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Samper, el presidente odiado que devolvió al Real Murcia a la gloria y a la ruina
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Jesús Garrido

Samper, el presidente odiado que devolvió al Real Murcia a la gloria y a la ruina

Jesús Samper sacó al Murcia de la ruina de Segunda B, lo puso en el mapa del fútbol español y soñó con que los éxitos deportivos del club le ayudaran en sus proyectos de ladrillo. No le funcionó

Foto: Samper llevaba dos semanas ingresado (EFE).
Samper llevaba dos semanas ingresado (EFE).

Antes de empezar a hablar, es mi deber informar al lector de que el que escribe estas líneas es un murcianista de cuna, socio durante más de una década y sufridor en esas tardes de domingo en partidos contra lo más granado de la Segunda B. Porque no es lo mismo hablar de Jesús Samper desde la cómoda lejanía sin haber vivido de primera mano los gritos contra el presidente del Real Murcia, sin saborear el agua de ‘La Redonda’ en una celebración de ascenso, sin haberse sentado en el cemento de la grada lateral de la vieja Condomina y en el cómodo sillín de color rojo vivo de la Nueva.

Como aficionado partícipe he vivido casi todo lo que un club puede vivir salvo el final anticipado del mismo, la disolución que ronda como un buitre sobre la cabeza de cientos de entidades que están pagando sus errores durante los años de bonanza. Sería negar una evidencia clara decir que el Murcia no se merecía un castigo severo por todo lo derrochado en aquellos años de aparente felicidad que, aunque todos la sabíamos pasajera, la aprovechamos como un charco de agua limpia en un desierto de arena. ¿Es culpa de Samper que el Murcia fuera descendido a Segunda B por LaLiga? Por supuesto. Si hay un club que no cumple con lo establecido en las normativas de una organización privada como es LaLiga, lo normal es que fuera ajusticiado. Otra cosa muy distinta es que la patronal lo hiciera casi tan mal como el propio Murcia por los tiempos, las formas y los procedimientos, lo cual salta a la vista.

Pero para hablar del presente, de cómo Samper ha dejado el Murcia antes de fallecer demasiado joven (sólo tenía 65 años) hay que remontarse a cómo se lo encontró. Porque en todo en la vida hay que tener memoria, pero se hace más necesario incluso cuando se vilipendia impunemente a una figura como la del difunto presidente grana. Que conste que no es mi intención defender ciegamente a Samper, sino contar los sucesos materiales para que nos hagamos una idea de cómo se ha llegado a este punto. Porque todo está relacionado. El Murcia no estaría en 2ªB ahora mismo de no haber sido rescatado hace 18 años. Y tampoco estaría en 2ªB si no hubiese ascendido a Primera y malgastado un dinero que no tenía.

Cuando el juez suplente del juzgado número 5 de lo Mercantil de Madrid dijo que no tenía competencia para decidir sobre la permanencia del Murcia en Segunda y por tanto permitió su descenso administrativo a Segunda B parecía que el club pimentonero había tocado fondo y que su futuro pendía de una débil telaraña. Es cierto que estaba en un momento complicado, pero no lo fue tanto como cuando descendió a Tercera División en el 95. Antes de eso fue descendido a Segunda B por no poder convertirse en Sociedad Anónima Deportiva, además de verse imposibilitado a pagar varias mensualidades a la plantilla. Había tan poco dinero en las arcas del club que se vendió al Ayuntamiento el estadio de La Condomina.

No voy a decir que fuera una aparición mesiánica, pero sí que es evidente que la llegada del grupo Santa Mónica a la capital del Segura fue vista como la única vía de salvación de un club que se hundía en la miseria económica y deportiva. Hoy en día el Murcia es un equipo pequeño, habitual de Segunda y Segunda B, pero en los 70 y 80 su presencia en Primera era una constante. Samper compró el club y puso a Joaquín Romeu de presidente. Rápidamente sacó al Murcia del pozo y lo puso en Segunda. En seis años, el Murcia pasó de estar al borde de la desaparición a compartir Liga con Zidane y Ronaldinho. Hay que vivir ese proceso para saber lo que significó para la ciudad de Murcia el ascenso del 2003 y por qué José Luis Acciari es lo más cercano religiosamente a la patrona Fuensanta. Yo era un niño cuando ‘jugábamos’ en los campos de tierra de la Región y poco después veía en ‘mi’ estadio a los mejores jugadores de Primera División.

