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Pep Guardiola deja el Bayern con la piel de Mourinho: "Triunfó el fútbol feo"
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Antonio Sanz

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Pep Guardiola deja el Bayern con la piel de Mourinho: "Triunfó el fútbol feo"

No son extrañas las palabras de Arturo Vidal, el centrocampista chileno del Bayern, al finalizar el partido ante el Atleti si se conoce lo que ocurrió en las entrañas del estadio...

Foto: Pep Guardiola, durante la rueda de prensa previa al Atlético-Bayern en el Calderón. (Reuters)
Pep Guardiola, durante la rueda de prensa previa al Atlético-Bayern en el Calderón. (Reuters)

Hubo un tiempo en que Pep Guardiola llevaba a gala la corrección como bandera de comportamiento. Evitaba meterse en charcos, sacudía las polémicas y no se tensaba en las comparecencias ante los medios de comunicación. Había innovado y, como tal, era admirado en el planeta. Sin embargo, la estancia en Múnich, tras abandonar su casa deportiva, no ha resultado tan idílica como imaginó. Se decidió por el proyecto bávaro por el modelo, por la gestión manejada por exjugadores, por la cultura germana, por inmiscuirse dentro de uno de los grandes del fútbol mundial. El balance, no obstante, es de rechazo casi general por parte de dirigencia y afición. En una de sus peores noches como entrenador, Guardiola se quedó fuera de la final de la Liga de Campeones por tercera vez consecutiva como técnico del Bayern. Si entró con mal pie tras el éxito del grupo de Heynckes, hoy se marcha con el rabo entre las piernas, derrotado y hundido, lejos del éxito y masticando cómo un conjunto que despliega un fútbol tan áspero ha sido capaz de derrotar a la perfección que él encontró en el juego.

[Guardiola y Simeone, dos entrenadores antagónicos]

No son extrañas las palabras de Arturo Vidal, el centrocampista chileno del Bayern, al finalizar el partido ante el Atleti si se conoce lo que ocurrió en las entrañas del estadio. El jugador sudamericano explotó de rabia en la zona mixta justificando que los grandes equipos deben jugar bonito penando el trabajo del oponente. No explicó que cualquier método puede conducir al éxito. “Triunfó el fútbol feo. La pelota no quiso entrar después de crear tantas ocasiones en los dos partidos. El Atleti no es justo finalista, ellos se enfrentaron al mejor equipo del mundo”. Sí, esta es la filosofía de Pep Guardiola. La que persigue desde que es entrenador, la que forjó como futbolista amamantado por la sabiduría de Johan Cruyff. Sin embargo, esta vez se ha topado con el ‘estilo Simeone’. Aquel que propone la cohesión de un grupo inquebrantable, alistado en la solidaridad y sin encontrar negociable el esfuerzo. Contra esta barrera tan antagonista a su ideario, clamaba el entrenador catalán. En esos términos se dirigió a sus jugadores al finalizar el duelo del Allianz Arena.

Críticas a la propuesta del Cholo

Durante el partido, observamos un Guardiola más próximo a las formas de Mourinho: bronca entre banquillos armada por un provocador vestido con el chándal del Bayern, efusividad desmedida en la celebración de los goles propios, comentarios irónicos a los jugadores contrarios invitándoles a jugar al patadón… Y con este discurso se despidió esa noche del plantel. Su inmaculado y bello proyecto futbolístico había sido destruido por una banda que se presentó en Múnich dispuesta únicamente a defender. Ellos, los elegidos por Pep, lo habían dado todo. El técnico agradeció públicamente el esfuerzo y el derroche mostrado en el césped, al tiempo que criticó la puesta en escena del once de Simeone. Un equipo que se dedicó a defender y que accedió a la final apoyado en el otro fútbol. Ese que es cuestionado por todos aquellos que estiman que solo el modelo elegante es la sabia vía para alcanzar el éxito. Los mismos que son incapaces de reconocer que, por ejemplo, en la eliminatoria anterior en el Camp Nou, mientras jugaron once contra once, el Atleti sacó del campo al que todavía hoy es el campeón.

