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Antonio Sanz

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Luis Suárez concede vacaciones al psicólogo

El tiempo de reflexión y castigo que le impuso la FIFA parecía haber modificado las actuaciones que perjudican su enorme figura futbolística. Sin embargo, Luis se ha vuelto matón, provocador y agresivo

Foto: Luis Suárez en un partido de Liga (Efe).
Luis Suárez en un partido de Liga (Efe).

Mientras el Barcelona pelea en los tribunales deportivos por alcanzar la inocencia de Luis Suárez, algo ha cambiado en el comportamiento del uruguayo en el terreno de juego. Lo ocurrido en el túnel de acceso al vestuario del Camp Nou, origen de la sanción de dos partidos en la Copa del Rey, es una acción que parecía olvidada en el sumiso comportamiento que el delantero nos había mostrado desde su estancia en la Ciudad Condal. Esa imagen deportiva, humilde, trabajadora, acatando con sus acciones que se ubica detrás del mejor, se ha transformado. Aquel tiempo de reflexión y castigo que le impuso la FIFA parecía haber modificado las irritantes actuaciones que sólo perjudican su enorme figura futbolística. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, Luis se ha vuelto matón, provocador y agresivo. Los árbitros ya le miden con los ojos de quien observan a un presunto culpable y los goles, que siguen y seguirán cayendo por su indiscutible olfato, se han trasladado a un postgrado secundario.

Una discusión con luces y taquígrafos con Pape Diop, un pisotón con nocturnidad y alevosía a Abdennour y un enfrentamiento con un anónimo del Espanyol con quien casi llega a las manos son las irregulares acciones de Luis Suárez en poco más de treinta días. Dos de ellas juzgadas por Martínez Munuera: absuelto en la primera tras provocar y recibir un insulto y culpable tras el rifirrafe en la bifurcación de caminos a los camerinos del estadio del Barça. En el acta del partido de Copa, el juez acusó al uruguayo de provocar “el enfrentamiento entre jugadores de ambos clubes”. Le atribuyó el siguiente comentario: “Aquí os estoy esperando, venid acá: sos un desecho”.

La mecha se encendió con la expulsión del senegalés, pero el fuego venía de antes. El vestuario del equipo de Luis Enrique ha vivido muy molesto con lo que entienden sobreexcitación del Espanyol en los derbis. El partido de Cornellá rayó el límite del reglamento para algunos y en la ida de Copa las heridas no estaban aún cicatrizadas. Por eso, al mínimo roce saltaba la discusión entre ambas partes. Suárez no fue mediador. Luis formó parte de la bronca interna con amenazas e insultos, incluso algunas fuentes apuntan a que algunos jugadores se llegaron a desafiar con empujones. Ese conato de agresión no se ha reflejado en ningún documento oficial… por tanto, si se produjo, se ha conducido directamente al limbo.

Unas semanas antes de este doble incidente con Suárez de protagonista, el uruguayo salió salpicado en Mestalla. Pese a que el delantero se disculpó al finalizar el partido admitiendo el pisotón, pero calificándolo de fortuito, Abdennour mantenía la teoría de la intención. Por eso, el zaguero del Valencia elevó la denuncia a las redes sociales compartiendo una fotografía donde se observaba la herida que había quedado en su pie. Unos días después, Luis se justificaba en una emisora charrúa: “Si cada uno tuviera que mostrar los golpes que recibe… Le pisé sin querer y se lo dije. Me dio la mano en el túnel del vestuario y luego saca la foto. Te da gracia”. De esta manera, los enredos retornaban a la vida de Luis. Los líos le recordaban al pasado. De pronto aparecieron aquellos sinsabores que le forzaron salir de Holanda sancionado; la repetición de la secuencia en Inglaterra; la mancha por acusaciones que acabaron con pena de partidos por racismo; y la conclusión aceptando el severo castigo tras lo acontecido en Brasil. Ese retorno a tiempos pretéritos discute el hasta hace poco reciente e inmaculado comportamiento de Luis Suárez.

