Es noticia
Manolo Velázquez, el cerebro rebelde del 'Madrid ye-yé'
  1. Deportes
  2. Tribuna
Colaboradores EC5

Tribuna

Por

Manolo Velázquez, el cerebro rebelde del 'Madrid ye-yé'

En una época en la que a todo había que decir amén, fue calificado de contestatario. Salido de la cantera, ganó la sexta Copa de Europa del Real Madrid, que ayer le rindió tributo en el Bernabéu

Foto: Velázquez, con Santiago Bernabéu
Velázquez, con Santiago Bernabéu

El Estadio Santiago Bernabéu guardó ayer un respetuoso minuto de silencio por Manuel Velázquez, uno de esos futbolistas que dignificaron la cantera del Real Madrid con en su larga etapa en el primer equipo. Sus primeros pasos en el fútbol los dio en la desaparecida explanada de las 40 fanegas, al final de la calle de Serrano, formando parte de la Quinta de la Paloma. El Ibarrondo y el Ipoma fueron sus equipos antes de ingresar en las categorías inferiores del Madrid cuando cumplió 15 años. Como vivía y estudiaba cerca de Chamartín, la pasión que sentía por el fútbol superaba a la que tenía por los libros de texto. De hecho, llegó a confesar que “me 'fumaba' más de una clase para ver los entrenamientos del Madrid y cazar algún autógrafo de mis ídolos”.

En la cantera madridista pronto demostró su exquisita condición técnica y su gran solvencia con las dos piernas. Llegó a ser el líder de los equipos juveniles, pero sobre todo del conjunto de aficionados, con el que se proclamó campeón de España en 1962 tras ganar al Barcelona por 2-1. La secretaría técnica del club, con el visto bueno de Miguel Muñoz, decidió que siguiese en divisiones superiores y jugó como cedido en el Rayo Vallecano y el Málaga.

Con 22 años retornó al Madrid, con el que debutó frente al Mallorca en el estadio Luis Sitjar (26-12-1965) en la decimoquinta jornada de Liga. Manolo Velázquez formó en el once inicial en el puesto de Puskas. El equipo blanco se adjudicó la victoria por 1-2 y el joven debutante marcó los dos goles. El feliz estreno era el comienzo de venideros triunfos colectivos y personales en los que el elegante interior izquierdo revivió con sus precisos pases a Gento. A la finura de su fútbol añadía sus potentes y atinados disparos desde larga y media distancia.

“No me cansaré de repetir que yo no quité el puesto a Puskas. Fueron los años los que retiraron a un futbolista de talla mundial“, solía decir

Velázquez se integró en una plantilla en la que ya estaban Pirri, Grosso, De Felipe, Serena y compañía, la savia nueva que había introducido Miguel Muñoz a mediados de los años sesenta del siglo XX. Al reflexionar sobre aquellos inicios, Manolo dejó estas palabras en letra impresa: “La responsabilidad de sustituir a aquellas vacas sagradas era tremenda. En esos momentos te decías: lo que he soñado toda mi vida ya lo tengo, pero ahora a ver qué leches va a pasar conmigo. No me cansaré de repetir que yo no quité el puesto a Puskas. Fueron los años los que retiraron a un futbolista de talla mundial. Cuando me entrega el testigo me dice: Me tengo que partir la cara con esta camiseta y que la responsabilidad no me atenace. ¡Leches, que habíamos reemplazado a los Santamaría, Kopa, Puskas, Di Stéfano, Rial, Gento…! El equipo más grande que ha tenido el Madrid en toda su historia”.

placeholder
Once del Real Madrid

El renovado plantel consiguió la gesta de ganar la sexta Copa de Europa. Un conjunto formado por once españoles y al que se bautizó como el equipo de los 'ye-yés'. En sus filas destacó Velázquez con su magistral figura, balón imantado al empeine izquierdo y cabeza alta. Virtudes que le llevaron a que fuera admirado y querido por la afición madridista. Una afición que celebró seis títulos de Liga con los 'ye-yés' y tres Copas de España, de los que participó Manolo Velázquez. Un hombre que, en las doce temporadas que perteneció al Madrid, jugó 401 partidos oficiales y marcó 59 goles. Su extraordinaria calidad llamó la atención de Domingo Balmanya, que le hizo debutar con la selección española el 1 de febrero de 1967, frente a Turquía en Estambul.

Su innato talento en el terreno de juego supuso que sus compañeros le bautizaran con el sobrenombre de 'El cerebro', apodo del que no se mostraba muy orgulloso porque aseguraba que los periodistas, los aficionados y algunos compañeros de profesión eran muy amigos de los calificativos: “Que si Manolo es el organizador del juego, que parece que es el que más piensa… Cuando te ponen un apelativo rimbombante, como el de los 'galácticos, te ha caído otra losa encima”.

