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El rescate de la Pantoja, el caso Galán y el petróleo negro de Brufau
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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El rescate de la Pantoja, el caso Galán y el petróleo negro de Brufau

España tuvo un semanario llamado El Caso, especializado en sucesos, la mayoría de ellos trágicos, en cuya portada aparecían los personajes más turbios de la sociedad:

España tuvo un semanario llamado El Caso, especializado en sucesos, la mayoría de ellos trágicos, en cuya portada aparecían los personajes más turbios de la sociedad: delincuentes, ladrones, cacos, maleantes y asesinos. Las fotos en blanco y negro asustaban a los que se acercaban a los quioscos cada lunes a comprar el diario deportivo –no había Internet en aquellos tiempos- para saber cómo había quedado su equipo el domingo.

Esta semana, leer la prensa financiera recordaba al famoso periódico porque venía repleta de episodios delictivos, punibles, provocados por entidades de supuesta reputación internacional, que actuaban como bandidos, timadores, cuatreros. Así, las autoridades de Estados Unidos y del Reino Unido le han puesto una multa a Barclays de más de 400 millones de dólares, que el banco inglés ha aceptado pagar sin rechistar por alterar el mercado interbancario, el que sirve para fijar los precios de miles de millones de euros en préstamos. La vergüenza ha sido tal que su cúpula directiva, tras mostrar arrepentimiento, se ha visto forzada a renunciar a sus estupendos bonus de otros tantos cientos de millones.

Al mismo tiempo, un banquero del alemán BayernLB ha sido condenado a ocho años de prisión por recibir una módica comisión de 44 millones en la venta de Fórmula 1 a CVC Capital Partners en 2005, con el supuesto conocimiento de Bernie Ecclestone. A la par, la SEC (la CNMV americana, para entendernos) ha acusado a Harbinger Capital Partners, uno de los hegde funds que más se ha forrado hundiendo a la banca española, y a su fundador de delitos tan graves que ha pedido la inhabilitación del pájaro. Para completar la portada de fechorías, el presidente de Nomura tuvo que pedir perdón –ya saben como son los japoneses para esto- en la junta general de accionistas por un caso de información privilegiada de la que se aprovecharon varios de sus brokers.

En los casos de Barclays y Nomura, las dos entidades salieron al paso con el mensaje de que dichas actuaciones no se correspondían con los valores corporativos de sus grupos, que se trataban de actos individuales, alejados de las formas y la cultura de sus instituciones. Y por supuesto con el añadido de que, cuando se enteraron de esas corruptelas, las cortaron de raíz y colaboraron con las autoridades para resolver los entuertos. Como si los ejecutivos que cometían tales irregularidades lo hicieran por cuenta propia, sin conocimiento de sus mayores. Como en el reciente agujero de más de 7.000 millones de dólares de JP Morgan. Qué bonito son los cuentos de hadas… Barclays, Nomura o Harbinger se han visto envueltas en delitos muy turbios sobre los que sus presidentes echan balones fuera.

Algo similar ha pasado con Iberdrola, que esta semana fue noticia por estos parajes cuando publicamos que su filial de ingeniería se había visto envuelta en un asunto de corrupción por un contrato de 300 millones de euros en Letonía. La eléctrica purgó a la cúpula directiva de Iberinco, con el presidente y el consejero delegado colgados en la proa. Como en los anteriores asuntos turbios, los tipos iban a lo suyo, sin que desde Iberdrola se tuviera conocimiento de nada.

La justificación es tan creíble como dudosa, a elegir por el lector, pero en cualquier caso la reputación se ha visto tan dañada que al menos se exigía una disculpa pública. El embrollo ha pasado de puntillas, sin que Ignacio Sánchez Galán comentara nada en la reciente junta de accionistas, celebrada tan solo dos semanas después de que el salmantino guillotinara a los responsables del supuesto pago de comisiones y soborno. Un día antes, Galán se reunió con 200 directivos de todo el mundo, sin mencionar el fusilamiento laboral de sus compañeros, ejecutado un viernes 8 de junio en lo que se conoció la tarde de los cristales rotos.

Al mismo tiempo, Antonio Brufau iba con la maleta por media Europa vendiendo el plan estratégico lanzado el pasado 29 de mayo para relanzar a la Repsol post atraco de YPF por la democracia caciquil de Argentina. El primer directivo de la petrolera, acompañado de su número dos Nemesio Fernández Cuesta junto con los amigos de UBS y Goldman Sachs, fue contando la facilidad con la que iba a reducir la deuda a casi cero, el fortalecimiento del balance con el canje de las preferentes y el pago de un dividendo aceptable, todo con el mantenimiento del rating financiero, ahora a un paso del bono basura.

Pero claro, entre el deseo y la realidad suele haber un trecho. Un mes después de reunirse con numerosos bancos de inversión y gestores de fondos, la acción de Repsol ha caído un 8% -y gracias al arreón de este viernes-, mientras que el Ibex 35 ha subido un 10%. A los inversores les cuesta creerse que todo sea tan maravilloso, no entienden que se diluya al accionista en más de un 18% entre canjes y dividendos en papeles, y que el auditor le exima de provisionar total o parcialmente el agujero de 5.000 millones que le ha provocado la confiscación de YPF. A la que Repsol, por cierto, también prestaba dinero, como a los Eskenazi, declarados en quiebra. Bonito negocio, ajeno que se sepa al petróleo, que ahora pagan los accionistas con un derrumbe de la cotización del 45%. El presidente de Repsol se reunió con los directores generales de Morgan Stanley, JP Morgan, Citi y Nomura con poco éxito de crítica y público.

Por si fuera poco, ahí está el eterno tumor de Sacyr Vallehermoso, que ya le ha provocado unas sonadas pérdidas de más de 300 millones en autocartera por esas decisiones financieras de Brufau. Más pronto que tarde, la constructora tendrá que afrontar otro boquete de 1.200 millones, con sus consecuencias colaterales en Repsol. La cual se niega a vender Gas Natural, como le pidieron varios gestores internacionales de fondos, que no entienden que se exprima al accionista en lugar de vender la gasolina para mantener el coche.

Tanto Galán como Brufau se meten al bolsillo más de 8 millones de euros entre pitos y flautas, sin que nadie asuma responsabilidades sobre lo sucedido. Como ocurre en la política, la culpa siempre es del vecino. Sinceramente, que quieren que les diga, es lo que nos merecemos. Votamos a los mismos gobernantes que nos arruinan –miren quién ganó las elecciones municipales y autonómicas en Valencia, Murcia y Madrid hace un año y en Andalucía hace dos meses- y permitimos que los empresarios se perpetúen en sus palacios de cristal. No hay más que ver cómo se vitoreaba a la Pantoja –guapa, guapa, eres la más grande…- al entrar a los juzgados para declarar sobre un presunto trinque de las arcas públicas. Lo de la tonadillera es el mejor ejemplo de que España necesita un rescate.

Que sean felices antes de que Mariano nos cobre por respirar. Ya saben, las llaman reformas estructurales y la consolidacion fiscal. Al menos, nuestros hijos, tras el éxito del pulso en Bruselas, deben 100.000 millones menos.

España tuvo un semanario llamado El Caso, especializado en sucesos, la mayoría de ellos trágicos, en cuya portada aparecían los personajes más turbios de la sociedad: delincuentes, ladrones, cacos, maleantes y asesinos. Las fotos en blanco y negro asustaban a los que se acercaban a los quioscos cada lunes a comprar el diario deportivo –no había Internet en aquellos tiempos- para saber cómo había quedado su equipo el domingo.

Ignacio Sánchez Galán