Estas críticas al estilo del fútbol del Cholo son solo la punta del iceberg del estado anímico de Guardiola. Como él mismo admitió en rueda de prensa, le quedaba la última bala en el tercer y último intento. Y es que cada encuentro con los medios de comunicación que siguen la información del Bayern se vive con disputa. En tres años, el desgaste es total, y para gran parte de los críticos, Guardiola no ha conseguido los objetivos previstos. Si lograr la Bundesliga es motivo de aplauso, caerse en la última curva en Europa es entendido como que el técnico no ha cumplido. En el camino, demasiadas aventuras adversas sorteadas: la guerra con los servicios médicos, la mala política de fichajes en los futbolistas que Pep eligió -Thiago o Bernat- o la permanente discusión por el cambio de estilo. En Baviera siempre gustó el fútbol directo, ese que arrolla y que desnuda al adversario con el arrojo de embestidas sin fisuras. Sin embargo, el modelo de Guardiola de toque y posesión vertical no terminó de entusiasmar a la grada salvo en contadas ocasiones, más esporádicas que repetidas. De este modo, el entrenador ya avisaba antes de medirse en octavos frente a la Juventus: “Sé lo que pasará si no gano la Champions. Tengo que vivir con esa presión. Ganas, todos contentos. Pierdes, no tanto. Es así desde hace 40 años”. Antes de la semifinal, desafió con la bonanza de la última bala: "Todavía no estoy muerto. Queda todavía un partido, después se verá”. Y después capituló: “Hicimos todo lo posible. Espero que Ancelotti sí pueda lograrlo. He dado mi vida por este club”, en un discurso al más puro estilo Mourinho.

Dirigir al Bayern y programar al City

No debe de resultar sencillo, pese a proclamarse contento y feliz de su estancia en Múnich, compaginar dos tareas tan arduas: la de dirigir al Bayern y la de programar al Manchester City. Cuando Guardiola se decidió por la propuesta realizada por Uli Hoeness y Kalle Rummenigge, se dejó seducir mientras disfrutaba de un año sabático en Nueva York y podía estudiar alemán y a los alemanes. Esta vez, inmerso en la vorágine de la competición, Pep debía centrar sus esfuerzos en el Bayern, al tiempo que darle a la tecla para arrancar a reconstruir un equipo que amenazaba con repetir en Europa lo sucedido antes de su llegada a Alemania. Tras respirar con la clasificación del Real Madrid, sus ojos se centrarán en el estadio del City para no quedarse la próxima temporada fuera de la Champions. El domingo rinde visita el Arsenal. Eso sí, a Pep ya le ha dado tiempo de encontrar domicilio en el ‘city center’ de Manchester y a enterarse de los actuales métodos y costumbres del vestuario que aún maneja Pellegrini. Ya se sabe, muchas cosas por hacer, sin tiempo que perder y siempre un paso por delante… aunque sin Liga de Campeones, esta vez expulsado por el fútbol feo.

Hubo un tiempo en que Pep Guardiola llevaba a gala la corrección como bandera de comportamiento. Evitaba meterse en charcos, sacudía las polémicas y no se tensaba en las comparecencias ante los medios de comunicación. Había innovado y, como tal, era admirado en el planeta. Sin embargo, la estancia en Múnich, tras abandonar su casa deportiva, no ha resultado tan idílica como imaginó. Se decidió por el proyecto bávaro por el modelo, por la gestión manejada por exjugadores, por la cultura germana, por inmiscuirse dentro de uno de los grandes del fútbol mundial. El balance, no obstante, es de rechazo casi general por parte de dirigencia y afición. En una de sus peores noches como entrenador, Guardiola se quedó fuera de la final de la Liga de Campeones por tercera vez consecutiva como técnico del Bayern. Si entró con mal pie tras el éxito del grupo de Heynckes, hoy se marcha con el rabo entre las piernas, derrotado y hundido, lejos del éxito y masticando cómo un conjunto que despliega un fútbol tan áspero ha sido capaz de derrotar a la perfección que él encontró en el juego.

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