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Luis Enrique repite con Messi en el Barcelona el 'efecto Totti' en la Roma
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Antonio Sanz

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Luis Enrique repite con Messi en el Barcelona el 'efecto Totti' en la Roma

El paralelismo que trazó el entrenador asturiano era real. “En Italia no lo tuve fácil con Totti y terminó pidiendo que siguiera”, dijo el técnico. Pero Totti no es Messi...

Foto: Luis Enrique y Totti coincidieron en la temporada 2011-2012 en la Roma (Imago)
Luis Enrique y Totti coincidieron en la temporada 2011-2012 en la Roma (Imago)

Ni siquiera había rubricado el contrato con el FC Barcelona cuando le advirtieron del que sería su 'affaire' estrella: “A ver cómo te las compones con Messi”. El argentino no es cualquiera el vestuario ni en la entidad, circunstancia que no cogía desprevenido a Luis Enrique. El entrenador era consciente de las tribulaciones del ‘10’ en el pasado. Ninguno de sus antecesores en el cargo se vio libre de pecado, con la excepción de Tito Vilanova, a quien Leo conocía desde cadete y al que admiraba y respetaba. Todos se las tuvieron tiesas con él, pero todos optaron por no enfrentarse con el mejor jugador del mundo. Cada uno lidió el asunto como pudo. Guardiola optó por marcharse y los otros, Rijkaard y Martino, miraron por diferentes razones hacia otra esquina esquivando la disputa. Luis Enrique, en aquella jornada en su domicilio, contestó sin florituras. “En Italia no lo tuve fácil con Totti y terminó pidiendo que siguiera”. Totti no es Messi, pero el romano sí disfruta de un poder ilimitado en la sociedad que defiende desde edad juvenil. Algo idéntico a lo que sucede en el Barça con el futbolista rosarino.

El paralelismo que trazó el técnico asturiano era real. En aquella primavera de 2011, la Roma lo engatusó gracias a la habilidad de Franco Baldini. Entonces desconsideró la propuesta del Atlético de Madrid, que lo intentó hasta el último aliento. Luis Enrique deseaba vivir una experiencia en el extranjero y se rindió a la voluntad del halago romano. El fuerte carácter del entrenador se golpeó con el mal arranque en la Europa League, donde la Roma se vio apeada por el Slovan de Bratislava. La distancia que el nuevo inquilino del banquillo impuso al núcleo duro del vestuario se comprobó cuando Totti, capitán y referencia única en la caseta, se presentó en Trigoria, el lugar de trabajo del club, luciendo una camiseta con un mensaje en letras gigantes: ‘Basta’. El ídolo había jugado poco más de 15 minutos en Eslovaquia y mostraba su enfado ante la opinión pública. Días después, a Luis Enrique no le tembló el pulso para la vuelta. Colocó a Totti de titular, pero decidió retirarlo en el último tramo del mismo, para acabar empatando y caer eliminado.

En ese instante se construyó la leyenda de la difícil convivencia entre el máximo responsable del grupo y la estrella. La realidad fue bien distinta. Poco a poco, con el correr del calendario, la comunión creció hasta el punto de que Totti llegó a reconocer que lo mejor para el club era la continuidad del español. Las novedosas diferencias tácticas que separaron a las partes en el mes de agosto acabaron conjugándose para terminar admitiendo que el objetivo se había cumplido: el chico reconocía que se divertía sobre el terreno de juego. Tan satisfecho estaba del trabajo que no dudó en acompañar al técnico en la despedida. Luis Enrique había conquistado al capitán y este no dudaba en reconocérselo con su presencia en el adiós. Ese gesto certificaba que el tiempo les había unido y que la distancia primitiva habitaba en el baúl de los recuerdos. De nada sirvió la reunión que Francesco organizó junto a Daniele De Rossi, el otro peso pesado de la caseta, pidiéndole continuar. Las cuitas del técnico, especialmente con los medios de comunicación romanos, lo forzaron a tomarse un año de descanso.

