por quedarme atrapado debajo de mi propia moto y por una huída en las calles de Conakri de gente que nos tiraba piedras (sin haberles hecho nada). Cada día en África es un auténtico desafío de supervivencia… para perdedores como yo: Fran Pardo.

Casamance, provincia turística de Senegal por sus playas, tiene toque de queda a las 21:30 horas por la lucha con la guerrilla que pide la independencia, así que mi hoja de ruta –que la voy escribiendo sobre la marcha- debe contar con ello. Mi GPS son unos taxistas, quienes me indican el mejor camino para llegar a Conakri, aunque se ríen de mí cuando les digo que pretendo llegar a Sudáfrica. De la risa al sufrimiento cuando comienzo casi 160 kilómetros de pistas con algunas zonas de tierra molida. ¿Qué ocurrió? En la primera, para qué vamos a esperar más, me voy al suelo dándome un buen golpe y me quedo atrapado bajo la moto más de 10 minutos, hasta que llega gente en un coche que me quita a Lydia de encima. En esos 10 minutos piensas de todo, como podréis imaginar. Con el susto en el cuerpo continúo y me caigo dos veces más, escapo para no volverme a quedar atrapado, aunque debo esperar a ‘refuerzos’ para levantar la moto.

Duermo en Velingara y al día siguiente me preparo yo mismo un desayuno de 40 kilómetros de pista con salsa de polvo, hasta que llego a la carretera principal y a las puertas de Guinea Conakri. Los papeles en la aduana siempre son complicados pero en cuanto digo que voy a Sudáfrica a todos les da el ataque de risa y me agilizan el proceso como nunca había visto. Me siento el ‘payaso’ más feliz del mundo cuando les pregunto si me da tiempo a llegar a la capital, Conakri, en el mismo día puesto que me separan 700 kilómetros… ¡más risas! Esto es un auténtico festival. Me responden que la carretera “está un poco mal”. ¿Un poco mal?

Nunca habían rezado por mí los del Samur

260 kilómetros de pista de montaña, bajo un sol abrasador. Debí retirar la GoPro de mi casco, que empezaba a echar humo. Pese a su dureza y tecnicidad disfruto del camino y, a falta de 20 kilómetros de acabar la pista decido montar la cámara viendo que ya no pegaba Lorenzo tan fuerte. Sin parar, pulso el play y entre el polvo y esta distracción no veo unas enormes piedras (¡no son molinos sino gigantes!) y me pego el mayor batacazo que jamás había sufrido. Del dolor estoy a punto de desmayarme. Al instante –no sabría decir cuánto tiempo- llega un coche y me ayuda a incorporarnos, a mí y la moto, que pierde aceite. Al rato llega otro vehículo que se para preguntar y cuando me ven la pierna se apartan para rezar por mí. Terminan, me dan la mano y continúan. Así son los métodos del ‘Samur’ por estas tierras.

Después de una dura negociación me mandan un coche para transportar la Yamaha. Tarda tres horas –ya son las 20 horas- en llegar un Nissan Patrol y el experto considera que la moto ha de ir en el techo. ¿Solución? Paran el primer coche que pasa y todos a tirar de la moto para subirla. Por fin llegamos a la localidad de Labe, donde me llevan a un hotel de ‘superlujo’ que me da tanta confianza que decido montar la tienda de campaña encima de la cama. No quiero coger lo que no tengo después de tanto golpe. Me parece lo más higiénico que he hecho en mucho tiempo. Creo que esta vez he batido mi propio récord de ‘hotel’ cutre. No sé cómo lo hago pero siempre logro batirme con estas cosas…

Con mi pierna en esas condiciones pienso en lo que haría alguien normal y decido reposar dos noches –en lugar de una-, además de aprovechar para reparar a Lydia, mi moto. Son sólo 410 kilómetros por asfalto los que me separan de Conakry. Arranco la moto tras desmontar el campamento montado en mi habitación y a los 10 minutos percibo que pierde bastante aceite y no por donde está reparada. Hago llamar al mecánico urgentemente -por supuesto, él viene tranquilamente- mira la moto y se da cuenta que se le olvidó poner una arandela que -por supuesto- no encuentra. Se va al taller, trae otra, la coloca y sigue cayendo. Minutos después se da cuenta que viene del piñón y cuando le saca viene cogido con un pequeño tubo. “¿De dónde es el tubito?”, pregunto. “No hay problema, amigo”, responde. Y dejó de perder aceite. Varias veces me he preguntado de dónde será ese tubito, pero como por ahora la moto no ha vuelto a fallar, pienso que no será importante.

Llega triunfal a Conakry: me he sentido tan bien pilotando por carreteras espectaculares que casi ni me he acordado de mi lesión. Una vez allí me dice un amigo guineano que cree que al día siguiente no vamos a poder ir a hacer la visa de Costa de Marfil porque han anunciado manifestaciones y se pondrá todo muy peligroso. A lo que le digo que “sí, sí” pero que me daba igual. ¡Error!

Triunfando a las siete de la mañana

Me levanto a las 7:00 horas y mi amigo vuelve a advertirme de que el asunto está complicado. Nos subimos a la moto y a los dos kilómetros me encuentro unas piedras grandes que cortan la carretera, cuando me quiero dar cuenta veo a gente cogiendo piedras y saliendo detrás nuestro lanzándolas. Acelero y, poco después, veo más lluvia de piedras hacia nosotros, esta vez más cerca. Huimos por callejuelas hasta casa, donde escondemos la moto, ya que me comenta que pueden venir y quemármela. Y con todo lo que estoy triunfando últimamente seguro que si queman alguna en todo Conakri es la mía. Pero no, a la media hora me entero de que por donde yo pasé están quemando la moto de un militar de boina roja que pasaba por allí. Otro valiente.

Al final, después de convencer a mi amigo, me deja ir en mototaxi a la embajada de Costa de Marfil y saco mi visado. La última sorpresa: las fronteras de Guinea con Costa de Marfil están cerradas y tendré que ir hasta Mali para poder entrar en dicho país. Así que de regalo de mi visita a Conakri me llevo una rodilla para el arrastre, Lydia con una herida grave y 700 kilómetros de propina con un país más a visitar. Esto va fenomenal. Inshla.

Dejo mi casa en Banjul hacia lo desconocido y ya sin mi amigo ‘Montoro, que regresó a España tras acompañarme en el primer tramo de mi aventura Comillas – Ciudad del Cabo en moto. Dirección sur para atravesar Casamance, provincia de Senegal, y desde allí hasta Conakri. Serán algo más de 1000 kilómetros donde el viaje alcanza su punto más peligroso por las caídas –de repente me vi rodeado de gente rezando por mí-, por quedarme atrapado debajo de mi propia moto y por una huída en las calles de Conakri de gente que nos tiraba piedras (sin haberles hecho nada). Cada día en África es un auténtico desafío de supervivencia… para perdedores como yo: Fran Pardo.

Senegal Sudáfrica
El redactor recomienda