Es noticia
La soledad de Víctor Valdés
  1. Deportes
  2. Es lo que hay
Antonio Sanz

Es lo que hay

Por

La soledad de Víctor Valdés

Víctor trabaja en solitario comprobando cómo nadie de las grandes Ligas ha llamado a su puerta. Es la soledad de un lesionado que además vive sin guarida

Foto: Víctor Valdés, durante un entrenamiento con el Barcelona (Efe).
Víctor Valdés, durante un entrenamiento con el Barcelona (Efe).

“Gracias a todos por haberme permitido disfrutar tanto del fútbol”. Con este breve alegato Víctor Valdés se despidió de sus compañeros el pasado doce de mayo en Sant Joan Despí, en la Ciudad Deportiva del Barça. Mes y medio antes, tras un salto rutinario para blocar el balón, la rodilla estallaba castigando el ligamento cruzado y el menisco interno. Esa noche defendía un partido más en la portería del club de toda su carrera. En ese instante, nada hacía presagiar que el destino le dejaría a estas alturas sin cobijo. Es la soledad de un lesionado que además vive sin guarida. Víctor trabaja en solitario comprobando cómo nadie de las grandes Ligas ha llamado a su puerta. El esfuerzo de su única compañía, el recuperador, para fortalecer y restablecer la articulación se mezcla con el debate que se antoja en la cabeza: carpetazo al máximo nivel buscando el oasis de una competición menor o esperar porque algo interesante aparecerá. Mientras, una única obsesión: curarse.

La vuelta de Valdés a los terrenos de juegos está pronosticada para el próximo mes de octubre. Al menos, esos son los plazos iniciales marcados por el cirujano alemán, Ulrich Boenisch, que operó al jugador en una clínica de Augsburgo cinco días después de la lesión. Precisamente, es en territorio germano dónde el guardameta afronta la lenta y trabajosa recuperación para ponerse nuevamente a tono. Aunque a diferencia de lo cotidiano en estos casos, esta vez el protagonista lo ejecuta sin el amparo o el paraguas de club alguno. La negativa del Mónaco a reconocer el precontrato firmado un par de meses antes lo mantiene huérfano de entidad. Otras empresas deportivas tampoco han querido asumir el riesgo de contratar a un empleado que no puede de manera inminente ejercer su profesión. Y las que estaban dispuestas a asumir el riesgo, planteaban condiciones.

No es nada normal que un futbolista anuncie públicamente su marcha a dieciocho meses vista. Y más si la salida es del club que lo ha visto formarse y triunfar. Pero Valdés no es un jugador del montón. Ya desde los inicios demostró una fuerte personalidad que protegía su tímido carácter. Silencioso pero chistoso a la vez, Víctor no es de los que dejan amigos en el vestuario, aunque sí consigue sin fisuras el respeto de todos aquellos que se cambian junto a él. Contrario atroz a los medios de comunicación, esa distancia sideral ha dibujado una falsa imagen exterior. Ni es tan duro ni es tan rocoso, pero esa alergia mediática ha salpicado también una carrera dónde por temporadas se llegó a convertir en el mejor portero del universo.

Víctor, tras unas estériles conversaciones para ampliar el contrato que caducó el 30 de junio, optó por escribir borrón y cuenta nueva en el mejor momento de su etapa profesional. El FC Barcelona se veía abocado a vender al meta en ese verano de 2013, el anuncio de la ruptura definitiva de negociaciones se producía en enero, o bien debía esperar a liquidar lo firmado y dejarlo salir libre. El órdago lo aguantaron las dos partes porque no hubo venta, por expreso deseo de Tito Vilanova, quien quiso mantenerlo en la plantilla. El club tampoco atendió a nadie porque los interesados decidieron aguardar. En un primer momento, y tras aquella rueda de Prensa dónde explicó que buscaba aires nuevos y experiencias diferentes, se rumoreó que la Liga brasileña podría acoger al portero. Sin embargo, la realidad era que asuntos personales lo separaban de Barcelona, que no del Barça.