De Tercera a Primera en siete años

Aquel año, el Murcia no estaba preparado para jugar en Primera, ni lo estaba el estadio, ni lo estaba la dirigencia. No voy a decir que se ascendió por casualidad, pero la plantilla estaba diseñada para no pasarlo mal como el año anterior. El Murcia subió a Primera demasiado pronto. Samper estaba a medias del proyecto de nuevo estadio y la alegría le llegó antes de lo previsto. Y por tanto hay que reconocer que ese año no se tomó en serio eso de estar en la máxima categoría. Sólo hay que contrastar la formación de aquel equipo con el de 2006, año que ‘eligió’ Samper para dar el salto. La Nueva Condomina estaba casi lista y gastó dinero ‘a cascoporro’ fichando a Antoñito, Notario, Aranda, Gallardo… Hizo un equipo que era para ascender sí o sí. Y lo hizo. En tres años, el Murcia volvió a Primera. Lo de Samper fue como un reloj biológico que funciona como una brújula.

La fatídica temporada 2007-08

Luego hizo lo mismo en Primera que en Segunda. Es decir, un buen equipo para asentarse en Primera. Pero la temporada 2007-08 le demostró que el fútbol no es una ciencia exacta a la que aplicarle ciertas fórmulas. El mayor desembolso de la historia del fútbol murciano mandó de nuevo al club a Segunda y nunca más ha vuelto a recuperarse. Todo lo que hoy en día sufre el Murcia viene de esa temporada. Todo lo que ha sufrido Santa Mónica y Samper económicamente viene de esos años de gasto festivo y desproporcionado.

Si ustedes se acercan por la Nueva Condomina verán un estadio maravilloso que da la sensación de estar inacabado. Y así es. Los dos edificios blanquiverdes que se ven detrás de la mole eran solo el inicio de un proyecto urbanístico que iba a rodear la Condomina de viviendas y que incluía una hermosa ciudad deportiva. El descenso acabó con todo eso. Casi una década después de su inauguración, aún hay que aparcar en descampados aledaños y ascender laderas encrespadas para poder acceder al recinto deportivo. La maqueta y los montajes fotográficos sólo son ya un recuerdo de lo que pudo ser y no fue.

El ladrillo fue su perdición

¿Para qué vino Samper a Murcia hace casi dos décadas? No vino para salvar al Murcia porque era un alma caritativa. Vino porque vio una oportunidad de llenarse los bolsillos de muy diversas maneras. Quiso aprovechar el boom del ladrillo y para eso necesitaba el favor de un gran ayuntamiento. Es triste, pero muchas veces eso se consigue a través del deporte. Cuanto más arriba estuviese el club, más dispuesto estaría el consistorio a ayudar al presidente. ¿Qué pasó? Que al club no le fue bien, sobrevino la crisis y quedó un cráter en las cuentas de la alcaldía y del Murcia. Como por ahí no le fue bien, Samper probó otras cosas, pero el Parque Paramount, macroproyecto en Alhama de Murcia que lideró el empresario madrileño, se ha quedado por ahora con una única piedra colocada y con toda la pinta de ser otra ruina más.

Pero como murcianista no puedo gritar en cada partido aquello de “¡Fuera Samper!” que se suele oír en el templo grana. Porque gracias a Samper (o pese a él), he visto jugar a Figo, Ronaldinho, Messi, Raúl, Agüero y Villa a unos minutos de la casa donde crecí. He visto al Murcia ganarle al Madrid de los Galácticos, estar a unos pocos puntos durante unas jornadas de puestos europeos. Y eso no se olvida nunca.

Antes de empezar a hablar, es mi deber informar al lector de que el que escribe estas líneas es un murcianista de cuna, socio durante más de una década y sufridor en esas tardes de domingo en partidos contra lo más granado de la Segunda B. Porque no es lo mismo hablar de Jesús Samper desde la cómoda lejanía sin haber vivido de primera mano los gritos contra el presidente del Real Murcia, sin saborear el agua de ‘La Redonda’ en una celebración de ascenso, sin haberse sentado en el cemento de la grada lateral de la vieja Condomina y en el cómodo sillín de color rojo vivo de la Nueva.

Jesús Samper
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