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Jean Alesi, el piloto que siempre tiraba el casco
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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Jean Alesi, el piloto que siempre tiraba el casco

Ken Tyrrell sonreía, incrédulo, ante lo que veía. Aún debía sonarle en los oídos la bravuconada de aquel descastado antes de la carrera. “Mirad, estaré en

Foto: Jean Alesi, el piloto que siempre tiraba el casco
Jean Alesi, el piloto que siempre tiraba el casco

Ken Tyrrell sonreía, incrédulo, ante lo que veía. Aún debía sonarle en los oídos la bravuconada de aquel descastado antes de la carrera. “Mirad, estaré en cabeza en la primera vuelta”. “No hace falta, lo que tienes hacer es ser el líder en la última”, le contestó Harvey Postlewhite, el director técnico del equipo.

Era el Gran Premio de Estados Unidos de 1989, en Phoenix. Efectivamente, Jean Alesi lideró la primera curva desde la segunda línea de parrilla, pasando por encima del mismísimo Ayrton Senna. Pero el brasileño adelantó pronto a aquel insolente. Sin embargo, no esperaba que el chaval se revolviera, tratando de tú a tú al mismísimo campeón del mundo. Al final de año, Williams, Ferrari y Benetton habían puesto contratos en la mesa de aquel piloto.

"El primer regalo que he recibido nunca de un piloto.."

Ya entonces relevó aquel carácter que la haría inconfundible en la Fórmula 1. Porque Alesi llevaba el corazón en la boca y las manos en una vida dominada por la pasión y las emociones. Fue una decisión crucial que marcaría para siempre su embrionaria  carrera. Se comprometió primero para correr con Williams, pero Ferrari se metió en la pelea. ¿Firmar por un equipo que a comienzo de los noventa era un verdadero 'casino'? ¿Rechazar al que sentaba las bases técnicas (y con Newey en sus filas) para un largo ciclo dominador? Con un poster de Gilles Villeneuve siempre presente en su habitación desde la infancia, Alesi elegió Ferrari. 

Caballerosamente, Williams le liberó de su compromiso inicial y, durante años, el francés le envió champán y una felicitación navideña como agradecimiento. “El primer regalo que he recibido nunca de un piloto, y ni siquiera pilotaba para mí, un tío adorable, y un piloto especial…”, recordaba el propio Frank Williams. En los dos años siguientes, Mansell logró catorce victorias y un título con el equipo británico. 

Los tifosi le adoraban

Alesi se sumergió así en cinco años de aquella era 'preSchumacher' -1991 a 1995- tan repleta de frustraciones y política.  “Un año en Ferrari eran como diez en otro equipo”, recordaría el francés. Pero como su ídolo, Alesi llevaba el número 27 en su monoplaza. Era todo corazón, (mal) genio y siempre una sonrisa. Volcánico, también era famoso por sus lanzamientos de casco en pleno cruce de cables. 

Pero sobre todo, era uno de los pilotos más espectaculares al volante que se había visto en mucho tiempo. Desde Villeneuve, más concretamente. Quiso ser piloto de ralles, y con ese estilo se distinguió en los circuitos. Huérfanos desde la muerte del canadiense, los tifosi vieron en aquel francés de sangre siciliana la reencarnación de su añorado ídolo.  “Recuerdo firmar autógrafos durante un hora sin parar en la autopista al descubrirme, solo porque pilotaba para Ferrari. Era como ser un doctor, te respetaban en todo el mundo”. Y le querían a pesar de que nunca llegaba aquella siempre elusiva primera victoria.

La crueldad de Monza

Como en Monza 1994, cuando dominó a placer entrenamientos y carrera. No tenía rival en las primeras vueltas y tampoco mejor circuito para ganar. Pero el cambio le volvió a traicionar cuando volvía a la pista tras parar en boxes. Ante los suyos, la decepción no podría ser más cruel. Otra vez tiró el casco por los aires en el box y, con el mono todavía puesto y su aterrorizado hermano José a la derecha, cogió un Alfa Romeo 164 y llegó a Avignon desde Milán en menos de una hora. Al día siguiente, un camarero le felicitó al verle entrar en su bar. “Si no he ganado…”. Le enseñaron la portada del periódico local. La policía gala le había detectado a 220 km/h en un radar. No quisieron pararle… En 1995, también en Monza, perdió otro triunfo a ocho vueltas del final, cuando marchaba en cabeza.

Pero, con su pasión, nunca se rendía a pesar de las decepciones y momentos tan crueles como los anteriores. Participó en 79 carreras, aunque no pudo terminar casi el 37% de ellas por avería mecánica. Frecuentemente, sus críticas levantaban ampollas en Maranello. Los ingenieros de la 'Scudería' le achacaban que su increíble velocidad natural no se correspondía con la habilidad técnica de la puesta a punto. Alesi, como Mansell o Rosberg, utilizaba su talento natural para obviar los problemas del monoplaza.

"Quién sabe cuál pudo ser mi destino..." 

“Para mí, Jean fue muy subestimado”, comentaba de él Gerhard Berger, su compañero de Ferrari en aquella época, “creo que era un gran piloto, no cometía muchos errores en carrera y tenía un control del coche increíble, tenía velocidad, experiencia, y era muy rápido en la lluvia. El problema de Jean era esa imagen de ser incontrolable, pero creo que no era justo, sobre todo en los últimos años. Siempre pensé que la forma en que se comportaba dependía enteramente de cómo era tratado”.

¿Lamentó Alesi unir sus destinos a Ferrari? ¿Pudo haber sido campeón del mundo de haber optado por Williams? “Quién sabe, también podría haber muerto, como Ayrton Senna, quien también pilotó para Williams, quién sabe cuál pudo haber sido mi destino…”, reflexionaría después. Pero, a pesar de los sinsabores, hubo un día especial en su carrera con la 'Scuderia'. El que merecía.

También el casco salió por los aires

Gran Premio de Canadá de 1995. Alesi se colocó segundo, a gran distancia de Schumacher. A poco del final el Benetton tuvo que entrar en boxes. Alesi se puso en cabeza. En las últimas vueltas, las lágrimas de la emoción ante su cercana victoria se iban contra el visor en las frenadas. Se quedó sin gasolina al poco de entrar en meta. Fue la única victoria en la Fórmula 1. Ganó con el número 27 de Gilles Villeneuve en su monoplaza, el de su ídolo, en el circuito que llevaba su nombre. Dónde si no tenía que lograrla....

"Ha madurado mucho” reconocía Harvey Postlewhite, quien viviera aquella famosa carrera de Phoenix, y  con quien volvió a coincidir en Ferrari,  “ahora mira antes de tirar el casco”. El francés también tiró el casco aquel día, como solía hacer en sus momentos de furia. Pero, en esta ocasión, fue a la tribuna de los espectadores. No lo guardó para sí como recuerdo. Solo alguien como Jean Alesi podía hacer aquello.

Ken Tyrrell sonreía, incrédulo, ante lo que veía. Aún debía sonarle en los oídos la bravuconada de aquel descastado antes de la carrera. “Mirad, estaré en cabeza en la primera vuelta”. “No hace falta, lo que tienes hacer es ser el líder en la última”, le contestó Harvey Postlewhite, el director técnico del equipo.