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Caso Llorente: en Bilbao no saben que el fútbol atropella corazones
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José Manuel García

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Caso Llorente: en Bilbao no saben que el fútbol atropella corazones

El fútbol en ocasiones nos muestra sus afiladas cuchillas, vasos de vinagre en medio de tanto almíbar. El caso Fernando Llorente es un ejemplo. En Bilbao

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Caso Llorente: en Bilbao no saben que el fútbol atropella corazones

El fútbol en ocasiones nos muestra sus afiladas cuchillas, vasos de vinagre en medio de tanto almíbar. El caso Fernando Llorente es un ejemplo. En Bilbao tienen el corazón roto, porque la niña de sus ojos, el gigantón navarro, ha dicho que no acepta las condiciones para renovar el contrato que le han presentado y ha mirado a la puerta de salida. Llorente se quiere ir.

El ídolo de masas, Fernando Llorente, personaje que reemplazó en el corazón de la buena gente del Botxo a Julen Guerrero, tiene las maletas preparadas y puede que este mismo año agite sus alas y vuele lejos de San Mamés. Al margen del económico, que también, existen algunos factores que han propiciado el desencuentro.

Entre Llorente y Marcelo Bielsa no han existido lazos de afinidad más allá de lo puramente protocolario. Bielsa es un tipo estricto y Fernando no ha sentido el cariño que demandaba. El último trecho de temporada, con dos finales, llenó de nervios el cerebro de muchos y alguna palabra salió disparada dentro del vestuario. El caso es que la continuidad del argentino lastró las ganas del pamplonés cuando le presentaron los documentos de renovación.

Llorente es un tipo jovial, sensible y, aunque parezca mentira, del Athletic; pero nadie debe olvidar que el fútbol profesional como la vida misma ha dado un giro grande. Hoy el dinero mueve montañas y corazones. Y también los títulos. Y a Fernando Llorente le emociona que una lluvia de títulos caiga en plan chaparrón sobre su terraza. También de euros.

El internacional sabe que el tiempo juega a su favor, que la Ley del fútbol es muy clara. Y el 1 de enero de 2013 (en unos meses) puede firmar por el equipo que quiera a cero euros como contrapartida para el Athletic. Pero que nadie se llame a engaño: Llorente no quiere que eso suceda. Desearía un traspaso y que el club de sus amores reciba una justa compensación.

Sobre la cartera de sus representantes llueven ofertas y un montón de rumores que nadie confirma. Uno de ellos alude a una llamada del Barça en la que insta al jugador que aguante este ejercicio futbolero para que vuele en junio hacia Can Barça con un contrato top ten.

La Juventus también se muestra muy interesada en el jugador, pero los italianos no llegan a los 20 millones y sólo se muestran dispuestos a acercarse a los 15. Los turineses saben que el Athletic tiene toda la presión. El Milan también espera.

El Arsenal es otro equipo que abre sus brazos dispuesto a acoger a Fernando Llorente. Van Persie, la estrella de los gunners, ha puesto rumbo al Manchester United, ávido de dar un golpe en la mesa para poner sordina a la incipiente hegemonía del Manchester City. Consumado el traspaso, Arsene Wenger, el mánager general del Arsenal, ha señalado a Fernando Llorente, al que compara con el añorado Bergkamp.

El verano de 2012 será recordado por su negrura por gente como Josu Urrutia, presidente del Athletic, que ha apagado dos incendios a manotazos. Al máximo dirigente del histórico club no le faltan las razones: ¿Dónde están los sentimientos? ¿Qué lugar del corazón ocupa el escudo del viejo Athletic? Lejos de agarrarse al palo más alto de la bandera rojiblanca, Urrutia se aferra a la cláusula de rescisión del futbolista: 36 millones. O eso o nada. Los consejeros de Josu ya comienzan a susurrarle al oído que se acoja a eso, porque el futbolista tiene la sartén y es mejor la mitad de los millones a nada. Pero rebota la pared. En Bilbao, afición de primer nivel mundial, el disgusto es enorme. Trata de digerir una amarga y dura piedra. Llorente. Y eso duele. En Bilbao todavía no saben que el fútbol atropella corazones.

El fútbol en ocasiones nos muestra sus afiladas cuchillas, vasos de vinagre en medio de tanto almíbar. El caso Fernando Llorente es un ejemplo. En Bilbao tienen el corazón roto, porque la niña de sus ojos, el gigantón navarro, ha dicho que no acepta las condiciones para renovar el contrato que le han presentado y ha mirado a la puerta de salida. Llorente se quiere ir.