Con el recuerdo del trato a Totti en la memoria, Luis Enrique estimó que los tiempos cambian y que a cada persona no se la puede tratar por igual. Por eso, decidió que su acercamiento a Messi sería progresivo desde la concordia. Es cierto que el asturiano no mantiene un trato cercano con el vestuario; marca las distancias y el diálogo no es fluido, más allá de las charlas en grupo donde corrige y rectifica los errores cometidos en los partidos. Nadie se queja de que no habla claro o no es directo, aunque algunos echan en falta más proximidad. Con Leo quiso ganarse su confianza y por eso pactó con él hasta los cambios. Sin embargo, el punto de inflexión llegó tras la noche del Camp Nou frente al Eibar, cuando el argentino se negó a ser sustituido tras ser requerido. No hubo consentimiento del 'crack' y Luis Enrique, que no quiso liarla, lo dejó en el campo. A partir de ese día, la cosa ya no ha sido igual. El entrenador ya no mira igual al futbolista. Las imágenes que delataron el acto cayeron como una losa sobre la imagen del técnico. Su autoridad quedaba resquebrajada frente al planeta y su orgullo resultaba más que herido. La reflexión lo condujo a la camiseta de Totti en Trigoria: ‘Basta’.

El tiempo navideño ha avivado el fuego con la suplencia y posterior derrota en San Sebastián o la ausencia de la estrella en el entrenamiento de la víspera de Reyes. El frustrado expediente que planeó sobre Messi encendió a las dos partes: el uno, por flaquear frente al jugador a petición de los capitanes, y el otro, por sentirse demasiado señalado por el jerarca. Desde ese instante, Leo ha jugado con lo que más duele y más daño hace a la entidad: la sombra de huída que planea sobre su futuro. Si ya explicamos que la evasión del jugador es casi imposible, más allá de un acuerdo global entre Adidas y alguno de los clubes vip que visten la marca deportiva (con clara preferencia hacia el Manchester United), la sospecha cala y escuece a una junta directiva a la que solo óptimos resultados le ofrecen cierto chance para ganar las elecciones. Bartomeu está dispuesto a sacrificar lo que sea para mantener el cargo. Quien no está dispuesto a todo es Luis Enrique. Si la relación con Messi sigue erosionada y la distancia crece todavía más, a diferencia de lo que sucedió con Totti, que nadie descarte que repita la secuencia de Roma: marcharse pese a que le falte aún una temporada más por cumplir. Vamos, que reiteraría aquella histórica oración de Alfio Basile, el entrenador argentino que entrenó al Atleti y que terminó peleado con Jesús Gil: “Me voy y me cago en el contrato”.

Ni siquiera había rubricado el contrato con el FC Barcelona cuando le advirtieron del que sería su 'affaire' estrella: “A ver cómo te las compones con Messi”. El argentino no es cualquiera el vestuario ni en la entidad, circunstancia que no cogía desprevenido a Luis Enrique. El entrenador era consciente de las tribulaciones del ‘10’ en el pasado. Ninguno de sus antecesores en el cargo se vio libre de pecado, con la excepción de Tito Vilanova, a quien Leo conocía desde cadete y al que admiraba y respetaba. Todos se las tuvieron tiesas con él, pero todos optaron por no enfrentarse con el mejor jugador del mundo. Cada uno lidió el asunto como pudo. Guardiola optó por marcharse y los otros, Rijkaard y Martino, miraron por diferentes razones hacia otra esquina esquivando la disputa. Luis Enrique, en aquella jornada en su domicilio, contestó sin florituras. “En Italia no lo tuve fácil con Totti y terminó pidiendo que siguiera”. Totti no es Messi, pero el romano sí disfruta de un poder ilimitado en la sociedad que defiende desde edad juvenil. Algo idéntico a lo que sucede en el Barça con el futbolista rosarino.

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