En 1974, tras la dimisión de Miguel Muñoz, llegó Miljan Miljanic al Madrid. Uno de los fichajes estrellas de aquel año fue el de Gunther Netzer. Al alemán se le llegó a comparar con Velázquez por sus medidos y certeros pases, lo cual dividió a los seguidores madridistas. Los hay que mantuvieron su confianza en la finura del centrocampista madrileño; otros, los menos, se decantaron por el futbolista germano por su temple a la hora de pasar el balón.

La contratación del técnico montenegrino y la del jugador alemán decepcionaron a Velázquez, quien no ocultó su disgusto cuando le preguntaron por esta cuestión. “Apenas inició su trabajo Miljanic, me llevé una gran decepción. El nuevo entrenador le dio el '10' a Gunther, dorsal que yo lucía en la camiseta desde hacía diez años, y me puso el '6'. Como nunca fui rencoroso, pronto se me pasó el cabreo. Me enojaba, me afectaban las cosas, pero a los pocos minutos ya estaba pensando en positivo”.

“A la afición del Real Madrid no le puedes contar milongas”, es otra de sus declaraciones más célebres

Cuando tenías la oportunidad de conversar con Manolo Velázquez, comprobabas que nunca esquivaba las preguntas. Era sincero y llamaba a las cosas por su nombre. Hablando de la afición madridista, de su forma de pensar y de su manera de ver el fútbol, a Manolo no le dolieron prendas al confesar que “en la temporada 1968-69, a falta de cuatro jornadas para concluir la Liga, nos enfrentamos al Zaragoza en el estadio Bernabéu. Si ganábamos al equipo aragonés, éramos campeones de Liga. Llevábamos un dos a cero a nuestro favor y la afición no paraba de silbarnos porque estábamos jugando mal. ¡Y nos estábamos proclamando campeones del torneo liguero! Cierto es que los pitos de los aficionados perjudican a los jugadores, pero la masa social del Madrid siempre ha sido muy exigente por el enorme historial y prestigio del club. A la afición no se le puede contar milongas. Van al estadio a ver buen fútbol y espectáculo. En mi época, la autoexigencia de los jugadores era un consigna”.

placeholder

En la misma capital griega y en una reunión con los jugadores, Bernabéu dijo: “Mientras ustedes honran el nombre del club, algún compañero se dedica a criticar al técnico”. Tras estas palabras del presidente, Velázquez le respondió: “Por respeto, don Santiago, no se debe hablar mal de las personas que no están aquí. Lo único que hice fue salir en defensa de un compañero, pero nunca he sido un contestatario aunque más de una vez así me califica el gerente, Antonio Calderón”.

El 24 de agosto de 1977, el Bernabéu se llenaba para despedir a Velázquez. En el partido-homenaje que le ofreció el club, con triunfo del equipo blanco por 2-1 frente al Eintracht Braunschweig, el fabuloso interior izquierdo dejaba de pertenecer al Madrid. Al finalizar el encuentro, Pío Cabanillas, Ministro de Cultura y Deporte, le impuso la Medalla al Mérito Deportivo. Manolo se iba dejando un palmarés envidiable. Se marchaba a Canadá, donde fichó por el Toronto. En un partido con el equipo canadiense, un portero rival le destrozó la rodilla izquierda tras un plantillazo. Aunque fue operado satisfactoriamente por el doctor Mackintosh, tuvo que decir adiós al fútbol.

placeholder Velázquez marcando un gol.
Velázquez marcando un gol.

Sus últimos servicios a la entidad madridista fueron acompañar al primer equipo a nivel nacional e internacional, así como asistir a las peñas madridistas andaluzas, en representación del club, cuando celebraban sus aniversarios. Velázquez es ya una leyenda del fútbol, que deja una huella imborrable por su exquisita técnica y su correcta educación. Un futbolista de tronío que no pudo hacer un regate o marcar un gol a la enfermedad que le apartó de su actividad profesional y deportiva. Se fue Manolo Velázquez, un magistral jugador al que por su juicio, talento y calidad no fue extraño que le apodaran 'El cerebro' de aquel Real Madrid al que se entregó en cuerpo y al alma en los mejores años de su vida futbolística.

El Estadio Santiago Bernabéu guardó ayer un respetuoso minuto de silencio por Manuel Velázquez, uno de esos futbolistas que dignificaron la cantera del Real Madrid con en su larga etapa en el primer equipo. Sus primeros pasos en el fútbol los dio en la desaparecida explanada de las 40 fanegas, al final de la calle de Serrano, formando parte de la Quinta de la Paloma. El Ibarrondo y el Ipoma fueron sus equipos antes de ingresar en las categorías inferiores del Madrid cuando cumplió 15 años. Como vivía y estudiaba cerca de Chamartín, la pasión que sentía por el fútbol superaba a la que tenía por los libros de texto. De hecho, llegó a confesar que “me 'fumaba' más de una clase para ver los entrenamientos del Madrid y cazar algún autógrafo de mis ídolos”.

El redactor recomienda