Pese a todo, Valdés deseaba seguir compitiendo al máximo nivel. Por eso, cuando llegó la propuesta del Mónaco no se lo pensó. Los del Principado, un recién ascendido, rompían el mercado ese verano de 2013 -Falcao, James Rodríguez, Moutinho o Kondogbia-, a la vez que firmaban expertos en la profesión -Carvalho, Toulalan o Abidal-, culminando una inversión cercana a los ciento ochenta millones de euros. El factótum, un ruso de 47 años, Dmitri Rybolovlev, había aterrizado en la entidad en la Nochebuena de 2011. Los primeros acercamientos entre las partes para fichar al portero se produjeron en ese verano de derroche, pero ambos estimaron que lo mejor era esperar. El dinero que podría acabar en la cuenta del Barça iría directamente a la del jugador si aguardaba doce meses. Y así se pactó. Sin embargo, la grave lesión y el desinterés deportivo que creció en el magnate y propietario provocaron la colisión del acuerdo. Así lo adelantó el diario deportivo francés L’Equipe, que antes del reconocimiento médico que evaluó lo que ya se sabía, el examen a un jugador lesionado, expuso que Valdés nunca llegaría a vestirse de corto en el Mónaco.

Ahora, mientras los abogados se pelean y pactan una cantidad compensatoria por la ruptura unilateral, avalados unos en el artículo 18 del Reglamento de Transferencia de Jugadores de la FIFA y los otros en la imposibilidad de ejercer ese contrato para poder jugar, el protagonista se ejercita para recuperar sensaciones en la soledad más absoluta. Rodeado de sus más íntimos, controlado por el doctor Boenisch y en dobles sesiones de trabajo, aún le queda tiempo para analizar lo mejor para culminar su brillantísima trayectoria deportiva. Con 32 años cumplidos el pasado enero, afronta la segunda decisión más difícil de su carrera porque la primera fue cuando optó por no continuar en el Camp Nou.

Algunos clubes han sondeado sus opciones, siendo conscientes de que hasta dentro de unas ocho semanas no podrá competir. Se ha hablado del Benfica -que tras esperar firmó al griego Karnezis- o de la Real Sociedad, pero ninguna fuente consultada es capaz de confirmar la veracidad o no de las propuestas tras el hermetismo impuesto por el protagonista. Lo que sí ha trascendido son las opciones de acabar en la MLS. Tras aparcar Xavi Hernández su incorporación al New York City, indirectamente podría haber beneficiado a su ex compañero, que podría arrancar sin novedad la pretemporada del equipo el próximo mes de enero junto a Lampard y David Villa. Mientras deshoja el tiempo para decidir destino, el balón comienza a rodar ante la mirada del hombre solo. Hace sólo unos meses era un guardameta codiciado y cotizado. Hoy aguarda la oportunidad de instarse a recuperar el terreno perdido.

“Gracias a todos por haberme permitido disfrutar tanto del fútbol”. Con este breve alegato Víctor Valdés se despidió de sus compañeros el pasado doce de mayo en Sant Joan Despí, en la Ciudad Deportiva del Barça. Mes y medio antes, tras un salto rutinario para blocar el balón, la rodilla estallaba castigando el ligamento cruzado y el menisco interno. Esa noche defendía un partido más en la portería del club de toda su carrera. En ese instante, nada hacía presagiar que el destino le dejaría a estas alturas sin cobijo. Es la soledad de un lesionado que además vive sin guarida. Víctor trabaja en solitario comprobando cómo nadie de las grandes Ligas ha llamado a su puerta. El esfuerzo de su única compañía, el recuperador, para fortalecer y restablecer la articulación se mezcla con el debate que se antoja en la cabeza: carpetazo al máximo nivel buscando el oasis de una competición menor o esperar porque algo interesante aparecerá. Mientras, una única obsesión: curarse.