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El día en que el vestuario del Real Madrid conoció al Benítez adulador
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Antonio Sanz

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El día en que el vestuario del Real Madrid conoció al Benítez adulador

El ejército blanco no tiene asumido quién es el caudillo. Se fomenta desde el ático, donde se toman las decisiones, a otro césar. Ese equilibrio de egos es la primera asignatura que debe aprobar Benítez

Foto: Los jugadores del Madrid hacen un rondo cogidos de las manos (EFE).
Los jugadores del Madrid hacen un rondo cogidos de las manos (EFE).

Llueve menos en Chamartín tras ganar al Shakhtar, o eso parece. Si bien, la victoria no ha despejado la borrasca que se cierne sobre el Real Madrid. Los últimos quince minutos de Ucrania no han evitado que el ciclón que arrasó al equipo con la visita del FC Barcelona no siga presente. Aquella humillante derrota obligó a comparecer al presidente, quien optó para dar la cara recelando de algunas voces cercanas que lo aconsejaban refugiarse en un comunicado o en sostenerse con la lectura pública del mismo. El discurso del dirigente acumuló reproches y reprimendas censurando comportamientos ajenos. Eso sí, nula autocrítica a la gestión deportiva que él comanda desde su función de ‘director deportivo’. Con todo, una victoria siempre es balsámica en tiempos de crisis, y más si se consigue en Copa de Europa. Sin embargo, el triunfo no elimina el sinsabor de la caseta hacia el entrenador. Con el 0-4 saltaron a la luz pública algunas de las desavenencias que alejan a las partes, aunque los jugadores también son muy conscientes de que han quedado señalados. La contundente caída ante el Barça reparte culpas: se ha pitado al presidente, se ha discutido la diplomática alineación del entrenador y se ha lamentado la pobre actitud de las estrellas.

No cayó nada bien entre los pesos pesados del vestuario la destitución de Carlo Ancelotti. El italiano estaba sentenciado desde su tibieza tras otro 4-0, éste en el Calderón. Tampoco ayudó la posterior celebración de cumpleaños de Cristiano, precisamente uno de los más afectados por la salida del técnico. Florentino habría deseado que Ancelotti hubiera tomado la determinación de suspender la fiesta. El eco de todo lo vivido esa noche provocó un grueso cabreo del dirigente. Tanto que a la mañana siguiente prácticamente decidió que la etapa del italiano concluiría en junio. El motivo no era deportivo. Florentino entendía que faltaba disciplina en la caseta. Al final del curso, no ganar ningún título terminó de alimentar la caída. El asunto se vestía con la explicación de otorgar un nuevo impulso al escudo. El elegido, un técnico con pedigrí madridista que por fin cumplía su viejo anhelo de entrenar al Real Madrid.

Rafa Benítez se emocionó cuando se vistió de largo para presentarse como técnico. Tras un largo periplo, retornaba al club del que salió siendo un joven técnico prometedor, con espíritu innovador y con estilo de juego propio como bandera. Ese modelo, cuajado con los años y refrendado con los títulos, lo ha paseado con fruto, circunstancia que terminó por decidir a Florentino, a quien terminó de convencer José Ángel Sánchez. El gran valedor del entrenador madrileño, el director general del Real Madrid, lleva apostando por Benítez más de un lustro. Esta vez sí consiguió el visto bueno presidencial…y el del técnico, que en otra ocasión anterior no quiso retirar su palabra al club de su corazón, el Liverpool FC, para entrenar en Valdebebas. Diez días después de tomar posesión, en un paréntesis en las escasas jornadas de vacaciones, Benítez tomó una decisión que ha terminado por pesar en el vestuario. El movimiento realizado con la mejor de las intenciones se entendió de manera contraria en el camerino. Aquella visita al País de Gales torció la convivencia con algunos de sus jugadores, antes incluso de arrancarla.

Es conocido que Gareth Bale es uno de los favoritos de Florentino Pérez. Además, el presidente no se corta en reconocer que vislumbra al británico como el perfecto heredero de Cristiano Ronaldo, con quien nunca se ha identificado como para que entre ambos crezca la empatía. Por eso, el primer movimiento público del nuevo entrenador se observó con recelo desde la caseta. La visita de Benítez a Cardiff para ver en directo a Bale en el Gales-Bélgica se entendió como una acción aduladora del entrenador al chico del presidente, y por supuesto al mandamás. Uno de los más soliviantados, el mejor jugador del equipo, quien volvió a sentirse señalado como segundo plato. La intención de Rafa, que recorrió la isla desde Liverpool donde estaba con su familia, no era ni para desagradar ni para desagraviar a nadie. Tampoco hizo el viaje por sugerencia de Florentino. Simplemente, como hombre de fútbol, aprovechó que estaba en el mismo territorio para ver el partido y para mostrar su apoyo a un futbolista clave en el incipiente proyecto. Sin embargo, el pensamiento de algunos compañeros de Bale fue de rechazo: Benítez empieza contentando al presidente. Gareth marcó esa noche ante Benítez. Al día siguiente, Cristiano anotó un ‘hat-trick’ en Armenia reivindicando su figura.

El gran esfuerzo que debe hacer Rafa Benítez es mejorar la convivencia en el camerino. El ejemplo lo tiene en el FC Barcelona. Messi se sacudió sistemáticamente a aquellos compañeros -Eto’o, Ibrahimovic, Villa- con quienes no congeniaba. Esa enseñanza se la aplicaron Neymar y Luis Suárez, quienes se colocaron a la cola de admiradores del argentino. Ellos, y también Iniesta o Busquets, y antes Puyol, Xavi o Pedro, admiten sin rubor y sin pestañear quien es el líder de la manada. La competencia es sana y se traslada al césped porque todos son conscientes de quien es el jefe. Además, si se hacen colegas es ya la bomba. En el Real Madrid, no tienen tan claro que Cristiano Ronaldo sea el ídolo sin rechistar. Bale y Benzema van a lo suyo y son Sergio Ramos y Marcelo quienes arropan desde otro rango al portugués. El ejército blanco no tiene asumido quien es el caudillo. Es más, se fomenta desde el ático, donde se toman las decisiones, a otro césar. Ese equilibrio de egos es la primera asignatura que debe aprobar Benítez. Después tocará hablar de táctica.

Llueve menos en Chamartín tras ganar al Shakhtar, o eso parece. Si bien, la victoria no ha despejado la borrasca que se cierne sobre el Real Madrid. Los últimos quince minutos de Ucrania no han evitado que el ciclón que arrasó al equipo con la visita del FC Barcelona no siga presente. Aquella humillante derrota obligó a comparecer al presidente, quien optó para dar la cara recelando de algunas voces cercanas que lo aconsejaban refugiarse en un comunicado o en sostenerse con la lectura pública del mismo. El discurso del dirigente acumuló reproches y reprimendas censurando comportamientos ajenos. Eso sí, nula autocrítica a la gestión deportiva que él comanda desde su función de ‘director deportivo’. Con todo, una victoria siempre es balsámica en tiempos de crisis, y más si se consigue en Copa de Europa. Sin embargo, el triunfo no elimina el sinsabor de la caseta hacia el entrenador. Con el 0-4 saltaron a la luz pública algunas de las desavenencias que alejan a las partes, aunque los jugadores también son muy conscientes de que han quedado señalados. La contundente caída ante el Barça reparte culpas: se ha pitado al presidente, se ha discutido la diplomática alineación del entrenador y se ha lamentado la pobre actitud de las estrellas.

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