El jugador, aconsejado por el Liverpool, decidió ponerse en manos de un profesional del comportamiento humano

Tras la acción del penúltimo mordisco en Londres a Ivanovic, el jugador, aconsejado por el Liverpool, decidió ponerse en manos de un profesional del comportamiento humano. El elegido resultó un reputado psicólogo británico llamado Steve Peters, experto en canalizar este tipo de acciones. Sin embargo, las terapias no se adentraron en el tiempo y Luis siguió su camino deportivo, aparcando una vez más ese movimiento reincidente. Todo hasta que llegó Brasil y volvió a clavar los dientes en Chiellini. El efecto amplificador de un campeonato del mundo provocó una severísima sanción del máximo organismo del Fútbol que ajustició sin piedad al uruguayo. La FIFA determinó que Suárez no podía ni acercarse a un recinto futbolístico durante varios meses.

El castigo le obligó a vivir recluido, refugiado en la familia y retomando las terapias psicológicas que había desterrado en Inglaterra. El Barça no le reprendió porque rápidamente el chico pidió disculpas públicas y siguió adelante con el fichaje. Eso sí, se pactó que se debía remediar este áspero comportamiento. Por tanto, la terapia se convirtió en algo obligatorio para tratar de curar las sugestiones que le han traicionado repetidamente, sesiones que actualmente parece que ha decidido finiquitar. Al menos, es lo que implican sus últimos movimientos sobre el césped y fuera de la hierba. Parece que ha dado vacaciones a quien tanto le ha ayudado.

Suárez admitió públicamente los errores: “Yo les di de comer a los periodistas para que me critiquen”. Esos motivos son los que ahora vuelven a perseguirle tras los últimos capítulos escritos. Entre sus alegatos de defensa ha explicado que se dio cuenta de que él solo no podía solucionarlo, que el asunto se había convertido en un grave problema para él y para el club donde trabaja. Por eso, decidió ponerse en manos de profesionales “para que me hicieran ver las cosas de otra forma”, explicó en una entrevista al diario 'Sport'. Luis necesitaba apoyarse en un psicólogo para que éste le ayudara a darse cuenta de que de estos fallos que se comenten se pueden transformar en un digno aprendizaje.

Tres errores le llevaron a decir basta y a buscar una persona con la que desahogarse, con la que poder expresarse, con la que poder compartir sus experiencias dentro y fuera del campo. Durante bastantes meses, Luis ha rehuido la pelea sin bajar las revoluciones de su juego. Se sentía más inteligente y más consciente sobre el césped. Aprendió a manejar los tiempos y a evitar caer en provocaciones. No discutía, logrando aparcar esa imagen nociva que lo había perseguido. Sin embargo, esa seguridad alcanzada gracias al trabajo psicológico realizado o esa aceleración de goles y fútbol lo han vuelto a confundir. Ha reaparecido el 'míster Hyde' que lleva dentro desterrando así la humildad mostrada en los últimos tiempos. El otro yo de Luis vuelve a asomarse. Ojalá se detenga y se reserve para lo que hace como pocos: golear.

Mientras el Barcelona pelea en los tribunales deportivos por alcanzar la inocencia de Luis Suárez, algo ha cambiado en el comportamiento del uruguayo en el terreno de juego. Lo ocurrido en el túnel de acceso al vestuario del Camp Nou, origen de la sanción de dos partidos en la Copa del Rey, es una acción que parecía olvidada en el sumiso comportamiento que el delantero nos había mostrado desde su estancia en la Ciudad Condal. Esa imagen deportiva, humilde, trabajadora, acatando con sus acciones que se ubica detrás del mejor, se ha transformado. Aquel tiempo de reflexión y castigo que le impuso la FIFA parecía haber modificado las irritantes actuaciones que sólo perjudican su enorme figura futbolística. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, Luis se ha vuelto matón, provocador y agresivo. Los árbitros ya le miden con los ojos de quien observan a un presunto culpable y los goles, que siguen y seguirán cayendo por su indiscutible olfato, se han trasladado a un postgrado secundario.

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