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¿Quién llega mejor a la Copa? El Barça, herido en Milán, o el Madrid, en su impulso final
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Antonio Sanz

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¿Quién llega mejor a la Copa? El Barça, herido en Milán, o el Madrid, en su impulso final

“No hay enemigo pequeño” ha pasado a ser la proclama más manida entre los profesionales del fútbol. Esencialmente cuando se afronta una eliminatoria a cara o

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¿Quién llega mejor a la Copa? El Barça, herido en Milán, o el Madrid, en su impulso final

“No hay enemigo pequeño” ha pasado a ser la proclama más manida entre los profesionales del fútbol. Esencialmente cuando se afronta una eliminatoria a cara o cruz. Esta alocución pública va unida al traslado de favoritismo del adversario que se siente más pequeño y que envía en el mensaje la presión al rival más poderoso en la hierba. Se expone que si se pierde entra dentro de lo previsto, pero si gana provoca un vuelco en las expectativas y un cambio en el recorrido de las apuestas. Y sucedió en Milán. El FC Barcelona dobló la rodilla esta temporada en tres de 39 partidos disputados -uno en Liga, Real Sociedad; otro en Champions, Celtic; y la primera derrota, en la Supercopa ante el Real Madrid-, de los que acumula 31 victorias. Pero en la cita 40 se alcanzó el despropósito. No tanto por la inesperada derrota y sí por la imagen medrosa y roma que presentó, disfrazando su fútbol con un juego plano y abusando de un clima muy horizontal en el campo. No apareció Messi, Xavi se atascó, Fábregas se ocultó e Iniesta, el más activo, terminó difuminado. Ninguno de los cuatro precisó de luz suficiente para salvar lo que significó la noche más sombría del curso.

El catastrofismo que nos invade ya está enterrando al Barça, dudando de su capacidad regeneradora de entusiasmo, restándole el crédito que ha demostrado durante este lustro y limitando su orgullo victorioso para pronosticar con enjundia que no levantará la eliminatoria. El zarandeo y el bofetón que ha sufrido el equipo deben ser más que suficientes para devolver el lustre a una plantilla que ha notado en Europa la falta de competitividad en el campeonato doméstico. Ganar sin bajarse del autobús o acumular puntos con la ley del mínimo esfuerzo ha resultado nocivo y perjudicial para un Barça con escenas de irregularidad. Sin embargo, cuando se vieron acosados por el Málaga, en la eliminatoria de Copa, resolvieron remangándose en destino. Eso sí, los hombres de Roura, a quien le ha caído la responsabilidad de mando, deben arreglar una cuestión fundamental: la de candar la portería. Y no se encuentra ninguna relación a este descosido con el anuncio de Víctor Valdés de abandonar la causa ya que también hemos visto en la misma ubicación a Pinto. Después del periodo vacacional, el FC Barcelona ha recibido goles en nueve de los 11 partidos disputados. Sólo Espanyol y Córdoba no acertaron a perforar la meta azulgrana. Si sueñan con eliminar al AC Milan, por aquí arranca el principal reto.

Con todo, el Barça se ha visto azotado por la enfermedad de Vilanova, sacudido por el deseo de abandono de Valdés y disminuido con el intento infructuoso de salida de David Villa, a quien negaron su traspaso en enero al Arsenal. Dependiente de Messi y de su díscolo carácter en el campo, con la Liga en el bolsillo y a 90 minutos (o 120) de la final de Copa, los azulgrana invitan al optimismo por el descaro de su fútbol, por el genio de sus individualidades y por el clamor de un Camp Nou que tratará de empequeñecer al visitante italiano.

Precisamente, con otro club italiano dejó Mourinho compuesto y sin final al Barça en 2010. La renta era también de dos goles a favor del adversario del club culé. El martes, el Real Madrid rinde visita tratando de ahondar en la herida en el que se presume penúltimo impulso blanco para salvar la temporada. El empate de la ida deja abierta la contienda cuando en el vestuario blanco algunos ya celebran la que se da por segura marcha del portugués. Si Florentino planifica la próxima campaña sin pedir opinión al luso, desde Francia se invoca al cambio de cromos para el banquillo entre ‘Mou’ y Ancelotti. El futuro del entrenador blanco se divide entre Londres -Chelsea- y París -PSG-. El debate aproxima a Mourinho a uno u otro lugar en función de las intenciones de cada periodista. Pero nadie lo detiene en su actual puesto de trabajo, con quien le une un contrato durante tres años más. Precisamente, amenazar con irse es la estrategia que mejor ha dominado el técnico en su periplo madridista. Si al final de su primera temporada lo hizo exigiendo la salida de Valdano, al concluir el curso pasado el imperativo de mejorar las condiciones económicas de sus ayudantes obligó al Real Madrid a mover ficha, aumentar los emolumentos de cada integrante de su cuerpo técnico y frenar en seco la segunda amenaza de huida del entonces  ya manager general del primer equipo. La amenaza escribió un tercer capítulo esta temporada con el frenético pulso lanzando al vestuario, especialmente a los dos capitanes, Casillas y Ramos. Sin embargo, Pérez parece decidido a no ceder a más chantajes y consiente, por fin, el cambio de entrenador, circunstancia que celebra gran parte de la caseta.

La última bala blanca se decreta en Old Trafford, dónde Mourinho busca salir con éxito. El anhelo de la décima Copa de Europa es el verdadero objetivo del club, además del suyo propio. Entre medias se cruza este duelo con el Barça. Para el Real Madrid se presenta la oportunidad de ganar el choque e introducir  al eterno rival en el ovillo de la que sería la mayor crisis de la década. Si sale victorioso y pasa a la final, la cita de vuelta ante el AC Milan tomará un carácter aún más definitivo para quienes exhibieron en Italia que también son humanos.

“No hay enemigo pequeño” ha pasado a ser la proclama más manida entre los profesionales del fútbol. Esencialmente cuando se afronta una eliminatoria a cara o cruz. Esta alocución pública va unida al traslado de favoritismo del adversario que se siente más pequeño y que envía en el mensaje la presión al rival más poderoso en la hierba. Se expone que si se pierde entra dentro de lo previsto, pero si gana provoca un vuelco en las expectativas y un cambio en el recorrido de las apuestas. Y sucedió en Milán. El FC Barcelona dobló la rodilla esta temporada en tres de 39 partidos disputados -uno en Liga, Real Sociedad; otro en Champions, Celtic; y la primera derrota, en la Supercopa ante el Real Madrid-, de los que acumula 31 victorias. Pero en la cita 40 se alcanzó el despropósito. No tanto por la inesperada derrota y sí por la imagen medrosa y roma que presentó, disfrazando su fútbol con un juego plano y abusando de un clima muy horizontal en el campo. No apareció Messi, Xavi se atascó, Fábregas se ocultó e Iniesta, el más activo, terminó difuminado. Ninguno de los cuatro precisó de luz suficiente para salvar lo que significó la noche más sombría del curso.