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Mourinho se va porque dice que no puede enderezar un vestuario ingobernable
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José Manuel García

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Mourinho se va porque dice que no puede enderezar un vestuario ingobernable

Todo el mundo esperaba el huracán pero al final no pasó de llovizna norteña: Florentino Pérez, en plan solemne, anunció sin platillos ni bombo el final

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Mourinho se va porque dice que no puede enderezar un vestuario ingobernable

Todo el mundo esperaba el huracán pero al final no pasó de llovizna norteña: Florentino Pérez, en plan solemne, anunció sin platillos ni bombo el final del ciclo de José Mourinho como entrenador del Real Madrid. Y, para que la ola tuviese ritmo de tsunami, estiró el brazo para desvelar que quiere seguir siendo presidente del Real Madrid y que, por tanto, convoca elecciones presidenciales para el próximo 16 de junio. O sea, ya mismo.

Con voz queda, cargando tintas y rabia, el presidente blanco aseguró que el entrenador se marcha hastiado de la presión mediática y, por supuesto, del comportamiento nada profesional de algunos miembros estelares de la plantilla.

Hilando fino y desbrozando datos, fechas y testimonios, hemos llegado a una fecha clave, donde se produjo un antes y un después en el ciclo Mou. Fue la noche del 24 de abril, una fecha que duele a muchos madridistas, porque significó el principio del fin europeo de los blancos, vapuleados por el Borussia Dortmund en su cancha del Iduna Park. Aquella aciaga noche se chamuscó el sueño de conquistar la décima Champions. Al decir de Mourinho, no fue por la brillantez del juego alemán y en particular del polaco Lewandowski, autor de las cuatro estocadas, sino por la paupérrima imagen ofrecida por los jugadores del Real Madrid, que parecían juveniles desmemoriados ante un equipo del empaque y contundencia del Dortmund.

Según hemos podido saber de varios canales, nada más finalizar la contienda, José Mourinho entró en el vestuario a puro grito, miró a la cara a algunos futbolistas y lanzó fortísimas frases reprobatorias. Casi nadie se libró de la retahíla de reproches. Cristiano Ronaldo también quedó retratado en la diana iracunda del entrenador, que le reprochó detalles de una noche agitada cuarenta y ocho horas antes. La tensión no disminuyó en el autocar que transportó al equipo al aeropuerto. En el mismo recinto portuario, la voz de Mourinho alcanzó el máximo de decibelios. Ya en Barajas, según desveló alguien cercano al técnico, Mou tenía decidido poner fin a su relación como entrenador del Real Madrid, pese a que su contrato finaliza el 30 de junio de 2016.

De ahí que, tras esa agitada noche, Mourinho hiciera meter cajas acartonadas compradas en el Ikea de San Sebastián de los Reyes para, sin dilación, aprovechar la mañana de descanso del jueves, acercarse hasta la ciudad deportiva de Valdebebas y dejar su despacho completamente limpio de documentos y efectos personales.

José Mourinho se lo comunicó a su familia y a su equipo de ayudantes (a nadie más) que se iría a final del presente ejercicio. Lo tenía decidido y ni una épica remontada en el Bernabéu ante el Borussia Dortmund le haría cambiar de planes. El papel quedó arrugado en el partido de ida y ya no había vuelta atrás.

La ruptura entre el responsable técnico del primer equipo y su plantel de jugadores ya era pasto de las llamas y resultaba imposible cualquier conato de arreglo; los mensajes desde la planta noble llegaban deshilachados y directos a la papelera. La ruptura entrenador-jugadores resultaba inaudita y grave. Y el día del partido frente al Málaga lo aprovechó Mourinho para escenificar un acto que sin duda alguna quedará para la posteridad. Ese mediodía, en la concentración del hotel Sheraton, los jugadores se extrañaron pues nadie les llamaba a concilio para la habitual charla técnica. Dieron el paseo, comieron, descansaron en sus habitaciones y el autocar del equipo condujo al equipo rumbo al Santiago Bernabéu.

Dos horas antes del encuentro, Mourinho hizo salir del vestuario a todo el cuerpo auxiliar y se quedó a solas con los jugadores. Aitor Karanka se quedó en la puerta. Todos esperaban la charla de Mourinho, pero el portugués, apretando los dientes, se dirigió a la pizarra y escribió en letras mayúsculas una sola palabra: “AUTOGESTIÓN”. Acto seguido se marchó del vestuario musitando un sonoro “iros a tomar por…”.

Esa noche goleó el Real Madrid al Málaga 6-2. Fue una noche intensa de fútbol, una velada placentera para los madridistas. Pero en el banquillo madridista, con el rostro pétreo, Mourinho siguió los movimientos del equipo y no se levantó una sola vez. Su mente ya no estaba en el Bernabéu. Aquel ya no era su equipo, tampoco sus jugadores. Tampoco lo eran la noche de la final de Copa, donde Mourinho quiso poner su impronta con una autoexpulsión muy de su estilo. Ya huele a recuerdos…

Todo el mundo esperaba el huracán pero al final no pasó de llovizna norteña: Florentino Pérez, en plan solemne, anunció sin platillos ni bombo el final del ciclo de José Mourinho como entrenador del Real Madrid. Y, para que la ola tuviese ritmo de tsunami, estiró el brazo para desvelar que quiere seguir siendo presidente del Real Madrid y que, por tanto, convoca elecciones presidenciales para el próximo 16 de junio. O sea, ya mismo.

José Mourinho