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Un Gran Premio de España agridulce
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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Un Gran Premio de España agridulce

El Gran Premio de España dejó un sabor agridulce. Más de lo primero que de lo segundo si prefieren,  a tenor de los vivido en el

El Gran Premio de España dejó un sabor agridulce. Más de lo primero que de lo segundo si prefieren,  a tenor de los vivido en el circuito de Montmeló el pasado fin de semana. Porque el futuro de este campeonato no se presenta especialmente estimulante, ni en las pistas, ni fuera de ellas.

 

Vayamos con la mejor noticia: la espectacular afición española. Alonso bien puede estar orgulloso. No deja de sorprender que cerca de cien mil personas hayan pagado los astronómicos precios de las entradas, con la que está cayendo. Porque a 135 euros la más barata y por encima de 500 la más cara, no dejan de resultar  precios obscenos. Y echen un vistazo a los de Valencia, como para ir con la familia en plenas vacaciones de verano, y con el título camino de estar resuelto por agosto de seguir Brawn friendo a sus rivales… Si fuera Paco Camps y Rita Barberá, estaría seriamente preocupado.

 

No deja de resultar irónico que Bernie Ecclestone se descolgara este fin de semana con unas declaraciones tan altruistas: “yo he abogado por esta medida (el límite presupuestario) para hacer la competición más igualitaria y justa, estamos tratando de salvar a los equipos de la estupidez”. Ecclestone también podría hacer el papel de buen samaritano con los espectadores de la Fórmula 1, y bajar los precios en consonancia a sus buenas intenciones. Le sugeriríamos  el ejemplo de las próximas 24 Horas de Le Mans, cuya entrada cuesta 99 euros y también será valedera para las 24 Horas de Nurburgring. Y les puedo asegurar que acudir a la mítica carrera francesa es toda una experiencia que vale la pena vivir alguna vez.

“El motín de Montmeló”

Pero “Supennany” Ecclestone quiere “salvar de la estupidez” a Montezemolo, Theissen, Briatore, Withmarsh y compañía, quienes  se caracterizan precisamente por su bajo coeficiente intelectual. Porque esta fue otra de las noticias del pasado Gran Premio de España: Mosley y Ecclestone llevan camino de cargarse la Fórmula 1 si no hay acuerdo con los equipos, que se reunieron en el motorhome de Toyota para acordar lo que posiblemente se convertirá en el “motín de Montmeló”. Con el espíritu “Fuenteovejuna”  por montera, Ferrari y compañía parece que no van inscribirse  para el próximo campeonato de no llegarse a un acuerdo sobre el límite presupuestario. Los equipos están que trinan hasta el punto de que, valga la anécdota, no ha habido en todo el fin de semana declaración pública de condolencia hacia Max Mosley tras el fallecimiento de su hijo la pasada semana.  Ya puede estar entero psicológicamente los próximos días, porque los equipos van con el cuchillo entre los dientes.

Tres campeones del mundo sin opciones

El Gran Premio de España también  puso en evidencia que el nuevo reglamento tan solo ha servido para destronar a los equipos y pilotos más carismáticos, pero no para hacer carreras más atractivas. La actual temporada amenaza con convertirse en algo soporífero cuando no aparece el dios de la lluvia. Como Bahrein, la carrera de Montmeló fue una auténtica pedrada que, para colmo, no varió la jerarquía del Mundial. Más bien lo contrario, porque ya ha sentenciado las opciones al título de los tres campeones del mundo en activo. Son 32  puntos los que Button lleva a Alonso y Hamilton, y 38 a Raikkonen y Massa.

Es decir, los pilotos de los tres mejores equipos de la última década se han quedado sin opciones para el título en la quinta prueba. Si continuamos con las carreras en procesión fruto, de un inoperante pero costoso reglamento, sin el atractivo de los pesos pesados luchando por la victoria, con un conflicto político en ciernes, habría que plantearse realmente a quien hay que “salvar de la estupidez” y empezar a mirar en la dirección de quien gestiona la Fórmula 1. Porque no le falta razón a Briatore, cuando se queja de que los equipos que han seguido el espíritu del reglamento y han apostado por el Kers, han salido  trasquilados. Y, para colmo, en el caso de McLaren y Renault, humillados en la pista por quienes utilizan sus motores como clientes.

Pero el Gran Premio de España dejó en el aire otra víctima: Kimi Raikkonen. Su decisión de no volver a la pista que le relegó a las últimas posiciones en los entrenamientos del sábado, a pesar de haber realizado una mala vuelta, fue una irresponsabilidad y  un error colosal,  impropio de un equipo de la categoría de Ferrari. Y para colmo, por segunda vez. Habría valido la pena pagar por escuchar la llamada de Luca di Montezemolo a sus chicos tras semejante bochorno. Las insinuaciones del finlandés acerca  de replantarse su retirada ante su insatisfacción por el estado actual de la Fórmula 1, créanme, no son balas de fogueo. Raikkonen está ya “enseñando la patita”. Al tiempo.

El Gran Premio de España dejó un sabor agridulce. Más de lo primero que de lo segundo si prefieren,  a tenor de los vivido en el circuito de Montmeló el pasado fin de semana. Porque el futuro de este campeonato no se presenta especialmente estimulante, ni en las pistas, ni fuera de ellas.