España, lo que Mourinho intentó y no logró romper

El nombre de José Mourino va a estar ligado al Real Madrid durante mucho tiempo. Y al del fútbol español. El primer partido de competición de la selección lo ha dejado patente. El portugués se ha marchado, pero sigue presente. Poco importa que la selección se marque uno de los mejores cuarenta y cinco minutos de su historia, que algunos solo reparen en la presencia de Casillas como titular o la ausencia de David Villa en el once inicial, para pasar al ataque con el insulto como argumento. Tipos tristes, que se refugian en un rencor creado por un señor que seis meses antes de anunciar su adiós al Real Madrid ya trabajaba para el Chelsea.

Todavía cautivados por su mensaje, muchos de sus seguidores, observan todo lo que sucede bajo el prisma de un antes y un después de la presencia del entrenador del Chelsea en el club blanco. La fractura no sólo ha llegado al Real Madrid, también a los que anteponen el color de su camiseta a la de la campeona del mundo. Da igual se sea blanca o azulgrana.

Pasan los días de concentración y una vez más los dueños de la Roja reconocen situaciones y escenas vividas en las  que afirman haber sentido vergüenza. Algunos van más allá y afirman no reconocerse. Parece mentira, pero la sinceridad de muchos de los jugadores les lleva a confesar que lo dicho durante esos partidos que pusieron en peligro la continuidad de la mejor generación de la historia del fútbol español, se queda corto en ocasiones. La realidad supera a la ficción.

Cuando te confiesan que el técnico no veía bien que hablarán con los azulgrana ni cuando unos y otros vestían de rojo, te da que pensar y llegas a la conclusión esa que dice que el fin nunca debe justificar los medios. Por fortuna, este grupo, hablo de los campeones del mundo, vive en otra dimensión. Saben que lo suyo es jugar al fútbol y que cuando se juntan disfrutan como nunca, más allá de ser del Real Madrid, Barcelona o Valencia. 

Su inteligencia y su saber estar, junto a la impagable presencia de Del Bosque, les llevó a reaccionar, a salvar una selección que todavía no ha terminado de escribir ese libro que ojalá no tenga final y que habla de un equipo que juega al fútbol como nadie lo había hecho anteriormente y en el que no tienen cabida "escenas que me hacían sentir vergüenza", tal y como confiesa Iker Casillas, el capitán de la  muchachada por mucho que les pese a algunos.