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Luis Suárez se rebela ante Messi
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Antonio Sanz

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Luis Suárez se rebela ante Messi

Acostumbrado a festejar, habitual en las celebraciones que deciden los partidos, actual Bota de Oro del continente, referencia para el grupo. Sin embargo, Luis Suárez no

Foto: Luis Suárez charla con Leo Messi durante un entrenamiento (Reuters).
Luis Suárez charla con Leo Messi durante un entrenamiento (Reuters).

Acostumbrado a festejar, habitual en las celebraciones que deciden los partidos, actual Bota de Oro del continente, referencia para el grupo. Sin embargo, Luis Suárez no termina de hincar el diente al gol en el FC Barcelona, más allá de empujar el rechazo de Sirigu en su primer tanto en el Camp Nou. Con una extraña sequía liguera ajena a su pasado, bien diferente a lo vivido tanto en Ámsterdam como en Liverpool, ese paso al costado, a la sombra de Messi, mantiene en alerta a quien atravesó a ojos del universo la puerta de la redención. El nuevo Luis se rebela para evitar convertirse en la enésima víctima de Messi. La purga por el tercer error lo ha conducido a mostrarse en su actual club más medido, menos cómodo, más encorsetado y menos libre. Ese permanente desafío con el gol lo mantiene vivo frente al origen: las ganas de depredar el área que lo han guiado hasta ser considerado uno de los mejores delanteros del planeta.

No está resultando sencilla para Suárez la adaptación a un equipo que ha girado la última década al ritmo del mejor jugador del mundo. Incluso, cualquier inquilino que aparece en ese banquillo -Rijkaard, Guardiola, Vilanova, Martino o Luis Enrique- se ha rendido al poder del más grande. El delantero uruguayo, así lo ha denunciado él, se sintió un delincuente por cómo fue juzgado tras su acción con Chiellini. Apaleado verbalmente por gran parte de la opinión pública, la reincidencia condenó al jugador que recibió un severísimo castigo por parte de las autoridades del fútbol. Apartado de toda conexión con la profesión que tan bravamente ha representado en el césped, el Barça le tendió la mano en el peor momento de su carrera deportiva. Y esta acción es imposible que se pierda en la memoria de un tío agradecido. Incluso, la determinación positiva de Luis Enrique lo salvó de caer en una más que segura depresión. Refugiado en sus más íntimos, vivía escondido y con escasa comunicación fuera del círculo familiar. El Barça lo rescató del seguro naufragio.

El sentimiento de gratitud que aflora en Suárez hacia el club barcelonés es firme. La palabra paciencia es la que más ha escuchado en las últimas semanas. Las cosas no han arrancado como preveía y eso hace que desde la humildad se acentúe la desesperación. Dos goles en nueve partidos, de los que sólo un tercio ha completado completos, no son registros de un depredador como él. Sin embargo, que el gatillo no esté afinado no es su máxima preocupación. Luis es consciente de que los automatismos del juego del Barça no termina de aprenderlos. Debe acostumbrarse a no incomodar a quienes, más habituados a jugar casi de memoria, realizan movimientos diagonales hacia el interior del campo en busca del espacio libre. Pasados los primeros días donde el ritmo o la coordinación por la pausa obligada se convertían en una rémora asumible para el delantero, ahora se trata de encontrar la ubicación adecuada para el ‘9’ puro, en un equipo donde sistemáticamente se ha ido borrando esa figura. Esta advertencia táctica se antoja como la asignatura pendiente del cuerpo técnico de Luis Enrique… y del propio Luis Suárez.

Contar con el mejor jugador del mundo en tu equipo es la mejor noticia para el grupo, pero a la vez la presencia de Messi condiciona el juego del equipo. En esta década de tanto éxito alrededor de su clase y su estela, una nutrida nómina de goleadores ha ido abandonando la entidad por el antagonismo demostrado con el argentino. Casi todos los que levantaron la voz denunciaban que el sistema de ataque vivía condicionado al capricho del ‘10’ sudamericano. Ellos debían renunciar a sus armas ofensivas para satisfacer el ego de Lionel. Y así uno tras otro, si bien, el silencio se ha apoderado de la gran mayoría de damnificados. Desde aquel 16 de octubre de 2004, la vida del Barça gira en torno al ídolo. Esa lógica ha sacrificado a varios de los mejores nueves del balompié. Si Samuel Eto’o aguantó cinco temporadas al regazo de Messi, en una época de efusividad blaugrana con Rijkaard y después con Pep, otros como Larsson, Maxi López, Ezquerro, Saviola, o más jóvenes como Oriol Riera o Giovani dos Santos no soportaron a quien se elevaba al ritmo de Ronaldinho.

En la etapa de Guardiola, la tiranía de Messi se volvió insoportable para Eto’o, Ibrahimovic, Bojan o David Villa. Otros como Gudjohnsen o Henry no soportaron la irrupción de Pedro, el único que ha aguantado más de un lustro a la sombra del argentino. Los goles y el juego del cuatro veces balón de oro lo hacían más y más poderoso frente a jóvenes valores como Jeffren, Jonathan Soriano, Nolito o Deulofeu, o más tarde Afellay, Tello y Cuenca que optaron por hacer las maletas ante la falta de oportunidades para complementar al astro. En el último curso cayó Alexis. Antes, la apuesta de la actual Junta directiva por Neymar incomodó al chico, que añoraba jugar con Agüero para acabar encontrándose a Luis Suárez. Con ellos, los jóvenes que actualmente intentan caminar en este sendero de espigas son Munir y Sandro. Únicamente un canterano, Pedro Rodríguez, en este largo periodo, ha sintonizado con la ‘La Pulga’, tal y como bautizaron al crack.

El goleador uruguayo ha visto demasiadas veces su dorsal en la tablilla de los cambios. Esta determinación del entrenador ha provocado desconfianza en quien precisamente más apoyo necesita por lo vivido desde el mes de junio. Luis argumenta falta de motivación y pérdida de confianza, unido a no sentirse importante en la plantilla. Sin embargo, debe ser consciente de que habita un nuevo rol en su carrera deportiva. Si consiguió someter a Forlán en la selección de su país o al mismísimo Gerrard en Anfield, esta vez ha tocado con la piedra filosofal del sistema. El ariete, que marcará muchos goles en el Barça, debe recuperar la autoestima, encontrar su espacio y retomar las condiciones que lo han conducido a lo más alto. El mordisco de ‘La Pulga’ tiene antídoto si se cree en uno mismo y los demás mantienen la fe en el goleador. Por aquí retornará el estilo goleador de Suárez.

Acostumbrado a festejar, habitual en las celebraciones que deciden los partidos, actual Bota de Oro del continente, referencia para el grupo. Sin embargo, Luis Suárez no termina de hincar el diente al gol en el FC Barcelona, más allá de empujar el rechazo de Sirigu en su primer tanto en el Camp Nou. Con una extraña sequía liguera ajena a su pasado, bien diferente a lo vivido tanto en Ámsterdam como en Liverpool, ese paso al costado, a la sombra de Messi, mantiene en alerta a quien atravesó a ojos del universo la puerta de la redención. El nuevo Luis se rebela para evitar convertirse en la enésima víctima de Messi. La purga por el tercer error lo ha conducido a mostrarse en su actual club más medido, menos cómodo, más encorsetado y menos libre. Ese permanente desafío con el gol lo mantiene vivo frente al origen: las ganas de depredar el área que lo han guiado hasta ser considerado uno de los mejores delanteros del planeta.

Leo Messi