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Messi se siente más feliz en el campo con Pedro que con Villa
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José Manuel García

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Messi se siente más feliz en el campo con Pedro que con Villa

Leo Messi, esa máquina de hacer goles y fútbol, remontó el vuelo  y pasó por encima  del frío moscovita y del Spartak. El rosarino sumó dos

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Messi se siente más feliz en el campo con Pedro que con Villa

Leo Messi, esa máquina de hacer goles y fútbol, remontó el vuelo  y pasó por encima  del frío moscovita y del Spartak. El rosarino sumó dos goles más a su gruesa cuenta. Otro récord. La mítica marca del Torpedo Muller se encuentra a tiro.  Y Leo sólo tiene 25 años. Un mundo por delante para triturarlo todo y dejarlo a la altura de las estrellas. El Barça y los aficionados del fútbol en general disfrutan de este mago de movimientos eléctricos y pegada mortífera. Messi es Peter Pan con dos morteros en sus tobillos. Pero Messi se siente mucho más feliz con Pedro que con David Villa.

Muchos podrán pensar que entre el argentino y Villa existen disputas y celos. Que entre ambos se desarrolla una cruenta guerra debajo de la mesa de camilla. Se equivocan de plano.  El vestuario del Barça es una balsa de aceite, y la relación entre Villa y Messi es más que excelente. Ambos no son hermanos de sangre; sus compañeros aseguran que entre el asturiano y el argentino  se palpa un sólido lazo de simpatía.

El problema se da en el campo, por los genes de uno y de otro. Dos depredadores del área, frente a frente. Villa tiene un punzón en la zurda, un M-16 siempre engrasado y a punto para descerrajar. Es un goleador insaciable, un tipo que huele a gol a kilómetros; su juego se desarrolla en torno a los tres palos y mata cuando tiene un espacio libre, por muy estrecho que sea el margen. Como la mayoría de los goleadores puros, David Villa tiene muy llena la despensa del egoísmo. Defecto que bendice a los top ten del gol.

En esa maraña asociativa que se ha tejido en torno al Barça y que devora adversarios, Messi necesita de espacios y socios para combinar y mover el balón. El juego de toque del equipo azulgrana comienza con Busquets, se cimenta en el timón que maneja Xavi Hernández, y a su alrededor, peones de oro, brujulean Cesc Fábregas y Andrés Iniesta. Los laterales Jordi Alba y Dani Alves (en particular el brasileño), no son ajenos a este reloj magistral de azulgrana. Pedro bascula, hace diagonales y desmarques; por ahí penetra como una serpiente pitón llamada Leo Messi, que encuentra mejores huecos para su disparo.  Frente al Spartak, la máquina Barça funcionó perfectamente y el cuadro de Unai Emery quedó triturado. Sobró la segunda parte.

Los que ven novelas de sangre en las relaciones Messi/Villa patinan. Sucede que ambos llevan el gol en los genes y nunca se sacian. El “pásame ahora”, lo tienen en la frente. Y si el balón no les llega, la chispa vuela por los aires. Es el juego, la adrenalina que desprenden dos cracks.

Tito Vilanova, el entrenador, sabe perfectamente la desconexión entre el juego de Villa y el de Messi, de ahí que se decante por otorgarle la titularidad a Pedro, también un goleador, cuya generosidad es grande, casi tanta como su movilidad. En Moscú resultó mortal la fórmula. Sin descartar nunca al 'Guaje', Tito seguirá apostando por ella. 

Leo Messi, esa máquina de hacer goles y fútbol, remontó el vuelo  y pasó por encima  del frío moscovita y del Spartak. El rosarino sumó dos goles más a su gruesa cuenta. Otro récord. La mítica marca del Torpedo Muller se encuentra a tiro.  Y Leo sólo tiene 25 años. Un mundo por delante para triturarlo todo y dejarlo a la altura de las estrellas. El Barça y los aficionados del fútbol en general disfrutan de este mago de movimientos eléctricos y pegada mortífera. Messi es Peter Pan con dos morteros en sus tobillos. Pero Messi se siente mucho más feliz con Pedro que con David Villa.

Leo Messi David Villa